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Carlos Rilova

El correo de la historia

Aprendiendo Historia con un periódico militar de 1860

Por Carlos Rilova Jericó

Como ya saben quienes leen este correo de la Historia habitualmente son muy diversas las fuentes de inspiración que permiten que cada semana, desde el año 2012, aparezca cada lunes en esta página.

En esta ocasión quien ha facilitado el material y, por tanto, la ocasión, ha sido el sargento 1º Miguel Ángel Domínguez Rubio, responsable de la Sala Histórica del Cuartel de Loyola en San Sebastián.

El material en concreto no tiene rival en las, por otra parte, magníficas hemerotecas guipuzcoanas. Se trata de un conjunto de ejemplares de un periódico que empezó a publicarse en España en un momento verdaderamente especial, a finales del año 1859.

Eso lo convierte, a nivel de los depósitos de documentación periódica guipuzcoanos, en uno de los más antiguos. Y eso, lógicamente, aumenta su valor como fuente de información para reconstruir nuestra Historia.

Las páginas de este periódico titulado “El Mundo Militar”, traían toda una variedad de información. En el número 1, publicado el domingo 13 de noviembre de 1859, su director y fundador Mariano Pérez de Castro, ya avisaba que los contenidos de sus columnas iban a ser variados y que el periódico no era uno de esos periódicos de ocasión, tan característicos de la época, publicado sólo para informar de un hecho bélico concreto. En este caso sobre la Guerra de Marruecos, que en esos momentos libraba la España de Isabel II contra El Majzen de Marruecos.

Quedaba claro por lo que daba a entender Pérez de Castro que “El Mundo Militar” buscaba ponerse a la altura de muchas publicaciones periódicas europeas o norteamericanas que, por entonces, iniciaban su andadura. Como “Le Voleur” de la Francia del Segundo Imperio o el “Harper´s Magazine” que, en su momento, cubrió la Guerra de Secesión entre otros acontecimientos.

Y la verdad es que “El Mundo Militar”, al menos en los ejemplares reunidos de los que dispone a fecha de hoy la Sala Histórica del Cuartel de Loyola, que van del 13 de noviembre de 1859 hasta el 30 de diciembre de 1860, ofrece la misma clase de información variopinta que ofrecen esos otros periódicos europeos o norteamericanos de la época.

Hay, por supuesto, una abundancia de noticias sobre la Guerra de Marruecos, ilustradas con profusión de grabados que están enteramente a la altura de los que se publican en las revistas del exquisito París de Napoleón III. La riqueza de esa información es más que evidente. Incluye hasta los mínimos detalles de la vida militar durante esa guerra. Tanto por lo que se refiere a los marroquíes, como al Ejército español. Así, por ejemplo, en el número del domingo 8 de enero de 1860 aparece incluso un grabado de una de las cantineras que acompañan a esas tropas: Ignacia Martínez, justo debajo de otro donde se recoge, con las dosis de énfasis decimonónico habituales, la muerte en combate del coronel Piniés, jefe del batallón de Cazadores de Madrid.

Pero aparte de eso hay relatos por entregas traídos de fuera de España, como, por ejemplo, un “Episodio de la Guerra de Bretaña”, escrito por Octave Feuillet y traducido para el público de “El Mundo Militar” por D. J. F. Sáenz de Urraca. Igualmente encontramos descripciones de paisajes también ilustrados con grabados. Es el caso de algunas posesiones coloniales españolas como la Bahía de Santa Isabel en la isla de Fernando Poo, que aparece en la portada del número del domingo 9 de diciembre de 1860; también podemos ver otro ejemplo, a doble página, en el número del domingo 30 de diciembre de 1860, con un grabado panorámico en el que se ven, tal y como estaban en esa época, los alrededores de Laredo y Santoña.

Igualmente aparecen diversas colecciones de anécdotas o bien información sobre países distantes, pero dentro de la esfera de influencia imperial española. Caso del reino de Annam, el actual Vietnam, cuyas tropas son retratadas en el número de 25 de diciembre de 1859, por el corresponsal del periódico en aquellas latitudes, el teniente Serafín Olave.

