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Carlos Rilova

El correo de la historia

Reyes, cardenales, dictadores, fascistas, periódicos y Guerra Civil. La más estúpida (y sangrienta) farsa de la Historia de España (1659-1959)

Por Carlos Rilova Jericó

Ya dije hace un tiempo que intentaría no hablar, al menos aquí, del tema de la Guerra Civil española. Principalmente porque es un tema histórico rodeado de un ambiente, sencillamente, malsano.

Sin embargo, una de las investigaciones en las que estoy involucrado me ha puesto ante los ojos una tentación verdaderamente difícil de rechazar.

Gracias a la amabilidad del personal de la Biblioteca de la Diputación Foral guipuzcoana Koldo Mitxelena Kulturunea, he podido consultar una fuente verdaderamente rara, casi única, sobre ese episodio histórico que llamamos “Guerra Civil española”.

Se trata del periódico controlado por el que, con muy escasos matices -a veces imperceptibles- podemos llamar partido fascista español. Es decir, “Falange Española y de las J.O.N.S.”.

El título de este periódico -quizás les suene a los más mayores del lugar- era “Arriba”. O lo fue más tarde, a medida que los ardores fascistas se iban apagando poco a poco, cuando el búnker del Führer cayó bajo las tormentas de acero del verdadero Ejército Rojo y no del inventado, para España, por la propaganda franquista.

En la fecha en la que yo lo estoy estudiando, en su fundación en el sangriento verano del 36, “Arriba” todavía se llamaba “¡Arriba España!”. Así, con ese énfasis que los falangistas de primera hora ponían a todo lo que hacían…

El contenido, desde luego, no desmerecía en absoluto del agresivo título que casi hacia tragar al lector, sin digerir, el grito de guerra de los camisas azules.

Los titulares solían ir escritos entre exclamaciones, con mucha expresión de epítetos como “imperial”. Eso cuando aquella ditirámbica intelectualidad de la dialéctica de los puños y las pistolas, no estaba dando rienda suelta a un antisemitismo que ahora cierto revisionismo sobre la Guerra Civil olvida con demasiada frecuencia. O bien cantando las alabanzas del Fascismo italiano o el Nazismo alemán…

Sin embargo, lo más inquietante -para el historiador- de todo aquello que revela aquel “¡Arriba España!” del sangriento verano del 36, es la ignorancia de la propia Historia de España que estuvo detrás de quienes, con argumentos de ese calado, tomaron las armas y colapsaron al gobierno del Frente Popular. El mismo, por cierto, que había en Francia en esas fechas y que, mal que bien, se mantuvo hasta que los nazis declararon la guerra a ese país cuatro años después.

Esa ignorancia supina, reptante, -¿acaso cargada de mala intención, mintiendo deliberadamente?- se manifiesta especialmente en el número de 5 de septiembre de 1936. En él, los falangistas que escribían los titulares se atrevían a decir que, con la toma de Irún por parte de las tropas sublevadas, se lavaba la mancha de lo que esa redacción considera, nada menos, que el primer 98. Ese que habría sufrido España no ante Estados Unidos en Cuba y Filipinas, sino ante la mesa de negociaciones de la Isla de los Faisanes en 1659 siendo obligada a firmar por el cardenal Mazarino la Paz de los Pirineos… Así dicho no parece nada importante, pero para el historiador que ha investigado el tema -y hasta ha publicado un estudio sobre ello- la impresión que causa ese titular no puede ser más escalofriante.

Para empezar, los redactores de “¡Arriba España!”, haciendo gala, como decía, de una ignorancia histórica abisal, consideraban, en primer lugar, que el “segundo 98” (según sus cuentas, el de 1898) había destruido el imperio español. Cosa absolutamente falsa, como podían atestiguar muchos miles de marroquíes y guineanos, que seguían siendo súbditos de un imperio español muy recuperado desde el año 1900 en adelante. Uno que en nada se distinguía del de franceses y británicos en las mismas latitudes. Acaso no en el tamaño, pero sí en el grado y los métodos de explotación ejercidos.

Por otra parte resulta cuando menos asombroso que él o los redactores de ese titular, a los que se suponía intelectuales bien formados, con un bagaje académico, considerasen que estaban salvando a España de una catástrofe secular, iniciada en 1659, tomando a sangre y bayoneta Irún no de manos de un gobierno extranjero, sino del propio que había salido de unas elecciones.

