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Carlos Rilova

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La Historia es una ciencia muy desagradable. De la batalla de Andoain y la ejecución de la madre del “Tigre del Maestrazgo” a la nueva Diada (14-09-1837/ 11-09-2015)

Por Carlos Rilova Jericó

Sabía que esta semana no me iba a librar de hablar de las guerras carlistas y de la enésima celebración de una polémica Diada en Cataluña. Lo que no sabía es cómo iba a enfocar cuestiones en apariencia tan dispares. Eso lo descubrí, al fin, en la biblioteca del Museo Zumalakarregi emplazado en Ormaiztegi, en la que fue casa natal del más querido, mítico, y mitificado, general al servicio del pretendiente carlista español. Es decir, Tomás de Zumalacarregui.

Estaba yo en su bien provista biblioteca y archivo repasando papeles para completar el trabajo que -como ya saben quienes leen regularmente este correo de la Historia- preparo sobre la Legión Auxiliar Británica y allí me encontré, pidiendo información sobre el asunto, unos “Papers related to the War in Spain”, impresos por J. Harrison e Hijo en Londres en el año 1838. Fecha en la que, por orden de una entonces jovencísima reina Victoria, fueron presentados a la Cámara de los Lores en respuesta a la interpelación hecha allí el 19 de junio de ese año sobre la implicación británica en la segunda guerra civil española de la Edad Contemporánea.

Dentro venía, en las páginas 68 a 69 de ese impagable documento, una carta del caballero George Villiers remitida desde la embajada británica en Madrid a Lord Palmerston el 23 de abril de 1836.

En ella el embajador Villiers se despachaba a gusto con el ministro británico acerca de la muerte de la madre del llamado “Tigre del Maestrazgo”, el general Cabrera. Otro de los más conspicuos generales carlistas.

Decía el embajador Villiers que había hablado con el ministro Mendizabal sobre este asunto y sobre la indignación universal que había causado en Gran Bretaña el fusilamiento de la madre de ese general…

Era esa carta una cosa llamativa, pues episodios como éste han quedado fijados como tópicos en la memoria colectiva española que se sacan a relucir cuando se habla de ese pasado, que todavía es presente porque sigue levantando pasiones, de una u otra índole, hoy día.

En efecto, es fácil oír de la madre del general Cabrera en conversaciones o, incluso, leer sobre ella en artículos periodísticos que, entrando como un elefante en una cacharrería, tratan de demostrar teorías muy comunes -pero bastante chocantes desde el punto de vista histórico- sobre el salvajismo innato de los habitantes de la Península. Se trata de conversaciones o textos periodísticos en los que, merced a episodios como la muerte de la madre de Cabrera, se quiere demostrar que los liberales de la Primera Guerra Carlista tenían merecidas todas las represalias que les inflingían los carlistas cuando caían prisioneros (a los británicos, por ejemplo, el 5 de mayo de 1836 los cosieron a bayonetazos aún caídos e inermes, o les cortaron la lengua) o que “Spain is different”, sobre todo por lo que se refiere a decir que no es un país “normal” ni civilizado. Desde sus ministros hasta, por ejemplo, el último “chapelgorri”, soldados de choque de la Diputación liberal guipuzcoana de esas fechas con una bien ganada fama de brutalidad anticarlista incluso entre los británicos.

Bueno, pues documentos como la carta de Villiers a Palmerston dan una versión bastante diferente de hechos así. Según ese documento el ministro Mendizabal aseguró al embajador Villiers que el fusilamiento de la madre de Cabrera había indignado igualmente al gobierno español y, de hecho, se había detenido al general Nogueras, responsable de dicho fusilamiento, y se le había enviado, en situación de cuartel, a Valencia en tanto se revisaban todos los instrumentos legales que habían rodeado a la muerte de la madre del Tigre del Maestrazgo.

Por ejemplo documentos que, según carta del general Mina, indicaban que la madre de Cabrera era la principal inductora de un complot antiliberal fraguado en un punto del mapa de España que en esos momentos estaba bajo el estado de sitio. Es decir, bajo la Ley Marcial que implicaba juicios sumarísimos contra los que se vieran involucrados en actividades que hicieran peligrar el éxito de las armas del gobierno…

Se podrá discutir todo lo que se quiera sobre esto, como de hecho se hace, dando por vanas las explicaciones de Mendizabal, pero, en cualquier caso, ya se percatarán de que la Historia, contada documento tras documento, nada tiene que ver con explicaciones emocionales, viscerales, que pintan con unas tintas tan negras como falsas hechos históricos que, como cualquier cosa protagonizada por seres humanos, son mucho más complejos que esas simplificaciones baratas que, por una u otra razón, circulan por ahí.

El mismo Cabrera lo demostró largándose de España para vivir feliz en las afueras de Londres el resto de sus días tras 1839 casado con una dama inglesa, olvidándose de la sangrienta venganza con la que lavó la muerte de su madre, sin esperar a lo que dijera el ministro Mendizabal sobre la conducta del general Nogueras. Cuando el heredero de Carlos V le llamó en 1869 para unirse a una nueva guerra carlista, Cabrera acabó por mandar cortésmente al cuerno al nuevo pretendiente y al partido . Otro hecho histórico también a considerar por los que han hecho del fusilamiento de la madre de Cabrera un pilar sobre el que edificar teorías e interpretaciones que avergonzarían a un Neanderthal.

Como verán la Historia es una ciencia muy desagradable. Nos da sorpresas muy duras. A mí, personalmente, me hubiera gustado que los hechos que este sábado se conmemoraron en Andoain, la llamada batalla del 14 de septiembre de 1837, hubieran sido de otro modo. Por ejemplo que las tropas liberales no hubieran huido en desbandada dejando colgados a sus aliados británicos y a merced de las represalias carlistas que no respetaron el cuartel que a ellos sí se les daba de acuerdo a la convención de Lord Elliot. Sin embargo, matices aparte, que son para discutir en otro sitio, las cosas fueron así y yo estuve allí, en Andoain, este sábado participando, una vez más como historiador viviente o reconstructor, representando al cirujano Bain, que fue uno de los pocos británicos que salió vivo de Andoain gracias a su talento y determinación a la hora de desafiar el intenso fuego carlista que caía sobre las líneas de fugitivos del Ejército liberal.

Lo hice porque bien merece ese apoyo ese esfuerzo colectivo por recordar, por mantener la Historia viva. Porque cosas así ayudan a evitar que, por desagradable que pueda ser la Historia, se olvide, o se pervierta. Como ocurre en el caso de las teorías tremendistas sobre la “España negra”. O -esas tampoco están nada mal- las alentadas en novelas supuestamente históricas como la tan leída “Victus”. Esa que se ha convertido en un eficaz instrumento -uno más- con el que luego, como hemos visto el viernes pasado, se llenan las calles de Barcelona de independentistas que -con razón- no quieren saber nada de un país como el que les pinta el señor Sánchez Piñol en esa novela tan generosa y exitosamente distribuida por toda España.

Por más que lo que cuenta dicha novela, “Victus”, tenga una relación más que dudosa con lo que en un país europeo standard se considera Historia. Ya saben esa ciencia a veces muy desagradable, pero necesaria para considerarse una sociedad verdaderamente civilizada y que, sobre todo, es justo lo contrario de un cuento. Chino o de cualquier otra nacionalidad, pasada, presente o futura.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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