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Carlos Rilova

El correo de la historia

“Poteando en la Historia”. Palabras con Historia, palabras con trampa.

Por Carlos Rilova Jericó

No es la primera vez, es la segunda, en la que en este correo de la Historia hablamos de palabras, dichos, expresiones… de uso cotidiano y que tienen un origen y un significado muy distinto al que les atribuimos. En los primeros compases de esta publicación hablé en su día de la expresión “a palo seco”, de su origen y de lo que en realidad significaba.

Hoy dos jóvenes historiadores, Iker Echeberria Ayllón -de la Asociación de historiadores guipuzcoanos- e Iñigo Tamés Ibáñez, nos traen -para descanso del que estas líneas firma; al menos por esta semana- otro sorprendente y bien documentado caso en un artículo que han titulado “Poteando en la Historia” y trata sobre el verdadero origen y significado de la palabra “zurito”. Esa que muchos creen, en realidad,  un vocablo vasco para llamar, por algún nombre, a lo que del Ebro para abajo se denomina “corto” de cerveza. Nada más lejos de la realidad. Como podrán comprobar con sólo seguir leyendo. On egin, o, como se dice eso mismo al Sur del Ebro: buen provecho.

“Poteando en la Historia”

Por Iker Echeberria Ayllón e Iñigo Tamés Ibáñez

Su consumo se pierde entre las generaciones más recientes. Y es que ya son pocos los jóvenes que piden un zurito a fin de avivar sus conversaciones en ese acto tan antiguo y arraigado en nuestra sociedad como es el de potear junto a los más cercanos. Lo que ahora se precia, cosas de esta exagerada juventud, es el cañón. Sin embargo, todo vasco probado, euskalduna o no, conoce el significado de la palabra. Y decimos euskalduna por poner cierto énfasis en un hecho contrastado; son muchas las personas que reconocen al vocablo zurito en el euskera por tratarse de un término propio, defenestrado por la RAE y tan sólo reconocible en el diccionario Elhuyar junto a tabernas y bares de toda Euskal Herria. Cruzado el Ebro, o uno se aplica para pensar en cortos, o no hay manera de obtener semejante brebaje.

Al medio vaso o txikito de cerveza, nos asombre o no, lo nombramos zurito en referencia a un joven torero cordobés del pasado siglo. Las informaciones resultan confusas y en ocasiones contradictorias al tratarse éste, de un tema que bien podríamos incluir dentro de una historia oral y no escrita. Una anécdota más que pasa desapercibida a ojos de nuestra siempre particular memoria.

Como bien nos comentó el fallecido profesor Luis Bandrés en un artículo escrito para la publicación Irutxuloko hitza (2006), corrían los años sesenta cuando en un reciente pasado de tradición taurina, vecinos de la Parte Vieja donostiarra decidían fundar la Peña Taurina Zurito en referencia al prometedor novillero. Un mero pretexto para que vecinos y amigos se congregaran, dinamizando sus encuentros en torno a cenas, corridas de toros, rondas de txikiteo y demás actividades como rifas y sorteos.

Y las primeras confusiones comienzan aquí. Tal y como recoge Ruth Pérez de Anucita en un artículo para el diario Noticias de Guipúzcoa (2010), fue Patxi Alkorta, sin duda uno de los personajes que enriquecen y ayudan a comprender la historia donostiarra del siglo XX, uno de los fundadores de la Peña Zurito. Y el desorden, acaso inexplicable, deriva de un hecho tan necesario en Historia como es el de la imprevisible casualidad. La eventualidad de que alguno de los papeles pertenecientes a dicha peña se conservara hasta la actualidad en manos de la familia Loretxu, taberna donostiarra situada en la calle Fermín Calbetón.

Confirmando lo anunciado por Bandrés, la peña Zurito comenzó a agruparse con sede en los bajos del Loretxu. Conocidos aldezahartarrak como los cuatro hermanos Subijana, Hilario Olasagasti o Periko Sagarzazu, formaron esta pequeña congregación que para el año 1965 contaría con un total de 54 miembros. Sin embargo, el inconveniente mencionado con las anteriores crónicas deriva de un significativo hecho; el conocido Patxi Alkorta, al que sin lugar a dudas hemos de considerar como posible autor de la expresión zurito, no consta en ninguno de dichos documentos como miembro de la peña. Habiendo sido fundada en su baluarte de la Fermín Calbetón para el año 1963, desconocemos su presencia hasta la fecha de 1966, si acaso identificable con una misiva dirigida al presidente de la peña unos meses más tarde con dirección en la calle Puerto 8 bajo, lugar donde podría situarse la antigua taberna Iru-Txulo por él regentada. Que posteriormente la sede se trasladara a dicho local, nos confirmaría su presencia años después. Con la documentación disponible, no estaríamos en facultades de confirmar su pertenencia a la peña antes de la expresada fecha.

