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Cecilia Casado

A partir de los 50

Reencuentros en Madrid.- (VI)

Mi amigo catalán Manel Castellá es galerista y organiza exposiciones en Madrid. Esta vez hemos coincidido en fechas y me ha dedicado cuatro horas –todo un lujo con lo ocupado que está- para ponernos al día y de paso dedicarnos a algo que a los dos nos gusta mucho: comer y beber lo mejor que se pueda. Primero hicimos el vermú en el Mercado de San Antón y ya predispuestos cruzamos la calle para sentarnos en la típica “tasca con encanto”, esos sitios “de toda la vida” donde la dueña/cocinera todavía trajina en los fogones y todo lo que sale a la mesa está para chuparse los dedos. La casa de vinos y comidas “El comunista”. El estómago me pedía cuartelillo después de casi una semana de restaurante y me pedí unas vainas con patatas de primero, aunque luego pequé, como no podía ser de otra manera, con la especialidad de la casa: unos callos que se iban del mundo. Untuosos, gelatinosos, en su punto exacto de picantillo y pidiendo pan y buen vino para hacerles los honores.

 

Por cierto que haciendo la tontería de “sácame una foto”, brindé por encima del plato de verdura y yo solita volqué la copa del Ribera del Duero sobre el plato humeante de las vainas. ¡Sacrilegio! Entre risas y servilletas me las comí con el “nuevo condimento” añadido.

(No pedí otro plato y tampoco me lo ofrecieron, yo asumo mis responsabilidades, no como otros que salen en el telediario en plan chulesco echando la culpa a los demás de sus propios manotazos y errores). Perdón por la digresión.

Lo bueno de estos sitios es que no sientes que abusan de tu buena fe, que respetan al cliente dándole en justicia lo que está pagando con su dinero, sin trucos ni timos. Buena comida a buen precio y servida con amabilidad. A ver si cunde el ejemplo que en mi tierra andamos muy justitos –y bastante cabreados- con la hostelería que se ha venido arriba con un turismo desaforado y nos lleva por la calle de la amargura con el maldito “no hay servicio de terraza” y reservas avaladas por el banco –o la Visa, que es lo mismo-. No comes en ningún lugar decente (o indecente) si no has reservado con mucha antelación.

Un paseíto corto nos llevó a uno de esos hoteles lujosos que tanto me gustan y a sus salones con sofás principescos donde degustar un gintonic con todos los sacramentos necesarios –y muchas gominolas de colores-. A ese respecto, me parece un atentado contra la salud, la inteligencia y el buen gusto que te ofrezcan un cuenco con “derivados gomosos del petróleo” para acompañar una copa de buena ginebra y buena tónica. Por lo menos no le añadieron trozos de clavo, pétalos de flores secas o una rodaja de colinabo, que parecen un plato de lentejas…

Me gusta hablar con mis amigos de lo divino y de lo humano, incluso de política aunque no acudamos todos al mismo abrevadero, siempre se aprenden cosas si sabe ensanchar la oreja y abrir la mente.

Manel se fue a lo suyo, a dar los últimos toques a la exposición, que se inaugura el viernes, y yo me fui a deambular por las calles del centro de Madrid, que me gustan mucho tirando a muchísimo.

En el edificio donde alquilo el “campamento base” hay un perrillo pomerania que suele sacar a pasear a su dueño después del desayuno y a la caída de la tarde, hemos coincidió varios días. Yo hago caso a los perrillos simpáticos y más si llevan añadido dueño simpático. Así que pegando la hebra, que si yo soy andaluz venido a Madrid y yo vasca de visita, surgió de la nada una ronda de tardeo retardado, la sed que dan los callos, madre mía. Al final entré por la puerta de casa después del telediario y me libré de tener que ver el careto de esos políticos infames que siguen embarrándose unos a otros con luz y taquígrafos para vergüenza del “respetable” que no sabe ya para qué lado mirar.

Estaba tan cansada que hubiera cenado la crema de calabaza (también de “take away”) en la cama, pero hice un esfuerzo para no manchar lo que no es mío. La app del móvil me va chivando lo que ando cada día: hoy, catorce kms. y eso es porque todo lo que quede a una distancia no superior a 6 kms. (hora y media) me lo hago pateando, que me sienta genial para el lumbago, el menisco roto y sobre todo para sentirme activa y proactiva, signifique esto último lo que signifique…

Felices los felices.

LaAlquimista

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Filosofía de Vida y Reflexiones. Lo que muchos pensamos dicho en voz alta

Sobre el autor

Hay vida después de los 50, doy fe. Incluso hay VIDA con mayúsculas. Aún queda tiempo para desaprender viejas lecciones y aprender otras nuevas; cambiar de piel o reinventarse, dejarse consumir y RENACER. Que cada cual elija su opción. Hablar de los problemas cotidianos sin tabú alguno es la enseña de este blog; con la colaboración de todos seguiremos creciendo.


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