Fernando de Aragón y las ninfas del Bidasoa. Apuntes sobre “La invención del pasado” (1476, 1512, 2015...) | El correo de la historia >

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Carlos Rilova

El correo de la historia

Fernando de Aragón y las ninfas del Bidasoa. Apuntes sobre “La invención del pasado” (1476, 1512, 2015…)

 

Por Carlos Rilova Jericó

 Este nuevo correo de la Historia nació a raíz de una conversación  telefónica con un amigo que me llamó la semana pasada para  recomendarme un libro de un colega historiador -Miguel-Anxo  Murado- así titulado: “La invención del pasado”.

Bueno nace de ahí, de otra conversación telefónica con otro amigo  acerca de cuáles podían ser los episodios más o menos presentables  de la Historia de España y, asimismo, de mi firme propósito de no hablar hoy del 9-N y el referéndum catalán. Aunque me temo que al  final acabaremos ahí, de nuevo, más tarde o más temprano. Puede  que incluso en algún resquicio de este nuevo correo de la Historia.
Pero mientras llega ese momento fatídico de volver a enfrentarnos al nefasto callejón sin salida al que nos ha llevado nuestra Historia reciente, vamos a centrarnos en el libro de Miguel-Anxo Murado.

Tal y como sospeché a resultas de la citada conversación en la que me lo recomendaron, es una especie de versión española de otro libro de Historia del que ya les he hablado en otros correos de la Historia, “El pasado es un país extraño”. Obra de la que Murado, en efecto, se reconoce deudor en la bibliografía de su propio libro.

La tesis de la obra de Miguel-Anxo Murado es que la idea que tenemos de la Historia de España hoy día -de lo que él llama el canon sobre nuestro pasado- es cosa de varios historiadores de principios del siglo XX. A saber: ClaudioSánchez-Albornoz, Américo Castro y Ramón Menéndez Pidal.

Sobre todo de este último, que es casi el eje central del libro de Murado. Desde una impagable foto de portada, en la que se le ve recibiendo de manos de Charlton Heston una supuesta réplica de la espada del Cid, hasta las conclusiones finales.

Sí, Miguel-Anxo Murado deja claro que esos tres historiadores -desde la derecha, desde la izquierda, desde España, desde el exilio…- contribuyen a crear, entre comienzos del siglo XX y mediados de esa centuria -precisamente cuando se rueda “El Cid” con Charlton Heston de protagonista-, la idea que tenemos del pasado de España como una línea continua. Una que iría desde los “Celtíberos” a la actualidad, pasando por figuras convenientemente “arregladas” como la del Cid recreado por los estudios de Menéndez Pidal y el no menos “arreglado” -según dice M-A. Murado- emperador Carlos V.

Desmontando a personajes como esos, o más bien la semi-ficción creada en torno a ellos, Murado llega a la conclusión -similar a la de Jane Austen- de que gran parte de nuestra historia es ficción y hay que leerla -en libros de Historia lo mismo que en otros canales de difusión secundarios (novela, cine…)- con un sano escepticismo…
Un sabio consejo que hace, en efecto, muy recomendable la lectura de “La invención del pasado” de Miguel-Anxo Murado.

El único problema es que el escepticismo es como un rizoma. Una vez puesto en marcha, no deja de crecer y nos conduce, finalmente, a ser escépticos hasta con el propio escepticismo. Lo cual nos devuelve, en cierto modo, al principio, antes de que el rizoma empezase a expandirse sin parar.

Así es, leyendo con más de una sonrisa en la comisura de mis bigotes el libro de M-A Murado me he sentido escéptico, a veces, con su escepticismo.

Por ejemplo cuando desmonta que la unidad de España se produjera de modo automático con los Reyes Católicos.
Ciertamente eso es casi un lugar común entre los historiadores profesionales. Los que solemos andar entre documentos tan a menudo como nos es posible, nunca encontramos papeles salidos después del siglo XV de mano de un rey de “España” donde diga eso precisamente. Que era el rey de España y se acabo. Para eso hay que esperar hasta el siglo XIX en el que la retahíla de títulos “rey de castilla, rey de León, señor de Molina, conde de Barcelona…” va quedando reducida a rey de España y de las Indias.

