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Carlos Rilova

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¿Ha llegado ya “El fin de la Historia” (II)?. Robotización, maquinización, Ned Ludd, el capitán Swing y carreras hacia el abismo (1830-2016)

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana no puedo evitar volver sobre un tema muy desagradable. Recordarán que hace exactamente dos lunes hablaba aquí de una noticia difundida por los telediarios de Antena 3 sobre el desarrollo, a futuro, de la Robótica, en España y en el Mundo.

Bien, pues este último jueves ha habido un eco de esa noticia en la misma emisora. Y ha sido aún más desagradable que lo oído y visto hace dos semanas.

Ocurrió el jueves, cuando se informaba de lo que estaba discutiendo el llamado “Foro de Davos”. Esa impopular reunión de políticos, financieros y poderosos en general que, se supone, deciden qué se va a hacer o dejar de hacer en las próximas décadas. Planes que luego, por cierto, no funcionan o no funcionan como estaba pensado. Pero esa es otra cuestión.

Lo que me pareció realmente digno de mención es que se aprovechase esa noticia para decir que en España habría, en 2020, un vacío de profesionales para cubrir varios millones de puestos de trabajo relacionados, ¿lo adivinan?, exacto: con el desarrollo de la Robótica y la mecanización de la producción…

De ahí, automáticamente, la noticia emitida por Antena 3 pasaba a demostrar que la Universidad debía estar más pegada a la realidad del Mercado, centrarse -parece que exclusivamente- en proveer esa clase de profesionales tan cualificados.

Así, una vez más, se venía a esbozar en el horizonte próximo ese futuro absurdo y distópico del que precisamente les hablaba hace dos semanas.

Es decir, el de, sólo para empezar, el “París en el siglo XX” de Julio Verne en el que todo lo que no fueran los conocimientos técnicos estaba poco menos que proscrito en aquella sociedad que el escritor de Nantes imaginó -parece que, una vez más, acertadamente- como la que realmente existiría en el Futuro.

No alcanzo a comprender cómo es posible semejante insistencia en esta serie de ideas que no es exagerado calificar de inhumanas, puesto que, aunque sus sostenedores y propagandistas no sean capaces -al parecer- de percibirlo, llevadas a sus últimas consecuencias, implican la destrucción de lo que hoy entendemos como “raza humana”.

En efecto, lo que decía hace dos semanas sigue siendo igual de válido hoy. Por poner un sólo ejemplo: una de las imágenes ofrecidas en esa noticia de pesadilla presentaba a un robot que se ofrecía, claramente, para hacer una visita guiada a un museo…

La escalada a partir de ese punto está más que clara: si hay robots que son capaces de hacer lo que hace cualquier persona con una licenciatura, o incluso un doctorado, en Historia del Arte, ¿cuánto falta para que una máquina haga igualmente la labor de un presentador o presentadora de televisión?. Probablemente, lógicamente, nada…

Y a partir de ahí cualquier cosa es posible. Si los especialistas en Arte son sustituibles por una máquina programada y los periodistas también, se pude sustituir prácticamente a cualquiera. Empezando por esos millones de matemáticos e ingenieros programadores que la noticia que nos ocupa echaba tan en falta este jueves.

¿Será ese el futuro que nos espera a partir de, por ejemplo, 2040, cuando esos matemáticos que tanto reclamaba el Foro de Davos ya habrían cumplido su misión de crear máquinas autosuficientes, con bastante capacidad de aprendizaje propia como para saber que ya no necesitan a esos seres falibles que los han creado?.

Realmente no me quiero poner pesimista. Revisé, como cualquier historiador que quiere hacer bien su trabajo, todas las fuentes y resultó que la única emisora que se hacía eco de la noticia era sólo Antena 3. Por lo tanto se puede deducir que no toda la opinión pública está ganada para ideas tan absurdamente suicidas.

Por otra parte, y aquí entramos ya de lleno en el terreno de aprender de la Historia, la relación entre seres humanos y máquinas no ha sido tan lineal como se podría deducir de esa destemplada noticia, que prácticamente decretaba que había que extinguir toda función humana que no estuviese al servicio de esa hiperrobotización.

En efecto, por suerte para nosotros, para los humanos en general, los millones que creemos que estamos aquí por alguna razón diferente a la de entregar el mundo a una Cibernética que nos dará la patada en cuanto el último ajuste de sus vísceras mecánicas esté hecho, ha habido siempre reacciones contra las máquinas que han llevado a que éstas se limitasen a un papel más racional. Es decir, el de ser herramientas a nuestros servicio y no a la inversa.

En la Europa de comienzos del siglo XIX, cuando el campo y la producción textil empezaron a mecanizarse, aparecieron movimientos cuyo objetivo fue atacar a las máquinas que dejaban sin trabajo a los operarios humanos. Sus nombres, al menos los que ocultaban a los británicos que luchaban contra esa primera maquinización, eran verdaderamente poéticos: como, por ejemplo, el capitán Swing…

Las aventuras del escurridizo capitán Swing llegaron a su punto más alto en 1830. Pero había tenido precursores durante los duros años de las guerras napoleónicas, entre 1811 y 1817, en los llamados “luditas”, que, al parecer, habían recibido ese insultante nombre por parte de sus detractores, pues esa denominación procedía de un tal Ned Ludd. Hombre de escasas luces, de lo cual se deducía que era un imbécil incapaz de ver lo que era un aparentemente brillante futuro…

Después, y hasta mediados del siglo XIX, llegaron los llamados “cartistas”. Unos sindicalistas primigenios que, finalmente, lograron que los beneficios de la maquinización alcanzasen también a la clase obrera, que comenzó así una casi imparable escalada hacia cada vez mayores niveles de confort, convirtiéndose en el otro extremo lógico de esa maquinización. Es decir, transformándose en consumidores de lo que esas herramientas producían con mayor calidad y a menor coste.

Como nada es perfecto en este mundo, nos decía Eric J. Hobsbawm, historiador especialista en estos temas, que los primeros marxistas, contemporáneos de los cartistas, afeaban a estos que hubieran adormecido a la clase obrera con ese triunfo…

Una discusión histórica en la que no entraremos aquí hoy, pues lo que debería importarnos ahora es tener bien clara esa parte de nuestra Historia -la de los luditas, cartistas…- de la que se saca en conclusión que el progreso técnico sólo tiene sentido si está al servicio de la mayor parte de la sociedad y no a la inversa.

¿Quieren hacer la prueba de llevar las cosas por otro lado que no sea ese?. Yo, personalmente, no me arriesgaría con semejante apuesta… Puede salir muy cara. A todos, en general… Incluidos matemáticos con una carrera futura muy corta (digamos que de 2020 a 2030 como mucho), periodistas que parecen incapaces de ver que ellos también pueden ser -y serían- sustituidos por una máquina para ahorrar costes y, finalmente, a quienes creen que con ese ahorro de costes logrado por máquinas cada vez más inteligentes y autosuficientes iban -a medio plazo- a ganar algo que no fuera ser declarados ellos mismos obsoletos y prescindibles en cuanto esas máquinas lo considerasen computable y lógico.

Una conclusión a la que no tardaría mucho en llegar esa inteligencia artificial creada para maximizar beneficios que al final, ya ven, se pueden convertir en terribles deseconomías, pues ¿para quién iban a producir mercancías y servicios esos robots cuando más del 80% de los seres humanos fueran inútiles, prescindibles como productores? y, una vez creado ese vacío de funciones, ¿a qué conclusión lógica creen que llegarían rápidamente esas máquinas capaces de aprender por sí solas?…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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