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Carlos Rilova

El correo de la historia

Sofocos (griegos) y mamelucos (egipcios y de otras nacionalidades). Notas sobre otro capítulo de una peligrosa deriva política. Europa entre 1945 y 2015

Por Carlos Rilova Jericó

Antes de decidir escribir hoy sobre este tema -evidentemente el controvertido referéndum griego a favor o en contra de las medidas de austeridad impuestas por el FMI, la Comisión Europea, etc…- me lo he pensado mucho.

Y es que, como el asiento vacío en la Tabla Redonda del rey Arturo, es un asunto peligroso. La última vez que traté de ese tema se me echaron a la yugular algunos anónimos lectores por haber tenido sólo, tan sólo, la, al parecer, osadía de recordar que Alemania no hablaría hoy tan fuerte de no ser por la paciencia que los griegos y los demás estados de la actual Unión han tenido con ella desde 1945 hasta la creación del euro. A lo que añadía que el supuesto “milagro” alemán se debe, en gran parte, a que ese país -que había arrasado Europa dos veces en un siglo- fue perdonado -empezando por la deuda de guerra que había generado- y se le permitió empezar de cero, obviando bastantes de los reproches que ahora sí se hacen a Grecia.

Finalmente, como ven, me he decidido a escribir un nuevo correo de la Historia que se mete, una vez más, a avisar de lo irresponsable de esas políticas, de esas supuestas “reformas” económicas que, en realidad, hasta esta última semana, han consistido -visto todo, insisto, desde una perspectiva histórica, no política, distingamos, por favor, una cosa de la otra- únicamente en desmantelar el estado del Bienestar creado tras la Segunda Guerra Mundial -por acuerdo tácito de Izquierdas y Derechas- para evitar un nuevo desastre como aquel que sólo puede explicarse por el ascenso del Nazismo en una Alemania devastada por una crisis económica sin precedentes y la desesperación que trajo aparejada a ella.

Hubo varios factores que me animaron a meterme finalmente en este desagradable asunto. Sin embargo el que más me ha animado a dedicar este nuevo correo de la Historia al actual drama griego ha sido la actitud de cierta persona, Christine Lagarde, que se definió a sí misma como la “criminal en jefe” del Fondo Monetario Internacional, que es la institución que, entre otras, ha contribuido a llevar al borde del abismo a Grecia y con ella al último reducto de seguridad que le quedaba a Europa de entre todos los bastiones levantados -desde 1945 en adelante- para evitar, de nuevo, una situación como la que, durante la Segunda Guerra Mundial, casi lleva a la autodestrucción al viejo continente. Ya saben, ese sitio cuna del Renacimiento, de los viajes de exploración del Mundo y de las ideas políticas de Libertad y gobierno del Pueblo por el Pueblo y para el Pueblo frente a dictadores, reyes absolutos y otros autócratas…

En efecto, Christine Lagarde, tuvo que acabar por reconocer la semana pasada que la deuda de Grecia es impagable, que hay que ir a una quita de la misma -más o menos lo mismo que se hizo con Alemania en 1945- y que el país heleno necesita hasta 52.000 millones de euros en créditos -no en prestamos draconianos- para reflotar su economía.

Hay que alegrarse de dicho cambio de actitud. La única pena es que la señora Lagarde no se haya dado cuenta antes. Antes de que, por ejemplo, muchos griegos se suicidasen por pura desesperación. (¿Se les hará en el futuro un monumento parecido a los que ahora hay en Auschwitz o en Dachau?. ¿Qué autoridades y de qué países les rendirán homenaje y en qué señalada fecha?).

Si la señora Lagarde o el señor Juncker o la señora Merkel -y mucho otros que no me voy a tomar la molestia de mencionar- hubieran sabido algo más de Historia, tal vez no hubieran incurrido en la irresponsabilidad de la que ahora, a resultas de la tenaz resistencia de una mayoría de griegos representados por Syriza, empiezan a arrepentirse.

