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Cecilia Casado

A partir de los 50

Vivir, que me importa más que ser feliz

 

Me educaron en la creencia de que había venido a este mundo con el único fin de hacer méritos para el siguiente, una estación de paso en la que había que esforzarse mucho y sufrir para, al cabo de los años y después de la muerte del cuerpo, alcanzar la “auténtica vida” en un sitio inventado que ningún GPS ha sido todavía capaz de ubicar.

Esa hipótesis peregrina no ha podido ser  ni demostrada ni garantizada –por más que lo han intentado los funcionarios de “La Multinacional”- y como el personal desconfía de promesas oliendo a incienso, estas se han actualizado con la fábula de la “búsqueda de la felicidad” mientras que el fin y sentido de la vida se ha quedado rechinando en las alforjas de filósofos de diverso corte y confección.

Quiero recordar cómo llegué a la juventud apostatando de la inoculación religiosa impuesta por decreto ley desde el púlpito y la mesa camilla familiar y me arrojé a los brazos de una cansadísima búsqueda engarzada al ensueño de una felicidad (utópica) a medida, a la medida de mi ilusión juvenil, por matizar el tema.

Así que me propuse ser feliz con lo que tenía más a mano: un marido, hijos si había suerte y el “capital” de ser profesional fuera de casa y lanzarme a la trinchera del sueño progresista y feminista de los ochenta que no era más que una engañifa para realizar dos trabajos por el precio de uno.

Ya he contado muchas veces que gracias a que no conseguí aquellas primeras metas pude liberarme de aquellas cadenas y hacer otras cosas diferentes aunque estuvieran mal vistas y fuera de las normas fijadas para que una mujer del siglo XX alcanzara la “felicidad”.

Descartado lo divino y cuestionado todo lo humano me encontré con los cincuenta bien avanzados dándole vueltas al enigma sempiterno, ese que plantea quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Pero no ha habido filósofo ni sabio alguno que a día de hoy haya conseguido ofrecer(me) una solución satisfactoria, o será que soy muy tonta…o muy exigente.

Como el tiempo vuela a partir de cierta edad, agarré el toro por los cuernos y, mientras mentes sesudas que cobran por pensar seguían devanándose los sesos buscando el significado a la vida, decidí que “yo viviría a secas”. Cada día con su propio afán, sin mirar más allá de la vuelta de la esquina del calendario, sin planes ni inversiones a largo plazo. Con las mínimas previsiones, las expectativas a la baja y los objetivos al nivel del mar.

Y así sigo después de los años, sin preocuparme de si soy feliz o no soy feliz, porque eso, a fin de cuentas, no es más que un cajón de sastre donde cabe todo el marketing y consumismo del universo.

Igual es que ya he encontrado mi lugar en el mundo y me siento en paz en este planeta que se despierta cada día lleno de temblores, dolor y mucha ignominia a la vez que nos regala maravillosos amaneceres y poéticos ocasos.

Será que ya he comprendido que toda búsqueda es incierta, será que ya no temo a lo que me enseñaron a temer, será que el miedo ya no duerme en mi cama ni viaja de mi mano.

Será que me importa más vivir que ser feliz.

Felices los felices…malgré tout.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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