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Carlos Rilova

El correo de la historia

Una curiosa historia para el centenario de “Frankenstein” (1818-2018)

Por Carlos Rilova Jericó

El hallazgo del que sale este nuevo correo de la Historia, no pudo aparecer en un sitio más apropiado. Fue en septiembre del año 2017. Yo había ido a Bath a participar en los eventos que se habían organizado en esa ciudad en honor al bicentenario de la muerte de Jane Austen.

Cumplido el trabajo de mostrar a los visitantes de esa ciudad y de ese festival aspectos de la España de la época de la Guerra de Independencia, acabé en Londres. Y allí acabé, como no podía ser menos, en una de las librerías del distrito cultural de la City. Ese formado por la Universidad de Londres en pleno barrio de Bloomsbury, el Museo Británico, La Biblioteca Británica y algunos famosos teatros, como el Covent Garden.

Ese domingo de septiembre del año pasado, esa librería estaba de rebajas, por así decir. Como me dijo el librero cuando fui a pagarle, estaban sacando el stock sobrante acumulado a lo largo de los años. La oferta, si mal no recuerdo, era que te podías llevar, de ese stock sobrante, cuatro ejemplares por cinco libras. Había mucho donde elegir, la planta baja de la librería estaba llena de volúmenes que iban desde viejas separatas de revistas de Historia y otros temas, hasta libros de lo más variopinto. Y ahí estaba, en una de aquellas venerables estanterías de madera. El libro que contenía la curiosa historia que hoy les voy a contar.

En principio no era un libro muy llamativo por el volumen. Sólo tenía 120 páginas del tamaño de medio folio aproximadamente. Pero la cubierta era de un verde brillante y con letras de oro. Y esas letras tenían un título que llamaba mucho la atención: “The Frankenstein diaries”. Es decir, “Los diarios de Frankenstein”

Claro está, saqué el libro del montón y empecé a hojearlo. Y así fui de sorpresa en sorpresa. Como decía la portada, estos “Diarios de Frankenstein” eran, supuestamente, un documento auténtico, traducido y editado por el reverendo Hubert Venables.

El antedicho reverendo Venables editaba, en efecto, estos diarios llenándolos de comentarios y de imágenes de época. Como, por ejemplo, material quirúrgico del siglo XIX, grabados de los personajes que aparecían en estos “Diarios” y dibujos realizados por Viktor Frankenstein a partir de sus experimentos para conseguir recrear la vida a partir de la materia inerte…

Lo mejor del caso, es que el reverendo Venables mantenía que todo lo que se contaba en el libro era absolutamente cierto.

Es decir, que esos diarios que, día a día, iban reconstruyendo los experimentos del doctor Frankenstein, contados en primera persona por él mismo, eran un documento que había llegado a sus manos. Por supuesto, estaba escrito en alemán de principios del siglo XIX. Al parecer, habían sido traídos hasta Inglaterra desde Suiza, donde, se suponía, habían tenido lugar esos experimentos que habrían dado lugar a la creación de un hombre artificial compuesto de piezas de distintos cuerpos.

Es más, el reverendo Venables no duda en describir, en el prefacio del editor, el aspecto de esos documentos. Traducido del inglés viene a decir que lo que llegó a sus manos era un gastado legajo de antiguos, decadentes, papeles que le había remitido hacia diez años (es decir en 1970) un colega suizo que estaba muy al tanto de su entusiasmo por los manuscritos alemanes del siglo XVIII…

A partir de ahí, el reverendo Venables, tras una breve presentación del caso, pasaba a copiar literalmente la traducción inglesa de aquellos gastados y antiguos papeles, reconstruyendo así lo que, en realidad, era un relato en primera persona del protagonista de la novela que Mary W. Shelley se apostó que podía escribir. Recogiendo el desafío lanzado por Lord Byron, el médico personal de éste, John Polidori, y por su propio marido: Pierce Byshee Shelley.

El reverendo Venables (o quien quiera que se ocultase tras esa identidad) era muy consciente de que los lectores de su edición anotada de los diarios de Frankenstein, lógicamente, dudarían de la veracidad de una obra que proclamaba que el personaje que figuraba como protagonista de la novela de Mary Shelley, era un ente real.

Por eso advertía en su prefacio que este texto que ofrecía al publico, según él había podido comprobar, era un relato de hechos históricos absolutamente verdadero. Tal y como había constatado en sus subsiguientes averiguaciones en archivos alemanes y suizos…

En el prólogo que seguía a ese prefacio, el reverendo Venables advertía -también desde la primera línea- que se hacía cargo de que el lector estaría casi obligado a ver con escepticismo la publicación de los diarios de un personaje que, universalmente, había sido considerado, durante 150 años, como un personaje de ficción.

Es más, el reverendo Venables confesaba que, en efecto, su propia reacción cuando vio los documentos y empezó a descifrarlos, no fue muy diferente. Obviamente no podía creer que existiera un diario de un personaje que todo el Mundo había considerado, hasta ese momento, fruto de la imaginación de una joven dama de principios del siglo XIX.

Un escepticismo que, obviamente, el reverendo Venables había superado, pues el libro finalmente había sido dado a la prensa de los editores Hutchinson and Company, de Londres.

A partir de ahí, Venables nos llevaba a un paisaje supuestamente histórico en el que un joven y prometedor doctor en Medicina (Viktor Frankenstein) empezaba a pensar que era posible insuflar vida en la materia inerte a partir del magnetismo y la electricidad…

Por supuesto no voy a revelar el fin de este relato (seguro que habrá quien quiera leerlo, a pesar de que, hasta dónde yo sé, no se ha traducido al español). Sólo diré que los supuestos diarios de Frankenstein y los documentos anejos con los que el reverendo Venables completaba su historia, difieren un tanto del final que Mary Shelley dio a su propia historia publicada ahora hace 200 años.

Lo único que puedo decir al respecto, es que “The Frankenstein diaries” es una magnífica historia, muy original y que completaba muy bien toda la parafernalia que Mary Shelley puso en marcha ahora hace dos siglos, creando uno de los mitos literarios de la Edad Contemporánea que más ha dado que hablar. Desde visiones cinematográficas cómicas que adquirieron -nunca mejor dicho- vida propia, como la paródica “El jovencito Frankenstein”, hasta la versión para el Cine de la novela filmada (y protagonizada) por Kenneth Branagh o la miniserie de televisión de los años setenta “Frankenstein. Su verdadera historia”, que nació casi al mismo tiempo y, al parecer, con casi la misma intención que estos diarios de Frankenstein editados por el reverendo Venables.

Alguien que, después de todo, resulta ser un digno heredero de aquel Luciano de Samósata, que en el siglo II de nuestra era también escribió una “Historia verdadera”. Tan verdadera, desde luego, como estos “Diarios de Frankenstein” que me ha parecido oportuno recordar en el centenario de la publicación de la novela de Mary W. Shelley…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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