“La tanorexia o adicción al bronceado describe la condición en la cual una persona genera una necesidad obsesiva para lograr un tono de piel más oscuro, ya sea tomando el sol al aire libre o mediante cabinas de rayos UV.”

El anxia por ponerse morenos hace que la gente vaya a tumbarse en la playa y cocinarse voluntariamente “vuelta y vuelta”, para adquirir primero el color de los langostinos a la plancha y llegar al tono del chuletón churrascado. Es gente a la que le da todo igual excepto renunciar a su personal paradigma de la belleza veraniega que también es como llevar la etiqueta del que se ha ido de vacaciones a un lugar paradisíaco…y caro. Supongo que también habrá quien e busque desconectar y huir de rutinas poco agradables, cambiando la auténtica “zona de confort” por una especie de tortura de aire caliente, vapor irrespirable y arena pegajosa.

Pero a lo que voy, que me disperso.

Observo al personal tumbado bajo unas sombrillas de cuatro duros que no siempre detienen los rayos UVA –que esa es otra- “sofriéndose” por partes (abdomen, piernas, espalda, brazos y rostro), llenando el aire circundante con diversos pestazos de mala perfumería y contando las horas que les faltan para concluir el sacrificio ritual de que te pique el cuerpo, te escueza la piel y no puedas dormir por la noche con tal de regresar a casa y recibir la alabanza de las alabanzas –según el ranking de las vanidades sociales-: “¡Anda, qué morena estás”!. Que por cierto es una frase que no se les dirige a los hombres y no sé por qué, como si fuera algo que ellos no hacen.

El caso es que el mar, el maravilloso mar, limpio todavía de los desaguisados de la hostelería costera, los navegantes de edificios flotantes y personal de a pie, ni lo catan. Que está el agua fría, dicen, aunque dentro de unas semanas se sumerjan contentos y felices en una especie de caldo del asilo marítimo con todo tipo de materia –física y química- flotante.

En cuanto a esa ansiedad por quemar nuestra preciosa piel blanca y convertirla en un mal lienzo emborronado de manchas oscuras y patologías malignas por debajo de la epidermis que acabarán deteriorando sin remedio la dermis y las células que componen nuestra maravillosa piel a la que torturamos por mor de no sé qué estándares de belleza de este siglo… no es más que un negocio puro y duro para vender los productos que aceleran la quemadura solar inevitable. El “moreno” no es un color bonito, sino la señal de que la piel se está quemando. Y al que no lo sepa que busque en la IA que lo dice bien clarito, sí, eso de la melanina y tal…

Yo soy de sombras, que es lo mejor que tiene para mí el sol. Sombra en el chiringuito con café cortado para templar el ánimo, sombra en la terraza mientras pinto a media mañana, sombra para leer después de la siesta y, sombra natural en el paseo del atardecer. Las que menos me gustan son las sombras que todavía llevo dentro, como corresponde a un ser humano que demasiadas veces está disconforme entre lo que piensa y quiere hacer y lo que siente y no puede llevar a cabo.

Felices los felices.

LaAlquimista

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