Por Carlos Rilova Jericó
Pues sí. Ya lo siento, pero esta semana, otra vez, voy a dedicar este correo de la Historia al tema del Brexit y la Historia. Por alusiones, como se suele decir en el Parlamento.
Las alusiones, en concreto, proceden de caballeros británicos de tan alta alcurnia como Lord Howard y del contra-almirante Christopher John Parry. Las de este último han sido de lo más llamativas.
En efecto, si Lord Howard se las prometía -hace ya más de una semana- muy felices pensando que, de ser menester, la Royal Navy y el Ejército de Su Majestad harían en Gibraltar lo mismo que se hizo en las Malvinas allá por 1982, el almirante (retirado) Parry (veterano de esa guerra) fue aún más lejos y declaró que la capacidad ofensiva de las fuerzas británicas era muy superior a las españolas y que la Historia demostraba que los enfrentamientos entre España y Gran Bretaña siempre se habían saldado con la victoria británica. Como colofón añadía el almirante Parry una jocosa advertencia, indicando que, así las cosas, la barba del actual rey español, Felipe VI, podría salir chamuscada de ese enfrentamiento.
Bien, estoy sorprendido. La imagen tópica que se ha ido difundiendo por el Mundo, desde hace años, de caballeros como Lord Howard y el almirante Parry es que poseen magníficas casas (a ser posible de campo) con no menos magníficas bibliotecas con estanterías de nobles maderas, alfombras Wilton, sillas Chippendale, cómodos tresillos Chester y cosas así. Pensemos, una vez más, en David Niven interpretando al embajador británico ante la corte imperial china durante la rebelión boxer (allá por 1900) en aquella bizarra película, “55 días en Pekín”, convirtiendo (con harto dolor) los libros de una de esas magníficas bibliotecas en barricadas para contener a los salvajes boxers…
Y ahí surgen, inevitables, las preguntas: ¿qué clase de libros de Historia hay en esas bibliotecas tan predicadas en la Mitología de la gran pantalla?. ¿Acaso sólo existen ahí, en las películas y en series de Televisión como “Downton Abbey”?. ¿Los libros que contienen sólo son carcasas falsas de esas en las que se guardan secretos familiares, pistolas de duelo o una secreta colección de afamado coñac?…
No quiero ponerme sarcástico, pero tanto Lord Howard como el almirante Parry, con sus imprudentes declaraciones, dan pábulo a esa clase de sospechas. Tanto uno como otro parecen tener serios déficits en su formación sobre Historia.
Empecemos por Lord Howard. Para cualquiera que conozca más o menos el reinado del rey español Felipe III (1598-1621), resulta cuando menos pasmoso que un Howard, nada menos que un Howard, pretenda llevar la guerra a España y, además, esté seguro de ganarla. Como se diría en aquella época, “habla quien más tendría que callar”…
¿Por qué digo esto?. Sumerjámonos en los libros de nuestras bibliotecas públicas y privadas que, parece cada vez más evidente, nada tienen que envidiar a las cinematográficas bibliotecas de los nobles lores y caballeros británicos. Por ejemplo en un libro del marqués de Villaurrutia escrito nada menos que hace más de un siglo, en 1913: “La embajada de Gondomar a Inglaterra en 1613”.
Las instrucciones de este caballero español, el conde de Gondomar, veterano de la última guerra contra Inglaterra, indicaban que debía forzar en la Corte de Londres acuerdos con el grupo de cortesanos llamados “los bien intencionados”. Todos, o la mayoría de ese grupo, eran próximos a los “recusants”. Es decir, católicos camuflados en la Alta Iglesia de Inglaterra y, por tanto, muy favorables a acuerdos con la principal potencia defensora de su verdadera religión. Esa que, ante todo, era un muro de contención frente a los puritanos, favorables a la guerra contra el que ellos llamaban “Anticristo romano” y sus defensores. Esos mismos caballeros que olían a dinero viejo y a privilegios cortesanos y, por supuesto, la maquiavélica España de Felipe III…
Vamos con la lista de nombres que integraba ese “lobby” de cortesanos ingleses. Mucha atención por favor. Eran Henry Howard, conde de Northampton, Thomas Howard, conde de Suffolk y Lord Alto Tesorero, Charles Howard, conde de Nottingham y, además, Lord Alto Almirante y Thomas Howard, conde de Arundel… En fin, ya lo ven, la familia Howard, al completo, no deseaba la guerra con España en 1613 y su disposición de ánimo era tan generosa que aceptaron generosos subsidios de la corte española (que, desde luego, se los podía permitir gracias a las minas americanas). Subsidios que personas más cáusticas que el historiador que escribe estas líneas no dudan en calificar con otro sustantivo más calificativo: sobornos…