Demostrada, pues, estaría la tesis de nuestro colega. Sin embargo, mientras leía ese pasaje de “La invención del pasado” no pude dejar de acordarme de algunas hazañas -vamos a llamarlas así- de Fernando el Católico, rey de Aragón en el siglo XV y principios del XVI, y consorte de la reina Isabel de Castilla. Concretamente me acordé de dos “hazañas” fernandinas que ocurrieron a orillas del río Bidasoa.

La primera tuvo lugar en el año 1476. En esos momentos el trono de Isabel se tambaleaba a causa de las luchas intestinas con las que ya se habrán familiarizado gracias a la exitosa serie “Isabel”, de la que -vaya eso por delante- no soy un fiel seguidor y por lo tanto no voy a opinar.

En ese río revuelto aparece en la frontera del Bidasoa un personaje escalofriante. Casi tanto como el propio Fernando de Aragón. Se trata del rey de Francia, Luis XI.

Dicen -y lo recuerda Murado en su libro- que Fernando inspiró a Maquiavelo su modelo de príncipe renacentista, poco escrupuloso, taimado, que antepone al interés político todo lo demás, etc…

Luis XI no le iba, en absoluto, a la zaga. Algo reconocido hasta por obras de un marcado chauvinismo, como pueden serlo los álbumes de la Librería Gründ con los que la infancia francesa de los años 30, 50… del siglo pasado aprendía su propio canon histórico. En el que dedica esa colección a Luis XI, no se oculta que se le dio el sobrenombre de “rey araña”, por su capacidad para tejer trampas y ardides.

Aún así un rival débil para Fernando de Aragón, que consiguió detenerlo ante las murallas de Fuenterrabía -hoy Hondarribia- tras levantar el sitio que había puesto a esa villa que se consideraba a sí misma -como decía en sus propios documentos, usando un lenguaje homérico- el antemural -es decir, la primera defensa- del reino.

No cabe duda, como sostiene Miguel-Anxo Murado, que la boda de Isabel y Fernando no creó mágicamente “España”. Sin embargo, episodios como esos, como el de 1476 y, más aún, el de la invasión de Navarra nuevamente desde las orillas del Bidasoa en 1512 -cuando la reina ya ha pasado a mejor vida-, demuestran, en hechos, que Fernando tenía en la cabeza una idea bastante clara de lo que luego se conformaría como nación a lo largo del siglo XIX y hasta hoy.

¿Cuál sería la moraleja de esa Historia protagonizada por Fernando de Aragón, que tanto debió entretener a las ninfas del Bidasoa en 1476, en 1512, en las bodas reales de 1615 entre las casas de Francia y España…?.

 Pues la verdad, aparte de que en la Historia hay conclusiones y no  moralejas, lo que podríamos deducir de los manejos de Fernando en torno a  la frontera del Bidasoa debería ser una advertencia acerca de que -como  sostiene Murado a una con Lowenthal- el pasado es un país extraño,  poblado de gente con la que sólo nos une un lejano parentesco, pero  asimismo que ese sano escepticismo sobre una supuesta Historia centenaria  -o milenaria- de “España” no debería llevarnos a creer que esa palabra, esa  idea y ese concepto se hayan creado antes de ayer y no tienen un verdadero  recorrido histórico que podemos remontar al siglo XV.

Y es que a la Historia le ocurre lo mismo que a los árboles: para existir  necesita raíces. Por mucho que, como nos advierte Miguel-Anxo Murado,  tengamos que observar esas raíces con un prudente escepticismo… Así  pues, que ustedes aprendan mucho de su propia Historia con la lectura de  libro tan imprescindible como “La invención del pasado”, pero no olviden  ser escépticos con el escéptico…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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