>

Blogs

Cecilia Casado

A partir de los 50

¿Importa ahora ser adicto al móvil?

 

Mi primer teléfono móvil –un “zapatófono” que pesaba casi medio kilo, sin cámara ni conexión a Internet- lo compré hace más de treinta años so pretexto de no quedarme aislada con dos niñas cuando íbamos las tres solas de vacaciones; cuestión de prudencia y responsabilidad y  por el aporte de seguridad de poder hacer frente a una emergencia en lugares donde no contaba con un teléfono fijo, como campings, apartamentos en la costa y los destinos “aventureros” que siempre me han atraído tanto.

Lo que empezó siendo una posibilidad tecnológica al alcance de necesitado y/o privilegiados -las facturas eran astronómicas-el dichoso artilugio se convirtió con el paso de un decenio en una NECESIDAD total y absoluta, tanto como tener en casa frigorífico o lavadora. Conforme los móviles disminuían de tamaño fue aumentando la dependencia que hacia ellos demostrábamos. Usar el teléfono fijo parecía algo pasado de moda y preferíamos hablar desde la calle con nuestros amigos en vez de hacerlo cómodamente sentados en el sofá de la sala. Luego llegó la mensajería instantánea y se destruyó la comunicación verbal, llegando a los casos nefastos de parejas que cortaban su relación enviándose mensajitos apocopados pero contundentes. “K ya no t aguanto +” y cosas así…

Ahora estamos en donde estamos y bien merecido que nos lo tenemos; hemos avanzado a galope tendido hacia la incomunicación, hemos abonado día a día el terreno donde brotará la depresión por dependencia de aparato y, lo que puede ser mucho más grave, estamos llevando la libertad hasta el límite exacto en el que se pierde el respeto humano.

Porque…¿qué se hace con las movidas familiares cuando los comensales están cenando en silencio y con una mano sujetan la cuchara y con la otra miran la pantalla del Smartphone? Ya es una dependencia/adicción social a la que no podemos sustraernos porque genera ansiedad y,  para evitarla, tenemos SIEMPRE el dichoso móvil  a mano para estar al tanto de cualquier chorrada crucial que nos comparta alguno de nuestros contactos. Y si no, ya nos encargamos nosotros de andar rebuscando videos ridículos, reels de vergüenza ajena o cotilleos que ni nos van ni nos vienen.

Me miro en el espejo con el smartphone en la mano. Yo tampoco lo suelto. Lo llevo conmigo al baño mientras me ducho –por si me resbalo y me caigo- y cuando salgo a dar mi caminata mañanera por si alguien me llama. Y lo llevo en el bolso cuando hago la compra –para pagar con él y no con dinero ni tarjetas- y mientras cocino lo tengo a la vista y mientras como… Mi pequeña y personal campaña de no-dependencia se limita a no tenerlo encendido por la noche –caiga quien caiga-; ni cuando realizo actos que requieren concentración y/o aislamiento y/o silencio: hacer la siesta, escribir este post o mantener un entente íntimo con alguna persona que merece toda mi atención y dedicación.

Mi personal campaña también pasa por expresar mi contrariedad cuando salgo a pasear con alguien que se acopla al móvil para atender llamadas superfluas dando preferencia al ausente sobre mi presencia real y física. También manifiesto mi desacuerdo si tengo gente a la mesa y, después de haber cocinado con cariño para ellos, se dedican a mandar mensajitos o mirar su Facebook con el móvil sobre la servilleta, como si los demás, los que estamos a su lado, fuéramos invisibles o indignos de su respeto. Porque, en mi opinión, es cuestión de respeto y poco más. Si salgo con mis amigas es porque deseo compartirme con ellas, no con sus móviles de última generación. Si celebro una cenita íntima es algo de a dos, no de tres o de cualquiera que acierte a llamar en ese momento interrumpiendo.

¿Llamadas urgentes? Una entre un millón…Así que me aplico el cuento y dejo el móvil en el fondo del bolso cuando estoy con los demás, atiendo únicamente las llamadas que considero inevitables y las reduzco a su mínima duración y no envío whatsapp alguno en presencia de otras personas a las que pueda molestar mi desatención. Lo intento cada día con afán aunque no siempre lo consiga, pero estoy en ello…porque no quiero que se me escape ese gesto de cariño, esa mirada cómplice, ese dulce o interesante encuentro entre personas por culpa de un aparatito que nunca me dará ni cariño, ni complicidad ni besos ni me rascará la espalda ni me abrazará cuando lo necesite… por mucho que quieran inventar alguna aplicación al respecto.

Felices los felices

LaAlquimista

Te invito a visitar mi página en Facebook.

https://www.facebook.com/apartirdelos50/

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


noviembre 2024
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930