Bien, ahí lo tenemos. El descendiente de tan ilustre familia, los Howard, apelando hoy a la parte de la Historia de Inglaterra que más le interesa y olvidando esa otra parte, en la que, además, su propia familia y linaje fueron protagonistas, diciéndonos que Gran Bretaña defenderá hasta el último cartucho Gibraltar si fuera menester… El cuadro en su conjunto, si me permiten, es ciertamente triste, decepcionante. Lord Howard, descendiente directo de “los bien intencionados” del tiempo del rey Jacobo I, demuestra conocer muy mal la Historia de su propio país -y la de su propia familia- y comete lo que, visto bajo esa luz, es una inoportuna indiscreción indigna de un noble lord inglés. O de lo que nos han hecho creer hasta ahora que es un noble lord inglés: discreto, juicioso, comedido, diplomático, bien educado en todas las ciencias y en el trato diario…
¿Qué decir sobre el desafío lanzado por el almirante Parry?. Pues prácticamente lo mismo. El veterano marino parece conocer tan mal la Historia de Gran Bretaña como Lord Howard. Parece que el tiempo se detuvo para su imaginario histórico en el año 1588, que después no pasó nada, que la derrota de la Armada de ese año selló el dominio de los mares para “Britania” desde entonces. No voy a volver sobre los años negros (para Inglaterra) de la época en la que su alta nobleza, como los Howard, preferían recibir subsidios españoles (o sobornos, si les gusta más esa palabra) antes que ir a la guerra contra Felipe III. Tampoco volveré, como la semana pasada, a las desastrosas campañas de la Guerra del Asiento y la de Sucesión austriaca, entre 1738 y 1748. En las que los éxitos de la Marina británica se contaron con los dedos de la mano, y estaba prácticamente inerme ante la potencia de fuego de las fuerzas españolas. Bien por separado, bien en conjunto con Francia.
Y es que hay ejemplos abundantes. El almirante Parry parece no saber nada de la Guerra de Independencia de Estados Unidos (entre 1776 y 1783) donde la Royal Navy, una vez más, fue incapaz de controlar las rutas atlánticas, enfrentada a la Marina española y a los numerosos corsarios armados para la ocasión. Los mismos que hicieron trizas toda posibilidad de abastecimiento a las tropas británicas en Norteamérica. Sometidas así a un lento desgaste que las condujo a la derrota final de Yorktown, ante una potente flota francesa que, por cierto, estaba allí gracias a la inestimable ayuda de España y sus leales súbditos cubanos, que la acogieron en La Habana y la financiaron. Eso por no hablar de todas las unidades terrestres españolas desplegadas entre la actual Luisiana y el estado de Illinois, que, sobre el campo de batalla, contribuyeron notablemente al desgaste de los cada vez más escasos recursos británicos en Norteamérica…
Ciertamente en esos años, el intento de recuperar Gibraltar por la fuerza, acabó en fiasco. Pero esa pequeña victoria -si así se quiere ver- fue simplemente simbólica. Los británicos perdieron en esas fechas Menorca, que habían ocupado en 1763 y, ya de paso, toda Norteamérica salvo Canadá. Aparte de tener que aceptar toda clase de condiciones de España y Francia en la mesa de negociaciones de París…
¿Qué pasará ahora?. Probablemente que declaraciones como las de Lord Howard y el almirante Parry se queden en nada. Pero bueno es saber que la Historia jamás podrá respaldarlas. Si leemos libros de Historia, no panfletos, es evidente que, por tradición histórica, debería ser España quien ganase. Por más que les pese a los tan mal informados Lord Howard y almirante Parry.
Mientras llega ese momento, sin embargo, sería muy oportuno que las autoridades españolas se hicieran un favor a sí mismas y a los británicos traduciendo al inglés y difundiendo por esas latitudes todo lo que historiadores y otros cultivadores del género (escritores de novela histórica de calidad más que aceptable, que también la hay en España. Ahí está la magnífica “Ladrones de tinta”) llevamos escribiendo desde hace años sobre cosas como los sobornos aceptados por los altos lores ingleses (como los Howard) en 1613 para no tener que ir a la guerra. O sobre la contribución española a la victoria de los estadounidenses en 1783. Cuando menos se conseguiría que caballeros tan estimables por otros conceptos, como Lord Howard o el almirante Parry, se callarán a tiempo, antes de dejar salir de sus bocas palabras tan imprudentes como mal informadas y que (es necesario decirlo) dejan en muy mal lugar a las clases supuestamente bien educadas de Gran Bretaña…