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Cecilia Casado

A partir de los 50

Planes de domingo en Madrid (II)

Si el viernes hubo “primada” por todo lo alto y el sábado comida en lo más castizo y cena en lo más popular con el consiguiente descalabro estomacal pero con el lema de “sarna con gusto no pica”, el domingo se despertó a toque de café con leche y churros, como está mandado -por lo menos para mí que no los cato desde que superé los 65 (kilos).

Y hay que ir al Rastro, eso ni se discute, aunque sea para comprar nada –que siempre cae algo- o tomarse unas navajas a la plancha en la Plaza de Cascorro. Gente que sube y gente que baja, caos total, no se respeta ni la derecha ni el stop en el cruce de calles peatonales, ahí cada cual va a su bola, dando codazos, cuadrando los hombros -los que están macizos- y pretendiendo que te despejen la calle para ti, que no te gustan los apretujones…

Pero hay que ir a mirar. Mirar, si acaso observar, quizás pensar un poco o dejarlo pasar, que da el sol de plano y bastante hay con abrazar el bolso, la cartera, el móvil y los klinex para que no desaparezcan como si los manejara el Mago Pop que, por cierto, actúa estos días aquí al módico precio de 100€ la entrada. (Y no queda ni una)

Bolsos de piel, de cuero auténtico a cinco euros. Abrigos hechos con animales desollados tirados de precio –aunque me parezcan un horror y una barbaridad-; ropa vieja, ropa usada, ropa escamoteada de sitios donde la venden con alarma incorporada. Trastos viejos, reliquias de un tiempo que ya casi nadie cree que fuera mejor; porquerías a tutiplén y de vez en cuando algo que brilla con luz propia. No es lo frecuente. La gente va a comprar cosas para subsistir, vestirse, amueblar sus cuatro paredes por cuatro cuartos. La mayoría, a mirar y comprar fruslerías hechas en la república popular china. El Rastro es único y por eso hay que ir, aunque salgas con las piernas temblando y la cabeza dando vueltas.

En esta ciudad el comercio no cierra los domingos. Es el día de compras por excelencia para quienes el resto de la semana trabajan sin parar; así que las riadas de gente son de película de miedo, de avalancha, como si estuviéramos huyendo de algo o buscando el camino hacia ninguna parte.

Me desplazo andando desde Las Vistillas hasta el Museo Thyssen –para mi gusto “la niña bonita” de los museos de Madrid,- con el gusto de haber sido invitada a asistir a la Previa de la exposición sobre Gabriele Münter, la fotógrafa reconvertida en pintora exponencial del expresionismo alemán del siglo pasado. Un placer visitar sus salas –ahora pintadas de un azul acogedor- sin aglomeraciones, casi en “petit comité”, ese privilegio que tienen los “amigos” de cualquier museo que pagan una cuota anual por recibir trato diferente.

Vuelvo a sentir el placer de mantener un íntimo diálogo silencioso con cada pintura, dejando volar la imaginación hacia el momento de la creación, ese sentir inefable que experimenta el artista cuando todo su ser se transforma en arte. 

Al salir, ya anochecido el día, vuelvo a mi lugar de descanso caminando otra vez, pero en esta ocasión relajada y sin prisa alguna y sin que me moleste en absoluto el fluir humano por la calle Alcalá, la Puerta del Sol, Plaza Mayor y calle Bailén abajo, transitando ese viaducto de infaustos recuerdos –lo tuvieron que vallar con plástico para que los desesperados dejaran de saltar al vacío- y llegar finalmente a mi “casa” madrileña, toda silencio, calor acogedor y el amparo del descanso.

 

 

Es momento de pasar revista al día, a todo el dolor que sigue sucediendo en el mundo y de dar las gracias por el privilegio de estar viva.

 

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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