La Guerra de Corea. Pasado, presente y futuro (1592, 1951, 2013...) | El correo de la historia >

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Carlos Rilova

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La Guerra de Corea. Pasado, presente y futuro (1592, 1951, 2013…)

Por Carlos Rilova Jericó

En los últimos días parece haberse templado mucho el escalofrío que recorrió los medios de comunicación -justo antes de que empezasen las últimas vacaciones de Pascua- a raíz de la declaración de guerra -más que probable, nuclear- que lanzó el monarca comunista de Corea del Norte, Kim Jong-un, contra su odiado vecino del sur de esa pequeña península asiática

Sin embargo, basta con darse una vuelta por los periódicos en sus ediciones de papel, por los noticiarios televisados, por Internet (por supuesto)… para percatarnos de que, a pesar de la abrumadora cotidianeidad que nos impide ver como una amenaza real e inminente la escalada de tensión entre las dos Coreas, el problema -como el dinosaurio del hipermicrorrelato de Augusto Monterroso- sigue ahí cada vez que nos despertamos, devolviéndonos a los tiempos de la Guerra Fría en los que se temía, casi a diario, de un modo constante aunque difuso, el estallido de una guerra nuclear que borraría de la faz de la Tierra todo rastro de vida humana más o menos civilizada. 

Resulta, en definitiva, difícil saber qué pasará realmente con esas amenazas, tan reales, lanzadas por Kim Jong-un (o tal vez por la casta militar coreana, columna vertebral de ese régimen policíaco, orwelliano, que parece manejar al “Brillante Camarada” a la sombra del trono de Pyongyang).

También hace que resulte difícil para el historiador añadir algo inteligente sobre esta cuestión el sorprendente hecho de que, pese a esa posible amenaza de guerra nuclear, circulen por la red algunos comentarios asegurando -habría sido raro que no hubiera ocurrido así- que Michel de Nostradamus ya había previsto esta nueva guerra devastadora (aunque cabría preguntarse cuál no previó en sus confusas “cuartetas”). Revelación -es difícil usar otro término- que sería confirmada, nada más y nada menos, que por la arrasadora aparición del video viral “Gangnam style” del surcoreano PSY. El mismo con el que se ha estado atormentado a las pupilas y los oídos de sufridos espectadores que se han visto acosados por él en la TV convencional y, sobre todo, en la red…

Un panorama tan mentalmente estragado, como vemos, en el que se mezclan amenazas de bombardeo nuclear y bromazos sobre supuestas profecías apocalípticas de Nostradamus, parece hacer, en efecto, muy difícil añadir nada sensato, desde el punto de vista de la Historia, sobre lo que parece estar ocurriendo o ir a ocurrir en la península coreana en los próximos días.  Sin embargo creo que se puede intentar.

Entre otras cosas porque parece aún más difícil guardar silencio sobre este tema en este espacio -que ya ha abordado cuestiones parecidas en el pasado sin mayor problema, como ocurrió con la Diada independentista catalana- y porque, realmente, sí hay unas cuantas cosas sensatas que se pueden decir, que se pueden comentar para ayudar a calibrar con más calma -y con más solvencia- lo que está pasando en Corea.

En efecto, para el lector en español hay, hoy por hoy, unas cuantas fuentes accesibles para informarse bien sobre el derrotero que realmente puede seguir la crisis coreana.

Lo básico sería empezar por remitirse a cualquier enciclopedia genérica sobre el tema. Desde las estándar en papel, hasta la ya inefable Wikipedia en la que se ha alojado un detallado artículo sobre la Guerra de Corea anterior a esta escalada -la más grave, la que dura de 1951 a 1953- que, entre otras novedades, nos revela que su autor es colombiano y que, como tal, ha dado una notable presencia en ese artículo a la inesperada -para muchos- intervención en ese conflicto de un pequeño contingente de tropas de esa nacionalidad. Remitidas a la península coreana dichas tropas para tomar parte en una guerra que -primera llamada a la sensatez y a la calma con respecto a lo que ahora parece estar ocurriendo en Corea a fecha de hoy-, fue mucho más grave que cualquier amenaza lanzada por un joven -tal vez también inexperto y desorientado- monarca comunista.

Aparte de eso existen para ese lector en español que quiera saber más sobre el hermético régimen norcoreano -el promotor de ese nuevo desasosiego de tintes apocalípticos- algunos textos de interés. Es el caso del cómic “Pyongiang“, publicado entre nosotros por Astiberri en el año 2005 y firmado por el dibujante canadiense Guy Delisle.

En ese trabajo se nos cuenta su peripecia personal a pie de calle dentro de ese país que parece salido de la pluma de Orwell. Delisle, en efecto, levanta acta en “Pyongiang” de las dificultades que existen en Corea del Norte para hacer la compra de un modo normal. Incluso, como fue su caso, para los enviados allí en el marco de programas de trabajo conjunto entre el régimen y empresas occidentales. “Pyongiang” también nos habla de los cortes de fluido eléctrico, de los grandes edificios de carácter monumental completamente -o casi completamente- vacíos y al servicio de prácticamente nadie, ni siquiera de los jerarcas del partido. El cómic de Delisle nos describe, en fin, el clima de recelo continuo que existe en Corea del Norte, donde incluso la malévola invitación a leer el “1984” de George Orwell se convierte en motivo de pánico entre algunos de los súbditos de Kim Jong-un que caen, por una razón u otra, en el radio de acción del burlón espíritu de un Guy Delisle más audaz que prudente.