Como ya comentábamos con anterioridad, la historia oral juega un importante papel dentro de este episodio perteneciente a la cultura popular donostiarra. Todas las crónicas y testimonios apuntan a que fue Patxi Alkorta, el mismo que comenzó a lanzar los cohetes en el antiguo Atotxa en señal de goles, el que utilizó por vez primera, y suponemos que en tono jocoso, la expresión zurito. Obviamente, desconocemos el momento y lugar, lo que no resulta óbice para confirmar lo que el profesor Bandrés nos narraba en su crónica. A saber. Que el miembro de la peña Carlos Pérez Garrido era, en contra de la costumbre, aficionado a beber cerveza. Como por aquel entonces ninguna taberna donostiarra contaba con los actuales cañeros, en la habitual ronda de txikiteo éste consumía media cerveza embotellada y pedía al amigo tabernero que le guardase la otra mitad con vistas a la consumación de una más que previsible segunda vuelta al ruedo. Y así, por ser un miembro de la peña Zurito el extraño consumidor de ese medio vaso de cerveza, se le comenzó a llamar zurito, hoy reconocible en los límites geográficos del euskera y formulado sobre el apodo de un joven novillero cordobés llamado Gabriel de la Haba, tercer miembro de la dinastía de los Zuritos. En definitiva, un término perteneciente a la liturgia taurina desde el siglo XIX y que resurgiría desde el euskera y para el propio euskera a mediados de los años sesenta en referencia al medio vaso de cerveza o txikito.

Pero existe otra llamativa versión de los hechos. Esa que nos habla de que fue el propio Gabriel de la Haba Vargas “Zurito” el singular personaje cuyo gusto por el popular vino quedaría en entredicho. Así las cosas, corría el año 1964 cuando en una cena celebrada por la Peña Taurina Zurito en la sociedad Gaztelubide quedaba retratada la insólita imagen del joven cordobés junto a su característica botella de cerveza (nótese también el vaso de cerveza situado a su derecha).

Al hilo de esta particular historieta, cabría añadir una sugestiva reflexión final sobre lo curiosa que resulta la construcción cultural de nuestra memoria histórica en torno a  lo que podríamos definir como “propio” y “ajeno”. En la actualidad, prácticamente toda Guipúzcoa comienza a prescindir de una afición taurina que, nos guste o no, ha sido de las más destacadas en los últimos siglos. Que se hayan documentado eventos relacionados con la tauromaquia en tierras euskaldunas desde el siglo XVI o que una importante cantidad de municipios guipuzcoanos cuente a día de hoy con cosos taurinos, buena cuenta dan de ello.

Curiosamente, parece que en la actualidad se sirve como ajeno el gusto por la lidia gracias a la intromisión de factores ideológicos que vienen a desvirtuar nuestra memoria histórica. Que también se haya dado en sentido anverso, es decir, una ostentación que empareja lo español con la tauromaquia hasta el punto de identificarse como “fiesta nacional”, no hace sino enturbiar nuestro reconocimiento a los gustos culturales y populares de nuestros antepasados más cercanos. A día de hoy criticamos la lidia por la tortura a la que se ve sometido el animal, lo cual encaja perfectamente en nuestros actuales esquemas mentales y que sin embargo, no compartiríamos con nuestros más inmediatos ascendientes. Que gentes de Donostia, Tolosa o Azpeitia disfrutasen de corridas de toros y su preceptivo txikiteo, no entraría en contradicción alguna con su condición de euskaldunas pese a lo que hoy nos pueda parecer y algunos nos quieran vender. Y ese, amigas y amigos, es un escollo que podemos evitar.

A partir de un hecho anecdótico como el origen de un término tan extendido entre nosotros los vascos, uno puede, además de aprender algo sobre nuestra Historia popular más reciente, reflexionar brevemente sobre lo que creemos que nos puede pertenecer, que nos resulta ajeno y lo más importante aún, que podemos permitir que nos atribuyan como una u otra cosa. Tan cultural era el hecho de que muchos guipuzcoanos disfrutasen de los toros imaginando zuritos, como que a día de hoy muchos reneguemos de tan lamentable espectáculo. Cada generación se sirve de lo suyo. Algunos de zuritos tras los toros, y otros de cañones con el futbol.

Maialen, Eneko ta Fernández familia, mila esker.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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