Por Carlos Rilova Jericó
He decidido que aunque la ocasión parecía propicia -subrayo lo de “parecía”- no voy a hablar hoy del “Brexit” y sus implicaciones históricas, que, por supuesto, las tiene.
No sólo porque ya traté estas cuestiones, aunque fuera tangencialmente, la semana pasada, al hablar del infame asesinato de la diputada laborista Jo Cox, sino también porque tengo serias dudas sobre en qué va a acabar realmente esta cuestión del “Brexit”.
Tan sólo les hago una recomendación de lectura muy apropiada para estas fechas veraniegas de largas horas de playa que ya tenemos encima. Es la segunda de una serie de novelas firmadas por un escritor norirlandés, Adrian McKinty, que se ha titulado genéricamente “The troubles” en idioma original porque los tres volúmenes, de los cuales (que yo sepa a fecha de hoy) en España sólo se han publicado los dos primeros, están ambientados en la Irlanda del Norte que va del “Domingo sangriento” de 1972 y, sobre todo, la muerte del activista del IRA Bobby Sands en 1981 -que da origen a esos “troubles” o “disturbios” que, a su vez, dan título a la serie- hasta los acuerdos de Viernes Santo de 1998 que pusieron fin a ese conflicto.
Lo cierto es que merece la pena leerse los dos volúmenes de la trilogía de McKinty ya editados en español, “Cold Cold Ground” y “Por la mañana me habré ido”, pero, de cara a entender mejor lo que puede pasar al final con el “Brexit”, yo les recomiendo leer hasta el fin -cosa nada difícil- el segundo de esos títulos, pues dibuja con bastante certeza las razones de Alta Política británica que, tarde o temprano, van a hacer que el referéndum del “Brexit” sea invalidado de algún modo para asegurar la continuidad de Gran Bretaña como Reino Unido dentro de la Unión Europea, ya que lo contrario no parece posible ni viable a medio plazo por cosas que, como les digo, pueden empezar a intuir leyendo la detallada descripción de la Historia reciente de Irlanda del Norte que McKinty traza con mano magistral en “Por la mañana me habré ido”.
Dicho esto nos olvidaremos del “Brexit” y pasaremos a hablar de otras cosas, concretamente de un interesante acontecimiento cultural, el desfile “Bilbao 1900” organizado en esa villa por un importante coleccionista de origen donostiarra, Fernando Botanz, que ya va por su quinta edición y al que tuve la suerte de asistir este pasado sábado.
Se trata de una masiva exhibición de trajes de época o fielmente reconstruidos sobre modelos de época -entre 1880 y 1930 aproximadamente- que son paseados por el centro de la capital vizcaína por cerca de un centenar de personas que los visten con ese propósito.
Este evento cultural, como explica el organizador de “Bilbao 1900” en su web (www.fernandobotanz.blogspot.com), quiere mantener viva la Historia de la villa de Bilbao en su momento de mayor esplendor social, cultural y económico y explicar didácticamente a sus vecinos y visitantes el calado de esos acontecimientos históricos, la importancia determinante del pasado reciente en el presente.
Como testigo directo de esa quinta edición de “Bilbao 1900” que tuvo lugar, como es habitual desde el año 2012, el último sábado de junio, debo decir que ese desfile de reconstrucción histórica, que revive a la sociedad vasca de la “Belle Époque” en todas, o casi todas, sus facetas, funcionó estupendamente y es una notable muestra de dinamismo cultural que nos sitúa a esos niveles europeos ahora tan cuestionados por el alarmante alarmismo que se ha generado en torno al ya aludido “Brexit”.
En efecto, conozco pocas ciudades europeas que realcen con tanta asiduidad y con tanta participación, en general de muy buena calidad, su patrimonio histórico, artístico y arquitectónico devolviendo vida tridimensional, de carne y hueso, a esos edificios de la Parte Vieja y el Ensanche bilbaíno ante los que habitualmente, por causa de las prisas de la vida cotidiana, se pasa como quien pasaría ante un montón de piedras y ladrillos que no tendrían más valor que otro montón de piedras y ladrillos levantados en otra parte del Mundo.
Quizás sólo ciudades belgas con un notable patrimonio histórico, como Amberes, y su tradición de los llamados “cortejos históricos”, llevan muchos años logrando algo parecido, aunque en muchos casos sin demasiada continuidad anual, llegando a pasar siete años entre uno y otro cortejo histórico, como en el caso del de Fosses-la-Ville.
Por lo demás, quitadas las más o menos afortunadas reconstrucciones de batallas (sobre todo de época napoleónica y con mejor o peor tino y continuidad en el tiempo), poco hay ahora en toda Europa parecido al desfile anual “Bilbao 1900”.
No al menos a esa escala y extensión y en una capital importante y de referencia a nivel internacional como puede ser el caso del Bilbao post-Guggenheim, donde visitantes alemanes -concretamente de Frankfurt-, norteamericanos de Washington D. C. o de la India fueron testigos, entre otros muchos, de ese desfile que les explicaba la Historia de la ciudad que estaban visitando reviviéndola en todos sus detalles, de manera tridimensional.
Poco más puedo decir, tan sólo que es una suerte que se tomen estas iniciativas, que encuentren eco y que se mantengan en el tiempo.
Es señal de una sociedad viva culturalmente, con interés por la Historia que, como he repetido muchas veces, es la base de cualquier sociedad que trate de mantenerse en pie con ciertas garantías de éxito y de funcionalidad.
A ese respecto es justo concluir, y no olvidar, que, gracias a iniciativas como la de Fernando Botanz, parece que Bilbao se muestra como una alumna aventajada de aquella Gran Bretaña a cuya sombra creció en la misma época cuyo recuerdo quiere mantener vivo y vigente el desfile “Bilbao 1900”, tratando de ofrecer un retrato digno de un pasado a recordar y mantener vivo mientras la maestra, Gran Bretaña, parece haber perdido, por desgracia, el Norte, involucrándose en dudosas aventuras de incierto final que, seguramente, pasará por volver a esa Historia común compartida con otros países europeos que se recuerda, perfectamente, con iniciativas como “Bilbao 1900”.