Por Carlos Rilova Jericó
Últimamente estoy padeciendo otra de esas rachas en las que voy al cine casi todas las semanas.
En esta ocasión no me quise perder ver en pantalla grande una de las sensaciones de la temporada. Por supuesto oportunamente estrenada en Navidades.
Me refiero a “Rogue One”, una película de ciencia-ficción que cierra el ciclo de esa serie que en España, desde 1977, se tradujo (no sé si acertadamente) como “Guerra de las Galaxias”.
Se supone, en efecto, que “Rogue One” cierra esa larga saga que empezó en el año 1977 y que en el caso de algunos (en el mío por ejemplo) ha durado toda una vida desde la Infancia hasta eso que llaman (o llamaban antes) “mediana edad”.
Así es, “Rogue One” (título que, por suerte, no ha sido traducido porque sonaría algo así como “Rufián Uno”), cuenta el momento inmediatamente anterior al inicio de la primera de todas las películas de esta longeva saga cinematográfica que, después de ser estrenada en el año 1977, revolucionó tanto el Cine como el género de la ciencia-ficción.
Después de verla en la pantalla grande (para evitar que me pasase lo mismo que con la primera de todo el lote, que jamás vi en ese formato) salí desconcertado del cine y eso es lo que me ha llevado a convertir el tema de esa película en un correo de la Historia. Por difícil de creer que parezca.
Me explico. Dentro del campo de la Historia hay especialistas que se dedican a utilizar como materia de estudio el Cine, abordándolo no sólo desde el punto de vista de Historia del Arte, sino como fuente de información sobre una determinada época o sobre cómo una época en concreto -la nuestra, por ejemplo- ha reflejado determinados acontecimientos o ha expresado determinadas ideas que, como es lógico, influyen en muchos millones de personas, al ser el Cine un medio de difusión masivo.
Eso es válido no sólo para el Cine que llamamos “histórico”, que reproduce -con mejor o peor fortuna- una época del pasado, sino para otro tipo de películas. Incluso de las que hablan de un lejano futuro. Como podría ser el caso de la que nos ocupa.
De hecho, hay teóricos de la Historia del Cine que sostienen que el trasfondo de las películas dice más sobre la época en la que fueron hechas, que lo que cuenta explícitamente la película en sí.
Es lo que me pareció en el caso de “Rogue One”. Sigo explicándome. Esta película ha sido hecha en el año 2016 y en su desarrollo muestra unas diferencias abismales con la de 1977 (la llamada “Guerra de las Galaxias”) a la que se supone precede en el tiempo.
Así es, “Rogue One” trata de emular -tal y como sus productores prometieron- el estilo casi artesanal -y aun así impresionante- con la que se hizo la del año 1977. Sin embargo, más allá de respetar la estética de la primera película de la serie estrenada en ese año, “Rogue One” es el producto de una época (la de la segunda década del siglo XXI) que difiere mucho de 1977.
“La Guerra de las Galaxias” estrenada en ese año era el resultado de una época que todavía tenía ilusiones, esperanzas de un futuro mejor, más prospero y con menos miedo.
Por esa razón, probablemente entre otras, “La Guerra de las Galaxias” se basaba en uno de los temas básicos de la Narrativa. Es decir, el que llama el “Motif Index” (que recoge todos los temas narrativos de la Humanidad y sus diversas variantes) “el viaje del héroe”.
La pauta de ese tema narrativo es como sigue: un muchacho insignificante con sueños de gloria, logra finalmente verlos hechos realidad después de haber vencido numerosas pruebas y peligros que lo hacen merecedor de las mayores recompensas y reconocimientos. Unos que, en la mayoría de ocasiones, se catalizan en la conquista sexual (más o menos sublimada) de una princesa, que lo eleva por esa vía a rango de rey.
Con pequeñas variantes, esa era la temática de “La Guerra de las Galaxias”. Seguro que lo recuerdan.
En “Rogue One” todo eso ha desaparecido casi completamente. Es una película más oscura y gastada que “La Guerra de las Galaxias”. Ciertamente la heroína protagonista de la película realiza algo parecido al “viaje del héroe” que en 1977 correspondía llevar a cabo a Luke Skywalker, pero el desarrollo de la película se pierde en meandros cada vez más oscuros. Sobre todo para el público occidental. En especial el de países que tienen tropas destinadas en frentes como Irak, a causa de las llamadas “Guerras del Golfo” de 1991 y 2003.
La escena en la que en “Rogue One” las tropas imperiales sacan de la ciudad santuario de Jedha los cristales de Kyber que -se supone- son una fuente de energía esencial para el sistema de armas avanzadas del Imperio Galáctico, parece sacada de cualquiera de los muchos telediarios en los que -desde 2003- se nos han contado ataques de milicias insurgentes post-Saddam contra unidades norteamericanas, británicas, españolas… patrullando fuera de la llamada “Zona Verde” de Bagdad o más allá de Kabul.
De hecho, es difícil, muy difícil, no ver ese trasfondo en esa escena en la que un sistema imperial roba un mineral energético (como el petróleo) para seguir manteniendo en marcha esa misma maquinaria imperial que exige esa expolio seguido de una destrucción masiva, sin paliativos, de todo lo que se opone a esa misma lógica imperial.
No contaré nada más, para no hacer eso que ahora llaman “spoiler” que, traducido al español, sería algo así como “chafar el final de la película”, porque seguro que habrá más público dispuesto a ver esta cinta que, por cierto, ha intentado ser boicoteada (como “La reina de España” entre nosotros) por elementos que demuestran hasta dónde podría llegar la “Era Trump” en la, hasta ahora, considerada mayor democracia del Mundo. Una en la que, sin embargo, hay elementos a los que no parece gustarles demasiado (como a los “ultras” españoles) que les señalen algunas crudas verdades desde la pantalla de un cine. Aunque sea en metáforas como las que expresa “Rogue One”.
Sólo les diré que esa película nos cuenta una historia desesperada. La de una sociedad que debe imponerse por medio del terror militar para seguir viviendo y tiene que racionalizar la lógica imperialista para no venirse abajo al tiempo que enfrenta una guerra civil.
Por ejemplo, es seguro que el nombre de Kyber (en la versión española lo pronuncian como “kaiber”) dado a los cristales de energía que el Imperio necesita expoliar, no ha sido elegido inocentemente por los dos guionistas de la película ahora en la lista negra de las hordas que votaron a Trump (ese presidente que quiere hacer entrar en razón al Mundo aumentando el arsenal nuclear, según sus últimas declaraciones).
Kyber, o Khyber, no es una palabra inocente. Es el nombre de un paso de montaña fundamental para controlar ese estratégico pedregal que es Afganistán y por el que distintos imperios llevan luchando desde los tiempos de Alejandro Magno. Si tienen ocasión, echen mano del DVD (o de lo que usen en estos casos) para ver otra magnífica película de los años setenta, también muy “de Navidad”: “El hombre que pudo reinar”. En ella dos grandes actores como Michael Caine y Sean Connery dan vida a un par de soldados británicos de la época imperial victoriana que tratan de emular a Alejandro -y a la mismísima reina-emperatriz Victoria- creando un imperio con lo que se extiende más allá del Paso Khyber.
Quizás eso les ayudará a comprender mejor el oscuro mensaje que relata “Rogue One”, que es tan sólo un síntoma de nuestra Historia del Tiempo Presente. El de la cuesta abajo, hacia un mundo más negativo, más oscuro, más desesperanzado, que hemos andado entre 1977 y 2016 y que queda perfectamente reflejado en las diferencias entre “La Guerra de las Galaxias” y su precuela “Rogue One”.