Sí, si estas personas hubieran conocido la Historia de los mamelucos y su papel en la Historia, tal vez se habrían dado cuenta de que su plan -denostado a Izquierda y a Derecha. Por ejemplo, y respectivamente, en “Bancocracia” y en algunas columnas periodísticas de Juan Manuel de Prada- era inviable y así nos podríamos haber ahorrado en Grecia, pero también en España o Portugal, muchos disgustos.

Los mamelucos, como sabe cualquier español o española que conozca la obra de Goya o siquiera haya visitado el Museo del Prado, eran excelentes jinetes y feroces mercenarios al servicio del poder imperial otomano en el actual Egipto. Estuvieron allí, haciendo guardia, hasta que dicho poder colapsó en esa zona con la llegada de nuevos competidores. Lo que ocurrió a fines del siglo XVIII, con un tal Napoleón, que, finalmente, fue desplazado de allí por Gran Bretaña…

Napoleón, al que, parece ser, le gustó el estilo y combatividad de estos “mamalik” (palabra que, por cierto, significaba “esclavos, posesiones de raza blanca”), los incorporó a su Caballería y los llevó por medio mundo de victoria en victoria y, finalmente, de derrota en derrota, al servicio de su fracasado designio imperial.

En Madrid, el 2 de mayo de 1808, los mamelucos, estos fieles sirvientes de designios imperiales y opresores bien en Egipto, bien por toda la Europa napoleónica, se encontraron con uno de sus primeros obstáculos, cuando sus nuevos amos (Napoleón, sus mariscales, sus tropas, la burguesía francesa…), trataban de imponer su régimen por la fuerza en España. Aquel día, aquel 2 de mayo de 1808, los mamelucos, esos fieles sirvientes de distintos poderes imperiales, acabaron acuchillados, apuñalados, sableados, tiroteados… por un pueblo que ya no tenía nada que perder…

Es, más o menos, lo mismo que Christine Lagarde ha visto ocurrir antes sus ojos atónitos esta última semana. Parece que ha tenido más cabeza para entenderlo que Murat o Napoleón. Bienvenida sea esa recuperación de la cordura. Pese a la sangre derramada por los suicidas griegos, pese al infierno cotidiano de muchos españoles que ven mejorar los balances de grandes empresas con las “reformas” pero no su situación personal. Una que sólo se agrava a medida que dichas “reformas” van destruyendo el tejido económico de España para pagar una deuda generada no por esos contribuyentes, sino por empresas que, a la búsqueda de beneficios ilimitados, recalentaron esas economías y luego han pedido -cosa insólita, que no se admite a los particulares- que la Hacienda Pública -alimentada principalmente por los impuestos de una clase media hoy en vías de extinción- los sacase del atolladero.

Sí, si Christine Lagarde, Angela Merkel o Jean-Claude Juncker supiesen algo más de Historia probablemente nos habrían evitado todo ese cortejo de infames medidas económicas que ahora reconocen ser perfectamente inútiles cuando hace dos días -los huesos de los suicidas griegos se estarán revolviendo en sus tumbas, como la rabia se estará removiendo en el bajo vientre de muchos votantes españoles- se vendía como una poción curalotodo. Sí, si hubieran sabido algo más de Historia, habrían sabido que es un axioma histórico, tan cierto e inamovible como una ecuación de segundo grado, que los gobiernos de mamelucos no sirven para nada, salvo para exacerbar la desesperación y con ella la resistencia. Llámese esa resistencia Junta Suprema de Defensa, como en la España de 1808, o Syriza, como en la Grecia de 2015.

Y ahora, si quieren, echen a los perros, o a las fauces de la “Ley mordaza”, o a una lista negra, al historiador, pero los hechos seguirán estando ahí. Inamovibles, axiomáticos, pétreos. Como el Partenón de Atenas.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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