Es también constante la presencia en “El Mundo Militar” de las poderosas máquinas de guerra con las que cuenta ese Ejército: Artillería, vapores como el Vulcano y similares… Igualmente aparecen en sus páginas  grabados sobre avances técnicos civiles, como, por ejemplo, el puente colgante de Lascellas en Huesca, que se retrata en el número del domingo 5 de junio de 1860.

Todo esto es lógico, porque, como ya he dicho, esta publicación es típica del período central de la monarquía de Isabel II y eso significa, por difícil de creer que hoy parezca, que aquella España estaba inmersa en un serio esfuerzo por ponerse a la altura de las naciones más avanzadas de Europa, como Gran Bretaña, por ejemplo, y, además, darlo a conocer.

Esto puede parecer sorprendente para un país como la España actual, donde lo habitual suele ser la contemplación y exhibición morbosa de determinados hechos históricos que, desde distintos medios (TV, Cine, periódicos…), sirven para adoctrinar al gran público español en la idea de que su único sustrato histórico es el de un fracaso casi perpetuo del Paleolítico en adelante.

Esa idea era sencillamente inasumible para un, todavía, elevado porcentaje de la población de la España de la primera mitad del siglo XIX. Dejando aparte a determinados literatos (Mariano José de Larra, por ejemplo), la opinión pública isabelina está deseosa de que le halaguen los oídos, de grandes gestas y otros hechos que demuestran que España no es un país diferente a la Francia de Napoleón III o a la Gran Bretaña de la reina Victoria.

Los cuadros históricos de la época, de 1854 a 1867, tal y como lo recoge la obra del profesor Tomás Pérez Vejo, “España imaginada”, son un buen ejemplo de lo que buscaba aquella España isabelina en la que una burguesía liberal triunfante y creyente en el progreso económico, político y técnico exigía una Historia de España de fácil acceso (visual por tanto) y exaltadora de esos valores.

“El Mundo Militar” ofrece un gran ejemplo de esos afanes de autoreivindicación tan presentes en aquella burguesía española de plena época isabelina. La misma que compraba periódicos como éste. A ese respecto es muy revelador un artículo  publicado en el número del domingo 30 de diciembre de 1860. En él se hacía una breve Historia de la censura. Curiosamente el autor de este artículo en varias entregas recordaba el férreo control ideológico ejercido en las naciones protestantes o en lugares dominados por los protestantes. Como la Ginebra donde Juan Calvino quemará al médico español Miguel Servet porque sus teorías científicas contradecían sus dogmas religiosos. O bien, hechos aún menos conocidos, como el carácter de censor que los libreros tuvieron en Inglaterra tanto en los reinados de reyes católicos como María Tudor y Felipe II, como en los de “héroes protestantes” como Isabel I o Guillermo de Orange, a principios y finales del siglo XVII. El articulista de “El Mundo Militar” casi se regodea señalando que los privilegios de los libreros de Londres a lo largo de esas fechas incluían no sólo actuar como censores de qué libros se podían publicar y cuáles no, sino que, además, contaban con permiso para hacer registros en casas particulares e incautar allí los libros que considerasen ideológicamente peligrosos…

Obviamente “El Mundo Militar”, como documento, nos muestra un ejemplo más de esa España isabelina que no se dejaba arredrar por otras naciones europeas y se abría paso a codazos entre ellas. Por ejemplo recordando que no sólo España tenía esqueletos inquisitoriales en sus armarios históricos, o una Historia previa a la consolidación de las monarquías liberales cargada de espías, sayones, hogueras e intolerancia. Algo que, como vemos, encajaba verdaderamente mal en el relato que decía que el mundo anglosajón y protestante siempre había sido progresista, tolerante, de ideas avanzadas y democráticas…

Un cuento histórico ese que, en esas mismas fechas en las que se publicaba este curioso periódico militar español, los historiadores británicos, como Lord Macaulay, estaban fijando hasta convertirlo en un tópico que ha sobrevivido hasta nuestros días, consiguiendo incluso eclipsar a aquella combativa España isabelina. La misma que, como vemos en las páginas de “El Mundo Militar”, no se callaba ante esas incoherencias y falseamientos interesados de las Historias nacionales de sus aliados y socios…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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