Por Carlos Rilova Jericó
Este no será un correo de la Historia demasiado largo. A pesar de que por su título podría parecer que ese tema -los nazis que sobrevivieron a la wagneriana caída del Tercer Reich en 1945- da para hablar un rato largo y tendido.
Esa es la conclusión a la que llegue este viernes al ver una magnífica película en la Casa de Cultura de Oquendo, en San Sebastián. Gracias a los buenos oficios del Instituto Goethe, la Asociación Lorelei y el Departamento de Cultura del Ayuntamiento de esa ciudad.
El título de la película es “Die Akte General”, traducido en el programa de esa función del viernes como “El Expediente ‘general’”. El director es Stephan Wagner que, tal y como se decía en la nota adjunta -en alemán y en español- que se repartió en la proyección, ha querido reivindicar a través de esta cinta la figura de Fritz Bauer. El fiscal del “Länder” de Hesse que, entre 1959 y 1962, llevó a cabo una heroica labor para purgar de antiguos nazis las estructuras del estado alemán. Así como para conseguir la deportación, juicio y ejecución de Adolf Eichmann. Uno de los procesos más sonados contra uno de los muchos jerarcas nazis que consiguieron escapar al colapso de aquel régimen de terror.
La conclusión a la que se llegaba en la película, y en el Cine-Forum posterior, al que desgraciadamente no pude quedarme, era que las represalias contra los nazis en la Alemania occidental que surge tras la caída del régimen nazi, eran prácticamente imposibles.
La película da datos sorprendentes para los historiadores que, generalmente, nos marcamos como punto final de las investigaciones sobre el Tercer Reich el año 1945.
En efecto, yo sabía que había habido numerosos supervivientes del régimen nazi infiltrados en la estructura del estado de la República Federal alemana, pero no hasta el punto de descaro que muestra la película de Stephan Wagner, donde se descubre -con todo lujo de detalles- que la mano derecha del canciller Konrad Adenauer -respetado fundador de la RFA- era, nada menos, que Hans Globke. Uno de los juristas que más habían hecho para poner en vigor y en ejercicio las leyes de “purificación” racial tan queridas por el Tercer Reich…
A partir de ese punto, la película de Wagner sigue siendo una caja de sorpresas. Aunque quizás las sorpresas no deberían ser tantas.
No hace falta ser un ávido lector del célebre profesor Noam Chomsky, para saber que basta con registrar los archivos de estado de Estados Unidos y descubrir que las autoridades aliadas pronto constataron como inviable la desnazificación. A menos que se quisiera dejar a la RFA sin cuadros dirigentes que la administrarán.
En efecto, antes de que Wagner ejecutase su magnífica película en 2015, hubo otras que ya daban a entender lo que Chomsky descubrió y difundió en sus sesudos estudios a un público más amplio. Uno que, sin restricciones, pudo pasmarse ante las grandes pantallas con esa presencia, imborrable, del Nazismo infiltrado hasta la médula de la supuestamente desnazificada Alemania del Oeste.
Una de las primeras en tratar ese tema fue una comedia del inefable Billy Wilder, “Uno, dos, tres”. En ella un desesperado ejecutivo de la Coca-Cola destinado a Berlín occidental, quiere evitar la boda de la hija de su jefe con un furibundo comunista que canta las glorias del régimen soviético a ambos lados del Muro. Uno de los gags recurrentes en esta trama es la desesperación que sufre ese ejecutivo, magníficamente interpretado por James Cagney, cada vez que su asistente alemán en la oficina se cuadra ante él y le saluda con un seco taconazo que recuerda, inevitablemente, a su cercano pasado como personal militar del régimen nazi…
En un tono más serio y amargo, otras dos películas describían, minuciosamente, la supervivencia en la RFA no ya de antiguos servidores del estado hitleriano, sino de criminales de guerra hijos predilectos de ese régimen.
La primera de ellas era “La noche de los generales”. La acción transcurría entre la Segunda Guerra Mundial y los años sesenta del siglo pasado. En ese escenario cronológico veíamos cómo un general de las Waffen-SS (el brazo militar de la guardia de élite del Nazismo) sobrevivía a las investigaciones abiertas sobre su persona durante el régimen nazi como presunto asesino de una serie de prostitutas -en el peor estilo de Jack el Destripador- pero también a la caída del régimen. Momento a partir del que las nuevas autoridades podrían haberle reclamado cuentas pendientes no como asesino convencional (por así decirlo) sino como asesino de masas y criminal de guerra…
Finalmente, otra de las películas que ya antes de la de Stephan Wagner desvelaba ese inquietante hecho, era “Odessa”. Obra basada en una novela del autor de bestsellers Frederick Forsyth.
En el mismo marco temporal que las dos anteriores, en torno a los años sesenta del siglo XX, un reportero, hijo de un oficial del Ejército alemán, descubría cómo en la Policía de la RFA, en el Ejército y, en general, en todo el ámbito administrativo de la refundada Alemania occidental, había personajes con un pasado nazi del que -y eso era lo peor de todo- no renegaban en absoluto, protegiéndose entre ellos, alentándose, favoreciéndose…
Evidentemente lo que la película de Wagner ha conseguido, es refrescar esos recuerdos, ponerlos a la orden del día. Pero también ha hecho algo más: reconstruir la vida del hombre, el fiscal Bauer, que impidió que eso cayera en el olvido.
Es, en efecto, muy dudoso que películas como las mencionadas (“Uno, dos, tres”, “La noche de los generales”, “Odessa”…) hubieran llegado a ser escritas, rodadas y presentadas a un gran público del llamado “Mundo Libre”, de no ser por lo que consiguió Bauer entre 1959 y 1962. Empezando, sobre todo, por la captura, juicio y ejecución de Adolf Eichmann.
Ese es, pues, el valor, verdaderamente histórico. de la película de Stephan Wagner que, por supuesto, es totalmente recomendable ver si se quiere estar al tanto de lo que realmente ocurrió en Alemania desde 1945 hasta hoy mismo…