REFLEXIONES A LA ORILLA DEL MAR.- (XII) “En el mercadillo estamos todos”.
Quienes desprecian estos lugares en los que está representada la humanidad del día a día, vienen a decirnos que “ellos” están “arriba” y los demás a ras de suelo.
No veo diferencia alguna entre estas preciosas, suaves y baratas braguitas a 1€ y las que he visto por ahí a casi 100€ pero con la etiquetita de CH, CC, CD o CK.
El “outlet” -que significa “restos de serie”- a 3€ la prenda esconde un pequeño truco del almendruco, que no es otro que es material usado, ropa donada por gente a la que le sobra y que se compra a peso para venderla por unidades. Está limpia y no tiene agujeros y a veces todavía lleva la etiqueta original, casi siempre de estos gigantes chinos que venden por Internet.
Todo en el mercadillo es genuino…excepto los turistas que vienen a mirar, revolver y comprar una gorra del Barça falsificada. Y a comerse unos churros que les encantan porque les deben de recordar a sus “fish&chips” o a los “nuggets” de pollo que son las delicatessen populares de sus países de origen.
En el mercadillo hay un crisol de culturas, como dicen los políticos cursis. Porque vienen todas las mujeres musulmanas del barrio cercano a comprar ropa para sus hijos, porque vienen las amas de casa que no llegan a fin de mes para arramplar con el producto medio perecedero ya de los campos de los payeses que no han podido hacer competir sus tomates y fresas con lo que viene del Sur.
En el mercadillo nos juntamos todos en los bares tomando el cafelito y llevando el bocata de casa para no hacer mucho gasto. El ciego del acordeón lleva lustros en la misma esquina, siempre al sol y este ciclista belga se ha perdido y a punto está de ponerse a llorar buscando a su señora.Una burbuja donde respirar la misma fritanga, el mismo sudor y, en definitiva, la misma cultura.
Y yo, tan feliz.
LaAlquimista