SERÁ QUE ME IMPORTA MÁS VIVIR QUE SER FELIZ…
Toda mi infancia creí que había venido a este mundo para hacer méritos para el siguiente, como una estación de paso en la que había que esforzarse mucho y sufrir para, al cabo de los años y después de la muerte del cuerpo, alcanzar la “auténtica vida” a la derecha del “Padre”.
Esta hipótesis peregrina nadie ha podido ni demostrarla ni garantizarla de momento y como el personal ya empezaba a desconfiar de promesas oliendo a incienso, se actualizaron con lo de la “búsqueda de la felicidad” y de ahí a dogmatizar sobre el fin y sentido de la vida no hubo más que un paso o un par de siglos.
Entré en la juventud apostatando de la inoculación religiosa impuesta y tan al uso de la época y caí rendida en los brazos de esa incontenible búsqueda utópica que permitía el ensueño de una felicidad a medida, como los vestiditos cursis que nos hacía la modista según los “patrones” de mi madre.
Así que quise ser feliz según lo que tenía más a mano: emparejarme, tener hijos y con el privilegio de ser profesional fuera de casa y conseguir el sueño progresista y feminista de los ochenta de tener dos trabajos por el precio de uno.
Ya he contado muchas veces que gracias a que no conseguí aquellas metas pude liberarme de aquellas cadenas y hacer otras cosas diferentes aunque estuvieran mal vistas y fuera de las normas fijadas para que una mujer del siglo XX alcanzara la “felicidad”.
Descartado lo divino y cuestionado todo lo humano me encontré con los cincuenta bien avanzados dándole vueltas al enigma sempiterno: ese que plantea quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Pero no ha habido filósofo ni sabio alguno que a día de hoy haya conseguido ofrecer(me) una solución satisfactoria, o será que soy muy tonta…o muy exigente.
Como el tiempo vuela a partir de cierta edad, agarré el toro por los cuernos y mientras mentes sesudas que cobran por pensar seguían devanándose los sesos buscando el significado a la vida, decidí que “yo viviría a secas”. Cada día con su propio afán. Sin mirar más allá de la vuelta de la esquina del calendario, sin planes a largo plazo. Con las mínimas previsiones, las expectativas a la baja y los objetivos a nivel del mar.
Y así sigo después de varios años, sin preocuparme de si soy feliz o no soy feliz, porque eso, a fin de cuentas, no es más que un cajón de sastre donde cabe todo el marketing y consumismo del universo.
Quiero creer que he encontrado mi lugar en este mundo, en este planeta que se despierta cada día lleno de temblores, dolor y mucha ignominia a la vez que nos regala maravillosos amaneceres y poéticos ocasos.
Será que ya he comprendido que toda búsqueda es incierta, será que ya no temo a lo que me enseñaron a temer, será que el miedo ya no come en mi mesa ni duerme en mi cama.
Será que me importa más vivir que ser feliz.
Felices los felices…malgré tout.
LaAlquimista
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Texto y fotografía: Cecilia Casado