La Paz de los Pirineos -les invito a leer sobre el tema, empezando por “Cardenales, reyes, príncipes y dictadores”, que fue el estudio donde descubrí todos esos resortes históricos- estuvo bastante lejos de ser ningún 98. Esa versión enfermiza de esos hechos data no de 1659 sino, más bien, de 1859. Cuando un político metido a historiador con más furia que talento, como era el caso de Antonio Cánovas del Castillo, impuso esa retorcida interpretación de los sucesos de 1659. No porque fueran ciertos desde el punto de vista histórico, sino porque así le convenía a él y a su carrera política. Una que, por desgracia, le ha dado una fama póstuma mejor y mayor de la que en realidad merecería alguien que dicen que dijo que “español era quien no podía ser otra cosa”, pero en lugar de solicitar -por ejemplo- la ciudadanía suiza, y abandonar un país para él tan despreciable, insistió en ser su presidente de gobierno. Varias veces…

De ese craso falseamiento de la Historia de España provenía el énfasis de esos falangistas redactores de “¡Arriba España!” el 5 de septiembre de 1936. Pero la cosa podía ir aún peor. Y lo fue. Un par de décadas después de escribir esos estúpidos ditirambos sobre que la fratricida batalla de Irún lavaba la supuesta derrota de 1659 (sólo existente en las espesas cabezas de gente como los redactores de “¡Arriba España!”) toda esa sangre derramada se convirtió en una triste farsa.

En efecto, en el año 1959, cuando la masacre ya había culminado y el régimen que apoyaron aquellos falangistas de 1936 sobrevivió traicionando a la misma Alemania hitleriana que fue la única razón por la que logró ganar aquella guerra, esos mismos -o muy parecidos- falangistas bajaron el tono de voz -y la cabeza- ante las potencias a las que insultaban en 1936.

Así es, en 1959, los mismos, o casi los mismos, jerarcas falangistas del 36, ahora con camisa blanca y corbata, con un buen cargo en la Administración de la Dictadura, con algunos kilos de más…, doblaron la rodilla en ese mismo Irún en el que, gracias a un baño de sangre entre ciudadanos españoles, decían estar escenificando la reparación de una imaginaria derrota en el año 1659.

Las circunstancias obligaban. Había que aceptar cualquier mano tendida. La de la Francia gaullista, por ejemplo. Y había que agradar a ese país, que era prácticamente el único que podía evitar el hundimiento económico de un régimen tan patético, tan indigente, que tuvo que traer del exilio a antiguos economistas republicanos para evitar su colapso económico.

Para eso, en definitiva, había valido aquella supuestamente “gloriosa” victoria de septiembre de 1936, que lavaba en sangre española la también supuesta derrota de 1659. Para acabar diciendo a todo que sí, para arrastrarse ante la Francia gaullista en el 300 aniversario de la firma de la Paz de los Pirineos, aullando patéticamente que España se merecía en 1659 ser pisoteada por la Francia de Luis XIV, afirmando -en contra de toda verdad histórica- que ese había sido el verdadero significado de la Paz de los Pirineos.

Así de barata salió la sangre derramada en aquella guerra civil que, bajo esta perspectiva, se torna una farsa ridícula y abominable, una matanza destructiva alentada por ignorantes que ni siquiera conocían su propia Historia y a los que lo mismo les daba escribirla del derecho o del revés. Dependiendo ese relato no de los hechos objetivos, sino de lo que convenía a sus intereses políticos de cada momento. Algunos, como los de 1959, plenamente contradictorios con lo que habían defendido -matando y fusilando sin piedad- en el infernal verano de 1936.

Este martes, a las 19:30 en el Koldo Mitxelena Kulturunea, quienes tengan la suerte de estar en San Sebastián, podrán saber algo más -gracias al ciclo de conferencias allí organizado- sobre este desquiciado tema de la Guerra Civil, de sus supuestos orígenes y de las, a veces, endebles causas (tan manipuladas por ciertos mistificadores desde la primera década del 2000), de aquella cruel farsa que, como acabamos de ver, fue alentada por gente que ni siquiera conocía bien su propia Historia y se justificaron de cualquier modo. A cualquier precio. Incluso sosteniendo una cosa y su contraria en menos de 20 años. Todo para no abandonar un poder omnímodo, cruel y corruptor ejercido sin control durante cerca de 40 años.

 

Campaña de mecenazgo

Durante varias semanas el correo de la Historia ha sido uno de los medios de comunicación de los que la Asociación de historiadores guipuzcoanos “Miguel de Aranburu” se ha servido para dar a conocer su proyecto de redacción de una nueva Historia de Gipuzkoa que estuviese a la altura de la que ya poseen, desde hace años, otros países y territorios de nuestro entorno.

Nos es grato anunciar hoy que ese objetivo ha sido cumplido con creces. Una ocasión que aprovechamos para agradecer a otros medios su ayuda para lograr ese objetivo y a nuestros 122 mecenas su imprescindible colaboración.

A partir de hoy quedan todavía 13 días en los que, quienes así lo deseen, aún pueden engrosar ese número de mecenas que harán posible nuestra nueva Historia de Gipuzkoa a través del proyecto de Crowfunding lanzado por la Diputación Foral de Gipuzkoa y gestionado a través de Goteo.org. Una posibilidad que puede conocerse mejor a través de este enlace  https://www.goteo.org/project/historia-de-gipuzkoa

 

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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