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Cecilia Casado

A partir de los 50

No me voy de vacaciones sino de viaje

Lo que todavía me hace feliz lo tengo muy claro si bien se me han ido cayendo por el camino unas cuantas “agradables costumbres” que fueron pilar importante de mis años jóvenes y de madurez, como salir por la noche, apuntarme a jolgorios diversos, pegar saltos tanto en dirección vertical como en horizontal y consumir con excesiva alegría y bastante falta de buen criterio “sustancias” que hacían daño a mi integridad física y mental. En esas “sustancias” incluyo los alimentos ultraprocesados, los bombones y dulces varios, así como el tabaco y el alcohol. Más allá de ese límite he sabido ser prudente.

Ahora, en pleno tránsito de una edad provecta conservo como oro en paño los placeres a los que todavía puedo tener libre y feliz acceso: lo que mueve mi mente y espolea mi curiosidad. Dicho así: lo intelectual y artístico y viajar por el ancho mundo.

El día en que me pese demasiado la maleta y no aguante estar de pie las horas de aeropuerto ni sentada las del avión…sabré que debo cambiar otra vez mis prioridades vitales. Sabré que el placer se reducirá a leer mis libros cómodamente sentada y ver películas y escuchar música y escribir quisicosas inventadas para animarme el intelecto y emborronar pequeños lienzos con los lugares de mis recuerdos.

Pero de momento sigo con las botas puestas, “Conejito Viajero” en el bolso y un billete de avión que me llevará a 10.474 kms. –lo he mirado en la IA-. La primera parte del viaje, que no es otra que la emoción de su preparación, ya está casi completada: he visto documentales de La2 y leído libros sobre el país que voy a visitar. He contactado con personas autóctonas y he previsto la ropa que me tendré que poner para pasar del frío del sur al calor del norte y no morir en el intento. He hecho la maleta con bolsas organizadoras y bastante sentido común. Veintitrés kilos de ilusión emocionada, como un crio con zapatos nuevos.

Me voy de viaje porque la vida es eso precisamente, una aventura con itinerario flexible, que admite cambios pero no reembolsos, un tren que a veces descarrila y otras se salta estaciones perdidas. Una odisea para la que no valen los “por si acaso” en la maleta emocional porque todo es imprevisible: un resbalón, la erupción de un volcán, un golpe de Estado, un loco al timón. Para mí la vida es esto: “prueba/error” sin más afán que el de seguir escudriñando hasta el último recodo del camino.

En las próximas semanas dejaré de lado libros y películas, porque estaré escribiendo mi propia historia y mi personal guion; el decorado será “natural” –de mucha naturaleza- y espero que el “elenco” me acoja con los brazos abiertos, tal y como están los míos y mi mente.

Con volver entera y que mis vecinos me cuiden la casa –y las plantas- estaré muy agradecida. Y si no puedo volver, mis hijas ya conocen las claves de mi tarjeta Visa y, como resumen de mi filosofía de vida, “que me quiten lo bailao”.

Felices los felices.

LaAlquimista

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Temas

Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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