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Carta abierta de un historiador al cineasta Fernando Trueba, o ¿por qué fue mejor que ganase la Guerra de Independencia España?

Por Carlos Rilova Jericó

Estimado Fernando: hoy me siento audaz, aun con la resaca de las famosas elecciones plebiscitarias catalanas que, seguramente, quedarán en agua de borrajas -como hasta ahora- y, por tanto, me he decidido a escribirte esta carta abierta (perdona el tuteo, pero es que tras ver cine tuyo y oír tus declaraciones del sábado 19 de septiembre creo que hay confianza suficiente).

La razón para que haya decidido convertir este artículo semanal en esta carta abierta (en vez de en un mejor empleo de tiempo y espacio que, seguramente, me traería menos problemas y menos peligrosos resentimientos de personas influyentes , como puede ser tu caso), son las reacciones que ha suscitado el discurso -vamos a llamarlo así- que lanzaste el sábado 19 de septiembre de 2015. Lo recuerdas, ¿verdad?, fue cuando te dieron el Premio Nacional de Cinematografía y dijiste que no te habías sentido español ni cinco minutos en tu vida -eso a mi, en calidad de historiador, me da igual- y que cuando leías libros de Historia pensabas que qué pena que España ganase la Guerra de Independencia. Lo cual, a mí, en calidad de historiador, no me puede dar igual de ninguna manera. Como seguro comprenderás bien.

He leído, durante esta última semana, decenas de comentarios sobre estas palabras tuyas antes de decidirme a que este nuevo correo de la Historia se convierta en una carta abierta a ti, el director de cine Fernando Trueba.

He salido de dichos comentarios con el estomago levantado, por decirlo con delicadeza, en especial de los que aparecieron en la versión digital de uno de los diarios de mayor tirada nacional, “El País”.

En ellos, en general, salvo tu amigo Andrés Calamaro, se te ponía, como decía Pérez Galdós, “como ropa de Pascua”.

Es decir, te decían que devolvieras el dinero, que te largases de España, que eras un jeta, un piji progre y demás por el estilo.

Los peores comentarios, para mi punto de vista de historiador, eran, sin embargo, los de un gracioso, o graciosa, no sé, que había elegido como seudónimo “Tita Von Thyssen, baronesa tiesa”. Dicho avatar venía a justificar tu rotunda frase sobre “que qué pena que España ganase la Guerra de Independencia” señalando, ignoro desde que altura académica, que, en 1808, Napoleón era el representante de la revolución francesa, que venía a traer a España, y al resto de Europa, esas ideas avanzadas que ahora forman parte de esa cultura política cotidiana de la que los europeos nos sentimos muy orgullosos.

Abundaba la “baronesa tiesa” en todos los topicazos históricos habituales: España estaba corrompida, su corte generaba toda clase de cuchicheos (¡?), y los afrancesados, que eran unos españoles que querían lo mejor para su país, vieron en Napoleón la esperanza de que ese deseo se convirtiera en realidad.

Según la vulgata de la Historia de España de 1808-1815 de la “baronesa tiesa”, la cosa no fructificó porque los soldados de Napoleón se entregaron a una vorágine de crueldades y, claro, desataron la reacción en su contra, que llevó a esa victoria de 1814 que tú tanto detestabas el sábado 19 de septiembre de 2015.

Bueno, pues siento desilusionaros. Tanto a la “baronesa tiesa” como a ti. La Historia no os puede dar la razón. Habéis leído una versión de contrabando sobre esos hechos que, por más que se repita mil veces, jamás será verdad, pues los historiadores seguiremos encontrando más y más documentos que certificarán que Napoleón demostró, una y otra vez, precisamente con la invasión de un país -España- que oficialmente era aliado suyo, cual era su objetivo personal y el de la burguesía francesa que decidió darle un voto de confianza.

Algunos de esos comentarios que leí lo decían bien claro: Napoleón era, en realidad, un dictador militar que masacró a millones de personas entre 1800 y 1815. Tanto franceses como de otras nacionalidades.

A lo que se puede, y se debe, añadir que ya hace tiempo se ha demostrado en muchos libros de Historia -de la de verdad, no de la vulgarizada y contrabandeada como tal, que es de la que parece se alimentan opiniones como la tuya- que el objetivo del Primer Imperio francés no era extender las ideas de la revolución francesa, usurpadas por el golpe de estado de 18 de Brumario, perpetrado por un Napoleón que ya hacía tiempo había decidido dejar de ser el general de la revolución y convertirse en el emperador de la gente “de orden” francesa. Esa que quiere rentabilizar las victorias del “pueblo en armas” contra las monarquías absolutas.

Te lo diré en otras palabras: ese Napoleón que tú querías ver ganar la guerra era el centurión que, a cambio de la pompa y esplendor imperiales y los gajes económicos anejos -colocar a toda su gran familia en opíparos puestos y otras bagatelas bien conocidas por los especialistas en la Historia de ese período-, debía entregar el continente europeo y sus colonias a la burguesía francesa para que ella, naturalmente, se aprovechase a fondo de lo que las -hasta 1808- invencibles armas de su bien perfeccionada maquinaría militar les iba, supuestamente, a poner en las manos.

Eso es lo que le esperaba a España, y al resto de Europa (Gran Bretaña también estaba en la lista y sólo se libró gracias a la victoria de Bailén). Es decir, convertirse en algo muy parecido a la Irlanda dominada por los británicos. Una mera colonia a explotar hasta que no quedase de ella ni el tuétano.

Lo demás es propaganda napoleónica que, no sé bien la razón, ha acabado por convertirse en Historia para muchos, entre los que es evidente estás incluido.

No puedo decirte más. Salvo que lamento, una vez más, el bajo nivel académico con el que se divulga la Historia de España y que lleva a lamentables desencuentros como el que se produjo durante tu recepción del Premio Nacional de Cinematografía.

Sólo añadiré que no voy a pedirte que devuelvas los 30.000 euros del premio como han hecho muchos airados ciudadanos. Te rogaría, eso sí, que los invirtieras en una próxima película o documental en la que hicieras un esfuerzo por difundir entre los españoles una Historia de las guerras napoleónicas más seria y rigurosa, rompiendo telarañas, abriendo ventanas, ayudando a que entrase el aire fresco de la investigación seria y rigurosa -pero no por eso aburrida- que estamos haciendo desde hace años.

Lo que sea con tal de dejar de oír opiniones que causan vergüenza ajena sobre una Historia -la de un Napoleón filántropo y amigo de España- que jamás existió. Como lo demuestran hechos tan contundentes como que, en 1812, la España libre había proclamado la segunda constitución europea -la única, junto a la británica consuetudinaria, que luchaba en los campos de batalla entonces, pues la francesa había sido abolida por el Imperio- o que, desde 1814, miles de españoles lucharon por traer a su país -y al resto de Europa- esos regímenes democráticos de los que tan orgullosos nos sentimos hoy y que te han permitido a ti hacer una carrera de cineasta que, como demostraste en San Sebastián este 19 de septiembre, se ha caracterizado por una absoluta libertad de expresión.

Si necesitas ayuda en esa labor de recrear una Historia de España certera, no dudes en pedirnos nuestro consejo profesional. Para eso estamos y trabajamos. Aunque en la mayoría de las ocasiones con fondos muy inferiores a los que manejáis en la industria del Cine.

Quedamos tuyos afectísimos. Recibe, pues, un cordial saludo.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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