Gaia nos cuenta su Paseo por el parque de Cristina Enea.-
“El martes todavía no hacía calor apenas así que al salir de casa tiré hacia donde me llegaba brisa fresca. Hay un parque muy grande bastante cerca. a unos diez mil pasitos de los míos (lo que no es nada para mí), pero no sé qué le pasa a esta “humana” mía que la tengo que ir arrastrando de la correa en una imagen del mundo al revés. (Debe ser que está ya muy mayor y no me aguanta ni un asalto).
El caso es que seguí el olor del río hasta que llegamos al puente que lo cruza. Luego hay un ascensor -que no tengo yo las patas para subir cuatro pisos a saltos- y una pasarela que lleva al parque por encima de las vías del tren, que si pasa en ese momento hace temblar los maderos y ¡menudo susto para mi cuerpo de dos kilos!
Yo tiro y tiro de la correa a ver si se suelta y puedo pegarme unas carreritas o unos revolcones en la hierba, pero antes le arranco el brazo a esta mujer que me suelte de mis “grilletes”.
Ella dice que es por mi bien -cómo va a ser por mi bien ser LIBRE-, para que no me caiga por un terraplén o me coma un perro grande o yo me coma una cría de pato que tienen que estar bien sabrosas…
Pero creo que quiere protegerme de los humanos imbéciles que van en bici o en patinete a toda pastilla por unos senderos que confunden con carreteras. ¡Serán ignorantes!
Me gusta el estanque de los patos y los cisnes. No voy a saltar al agua porque ya en Berlín me caí a un lago y casi me ahogo y desde entonces el agua no la quiero más que para calmar la sed. (Tengo un trauma de infancia, qué le voy a hacer)
Mi humana se sentó en un banco -qué poco aguanta esta mujer- a mirar sin ver o haciendo como que pensaba algo importante-, pero yo creo que es que le dolía la rodilla, que tiene algo de menisco averiado desde hace años.
Yo me quedé contando los patos y oliendo las florecillas y lamiendo el rocío mañanero que me sabe más rico que el agua de la fuente.
Luego me cogió en brazos y entramos a ver una exposición muy rara en una casa muy antigua -aunque ella dijo que era muy bonita- como de semillas voladoras o plantitas de formas artísticas que me daban ganas de comérmelas…pero me porté bien ya que nos habían dado “permiso especial” para entrar.
A la salida vi un pavo real y quise darle un tiento, pero me pegó esta humana un tirón de la correa que casi me corta la yugular. (Bruta)
Disfruté mucho saltando entre la hierba y correteando por entre los árboles -siempre arrastrando carga humana-, pero me viene muy bien hacer ejercicio de “cardio” para mantener mi tipo de perrita chulita y bonita.
Luego ya de vuelta nos sentamos en una terracita y ella sacó su libro, pidió un agua mineral con gas con chorrito limón y a mí me dio varias chuches/premio.
La siesta me duró casi cuatro horas, pero me lo pasé genial.”
Fin.
Gaia Lupita Cenpasúchil de Arruti.
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