Tengo una amiga rubia que me recrimina cuando le recrimino a un camarero que me sirve el plato de sopa metiendo los dedos dentro, -es un decir-, o si reclamo porque entre el primero y el segundo tardan veinticinco minutos. Me dice que eso va de “mal rollo” y yo me lo pienso mucho, le hago caso y ahora me doy cuenta de que tiene razón.

¿Para qué voy a pasar un mal rato ante una situación que no depende de mí? ¿Por qué habría de tomarme una actitud ajena como algo personal? ¿No es mejor ir por la vida en “modo zen” y ahí me las den todas?

Mi amiga tiene razón porque le molestan las actitudes “protestonas” en general y las mías en particular, así que estoy intentando mejorar. Por ejemplo: nada de mirar con cara de pocos amigos a las personas que pasean con sus perros por la orilla del mar sino agacharme a acariciarlos, preguntar su nombre y alabar su felicidad canina, sin decir ni mú de nada más. (Vive y deja vivir y hago amigos)

Ni soñar de poner mala cara ante los “manteros” que inundan el paseo marítimo a partir de las nueve de la noche vendiendo cosas bonitas completamente falsas, sino comprarles algo por veinte euros para procurar más ganancias a la mafia que les provee de esos artículos (he dicho “mafia”, perdón, empresarios). (Más vive y deja vivir).

Mirar para otro lado cuando un padre grita y zarandea en la playa a su hijo de unos ocho años y hacer como si todos nos hubiéramos vuelto ciegos y sordos y no decir ni mú no vaya a ser que te caiga la del pulpo por meterte donde no te llaman… (¿Vive y deja vivir?)

Y ya puestos, pues no decir ni esta boca es mía ante la injusticia de la justicia, la barbarie de los amos del mundo, callar como una muerta frente al discurso xenófobo, homófobo, belicista, populista, machista y exterminador que atruena por todos los altavoces mediáticos. (¿Vivir es eso?)

Es que, mi querida amiga rubia: se empieza callando por las cosas pequeñas y se acaba amordazado por lo que pesa toneladas de inmoralidad.

A ver si soy capaz de diferenciar lo uno de lo otro y callar cuando tengo que callar y hablar –bien alto- cuando es lo que toca.

Gracias por hacerme reflexionar, guapa.

Felices los felices.

LaAlquimista

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