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Carlos Rilova

El correo de la historia

Los emisarios de la Navidad: “Olentzero” y otros carboneros. Del siglo IV después de Cristo a la Europa postnapoleónica

Por Carlos Rilova Jericó

Hoy vuelvo, como la semana pasada, como en otros correos de la Historia, a Pío Baroja, al que fue el autor de “Siluetas románticas”, que, como pueden apreciar, es una fuente casi inagotable de curiosidades -y algo más que curiosidades- históricas con las que llenar este espacio semanal.

En esta ocasión me voy a centrar en el capítulo de esa recopilación que Baroja dedicó a los carbonarios. Y aquí surge la pregunta, ¿quiénes eran esos carbonarios y qué tienen que ver con el actual emisario vasco de la Navidad “Olentzero”?.

Seguramente la respuesta a esa pregunta les sorprenderá tanto como me sorprendió a mí que, para empezar, ya tenía una idea, aunque fuera vaga, de qué eran los carbonarios pero no acerca de que tuvieran una relación, siquiera remota, con “Olentzero” y las Navidades.

Baroja, en primer lugar, hace una estupenda enumeración -digna del más metódico historiador de nuestros días- sobre qué libros y otras fuentes existen sobre los carbonarios y, asimismo, hace lo que haría cualquier historiador. Es decir, una crítica de esas fuentes tratando de calcular lo fiables que pueden ser. Algunas, como el libro de Juan Wit, conocido como Doering, publicado en Brunswick en el año 1827, le parecen poco consistentes.

Dice Baroja del autor de ese libro que era un joven alemán bastante petulante, que se introdujo en las sociedades carbonarias para desentrañar sus secretos y luego traicionarlas y pasarse a las filas de un Absolutismo furibundo, pintando así a sus antiguos compañeros como unos monstruos sedientos de sangre que sólo querían acabar con la Religión y con todos los monarcas de Europa.

Tras despacharse a su gusto con el traidor, Baroja también da lo suyo a diversos colegas de profesión -novelistas, no médicos- como Alejandro Dumas (padre) y Paul Féval (padre) que, respectivamente en “Los mohicanos de París” y “Los compañeros del silencio”, trataban de cualquier manera todo lo relacionado con el Carbonarismo.

Muy al estilo de otros novelistas menos conocidos, como Charles Nodier, que habla de ellos con detalle pero del que hay que desconfiar porque, según Baroja, es bien sabido que en sus obras mezclaba realidad y fantasía, o el español José Mariano Riera y Comas, que escribió una novela sobre el tema donde también se mezclan bastantes realidades y fantasías.

De todo eso destila Baroja que los carbonarios fueron en su remoto origen una asociación de carboneros y leñadores iniciada en tierras de la actual Alemania y el Franco Condado que, en el siglo IV después de Cristo, cuando comienza la evangelización de Centroeuropa, se dedican a predicar en esos pagos llenos de, en efecto, paganos, que nada saben de la buena nueva cristiana.

Parece ser que San Teobaldo, nacido en Brie y ordenado en Italia como sacerdote, y posteriormente eremita en Suabia, fue uno de sus impulsores hacia el año 700 después de Cristo.

Así las cosas, esas asociaciones de carboneros y leñadores acabaron siendo, ante todo, grupos de apóstoles cristianos que, bajo ese conveniente disfraz, se dedicaban a  difundir el Evangelio entre los paganos de Centroeuropa, lógicamente bastante abundantes en zonas aisladas como lo podían ser las de inmensos bosques donde vivían apartados de todo, durante mucho tiempo, hombres como los leñadores y, sobre todo, los carboneros…

Un relato que, curiosamente, coincide, casi perfectamente, con el “Olentzero” vasco, a quien pasó a describir a continuación. Sobre todo para aquellos que leen esta página desde más allá del País Vasco.

Saber cuando el “Olentzero” empezó a existir, tal y como se le conoce hoy día -hasta la saciedad- en todo el País Vasco, es bastante difícil.

Si nos sumergimos en cuestiones de folklore descubrimos que palabras similares a “Olentzero”, como “Onenzaro”, se asociaban, fuera del Norte de Navarra y el litoral guipuzcoano, no a un personaje como el que hoy se saca a pasear por las calles de muchos pueblos vascos, sino a un tronco o a cánticos navideños del estilo de los “Christmas carols” británicos o los villancicos.

Aún más, Emilio Xabier Dueñas, miembro de la antigua y hoy extinta sección de Folklore de la Sociedad de Estudios Vascos, declaraba no hace mucho tiempo al periódico “ABC”, en 24 de diciembre de 2013, que el “Olentzero” tal y como hoy se conoce no se formó y extendió hasta finales de los ochenta del siglo pasado…

Josu Larrinaga, en una obra de Etnografía dirigida por Dueñas, recuerda que en Deusto apareció el primer “Olentzero” de tipo actual en 1968. Después la tendencia se reforzó y extendió cuando, en medio del auge de los partidos nacionalistas tras el fin de la Dictadura, se buscó, en esto como en muchas otras cosas, una identidad propia, un personaje distinto a los Reyes Magos y al Papá Noel nórdico-anglosajón, que trajera regalos a los niños vascos encarnado de manera adecuada a los parámetros de esa ideología.

Así se popularizó la figura de un gordo y rubicundo baserritarra -un granjero vasco para los que nos leen desde más allá de la frontera del euskera- vestido a la usanza del año 1860 aproximadamente (con boina, blusón de trabajador manual, pantalón embutido en medias de lana y calzado con abarcas) a pesar de que también tiene un vago aire de ser ancestral, intemporal. Algo nada raro en la cultura popular vasca, como ha señalado el antropólogo Joseba Zulaika, que nos indica que en dicha cultura es muy habitual mezclar épocas tan dispares como la Prehistoria y las guerras carlistas.

La aparición, muy reciente, de la compañera de “Olentzero”, Mari Domingi, es una buena prueba de ese eclecticismo histórico. Por un lado parece que se dotó a “Olentzero” de esta compañera, extirpada a otra sección del folklore navideño vasco, por una evidente concesión a la cuestión de la paridad de sexos -una preocupación de las dos últimas décadas del siglo XX- que lógicamente no podría admitir que los regalos los lleve solo un hombre… Por otra parte, Mari Domingi suele aparecer vestida de un modo cuando menos chocante, ya que combina en su atuendo un tocado corniforme que las mujeres vascas -y europeas en general- dejan de usar entre el siglo XV y el XVI y, a veces, combina esas ropas con otras más adecuadas a las de la época que, se supone, representa “Olentzero”. Es decir: el mundo rural vasco de hacia 1860.

En cualquier caso, si nos fiamos, una vez más, del buen hacer de Pío Baroja como historiador (corroborado por distintos etnógrafos como su sobrino Julio Caro, el padre Barandiaran, Antxon Aguirre Sorondo…), parece que esta tradición de “Olentzero”, en apariencia inventada hace muy poco tiempo, tenía, por una vez y sin que sirva de precedente, un sólido pasado histórico: el de los carboneros/carbonarios que extendían el Evangelio -y con él la celebración de la Navidad- por la Europa pagana de finales del siglo IV después de Cristo. Toda una pista sobre cómo habría que vestir y emplazar históricamente a partir de ahora a “Olentzero” y a Mari Domingi.

Les dejo por hoy con tan grata reflexión para éstas que desde este correo de la Historia esperamos sean muy felices Navidades. Queda para otro día la historia de cómo los carbonarios pasaron, al filo de 1800, de apóstoles cristianos a sociedad secreta de tipo más bien revolucionario… Gabon zoriontsuak denoi!.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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