Otro libro bastante asequible para el lector en español que quiera ponerse en antecedentes de la trascendencia real de los sucesivos ultimátums lanzados por el “Brillante Camarada”, es la novela “El canto de la espada”. Fue publicada también en 2005 por Trotta y en ella su autor, Kim Hoon, reconstruye los últimos meses de vida del almirante I Sunsin (más habitualmente transcrito como Yi Sun Sin). De ese modo se  nos aporta una notable cantidad de datos sobre la llamada “Guerra Imjin”, en la que Corea triunfará gracias a los barcos acorazados -los “kobukseon”- inventados por I Sunsin. Un conflicto entre Japón y Corea provocado por la invasión de esa península por parte del imperio del Sol Naciente en la que también se verá involucrada China, erigida, durante siglos, en la tutora de la península coreana y de toda esa área de Asia que alcanza hasta el Tíbet.

“El canto de la espada” es una obra valiosa -al menos mientras se publica por la Unesco, o no, el verdadero diario de guerra de del almirante I Sunsin- porque nos informa de manera bastante fidedigna sobre las raíces del problema actual y -lo que es aún más importante para interpretar correctamente esta crisis- cómo ha variado entre esos finales del siglo XVI de la Era Cristiana y la actualidad el equilibrio geoestratégico en esa parte del Mundo.

En efecto, gracias a “El canto de la espada” podemos ver que la guerra y la paz en esa parte del Mundo han estado ligadas a las ansias expansionistas de los dos principales imperios en lucha por la misma. A saber: el Imperio del Centro, más conocido como “chino”, y el japonés.

Algo de lo que, por cierto, fueron testigos de excepción varios agentes comerciales y capitanes  aventureros vascos -como Mariano Olea- que representan a finales del siglo XVIII los intereses españoles en esas latitudes, como podrán comprobar, los que sientan curiosidad por ese dato, leyendo la biografía de Manuel de Agote y Bonechea publicada en la edición electrónica de la Enciclopedia Auñamendi.

En ese conflicto de larga duración por el control de esa que los imperialistas japoneses llamarían durante la Segunda Guerra Mundial -algo cínicamente- “esfera de coprosperidad asiática”, Corea será con frecuencia escenario de enconadas batallas y de catastróficas escenas bélicas de las que ha quedado un recuerdo nada glorioso. Por ejemplo en el aireado caso de las esclavas sexuales utilizadas, a miles, por los japoneses durante esa última invasión de Corea, o en el de los horrores vividos durante la encarnizada guerra civil entre los comunistas del norte y los coreanos del sur apoyados, respectivamente, por China -que vuelve a ejercer su tutela sobre la península, reclamándola como uno de sus “reinos vasallos”, a pesar del drástico cambio de régimen, sufrido por el gigante asiático-, y unos Estados Unidos que no están dispuestos a dejarse arrebatar su casi recién adquirida influencia sobre esa orilla del Pacífico…

Un orden de cosas que, sin embargo, hoy por hoy, ha dejado de estar vigente, en gran medida, para unos Estados Unidos y una China que no parecen muy proclives a enturbiar sus buenas relaciones comerciales por hacer valer unas influencias geoestratégicas heredadas, en cada caso, desde los remotos tiempos de la fundación del imperio chino como tal o del primer imperialismo yankee de finales del siglo XIX.  

Es más, en el caso de la actual China, resulta difícil imaginarla, en serio, organizando una nueva guerra sólo para defender a un régimen absolutamente inviable, que, probablemente, como han señalado algunos analistas, tan sólo está amenazando con provocar una nueva guerra de Corea -en apariencia de imprevisibles consecuencias- por la misma razón que otras dictaduras antes que ella -la argentina, por ejemplo- la han intentado provocar. Es decir, para canalizar un creciente malestar interno hacia afuera y salvar así con una desesperada huida hacia adelante a un monstruo político que se tambalea, que siente flaquear sus fuerzas sabiendo que no tiene ya razón de ser ni manera de mantenerse en pie. Ni siquiera por medio de la conversión de todo el territorio nacional en un inmenso “campo de reeducación” para unos súbditos que cada vez parecen tener más claro que no hay razón por la que deban morirse de hambre para mantener los privilegios de una élite…

Desde el punto de vista de la lógica, de la Historia, a eso y poco más se puede reducir esa nueva amenaza de una escalada bélica en Corea que, muy probablemente, no acabe, como no acabó la de 1951-1953, en un conflicto generalizado, apocalíptico, con armas atómicas.

Aunque, naturalmente, con lunáticos como los que rigen estos que podrían ser los últimos días de esa extravagante dictadura, cualquier cosa es posible y no se puede descartar totalmente que veamos florecer uno o varios hongos atómicos, para horrorizarnos como no nos horrorizábamos desde Hiroshima o Nagasaki, pero que sellarían -muy probablemente- el hundimiento definitivo del que sería el breve reinado del “Brillante Camarada” Kim Jong-un. 

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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