Nunca he hecho vacaciones en Agosto. Es un mes que me sobra en el calendario por manoseado, invadido y falto de interés. Quizás su única pretensión mínimamente aceptable sea la de moverse de un lado a otro en una danza alocada como cuando algún crío gracioso –o no tan crío- dirigía el chorro de su orina sobre un hormiguero.
Necesito estar tranquila por auto prescripción interesada, pero sobre todo cuando los demás andan como pollos sin cabeza, en pantalón corto y chanclas, buscando llenar las horas del día con algo “diferente” que les haga olvidar lo “indiferente” de su rutina habitual.
A mí ni me pillan ni me pillarán. Me quedo en la ciudad –más bien en mi barrio-, durmiendo bien en mi cama, en el oasis silencioso que dejan los vecinos que sí se han ido fuera de vacaciones.
Estuve en “mi otro mar” entre mayo y junio y no volveré hasta mediados de septiembre, cuando los días son más cortos, el agua del mar está más fría –espero- y los tiernos infantes hayan vuelto al colegio dejando arenales, parques y paseos libres de gritos y esas cosas que hacen los niños “cuando se comportan como niños” y sus padres no les hacen caso.
Aunque he de confesar que este verano estoy muy ocupada y por eso no puedo moverme de casa. Es por la “cosa esa” de la inhumanidad que el Ayuntamiento ha colocado en el barrio en forma de emigrantes de Mali, pidiendo asilo como refugiados de guerra. Han venido para quedarse mientras Inmigración hace como que les gestiona un permiso para trabajar en este país. Quieren TRABAJAR y no me parece mal que aporten a las arcas del estado siempre y cuando no les exploten esos empresarios que todos sabemos quiénes son y dónde están.
De momento, cada día, a las nueve y media de la mañana, unos cuantos vecinos voluntarios bajamos a darles el desayuno, porque no es cosa de que se nos mueran de hambre en la puerta de casa. Es un “voluntariado en zapatillas” que hemos formado entre unas pocas vecinas y vecinos, rascándonos el bolsillo para consolar su estómago en vez de gastarlo todo en vacaciones. No es nada del otro mundo esa ayuda que se les da, leche, un bocadillo de sardinas, algo de fruta, pero es mucho más de lo que da el Ayuntamiento –o cualquier otra institución sobre la que recae esta responsabilidad- que es CERO PATATERO.
Así que, como ya hay tarea para el mes de Agosto, además de las fiestas, adornar la ciudad, recibir a los turistas y sacarse selfies con la bahía de telón de fondo, aquí estamos, los de MI barrio…
Felices los felices.
Malgré tout.
LaAlquimista
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