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Carlos Rilova

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La espía que no nos amó. La Guerra de Independencia española y el Cine histórico

Por Carlos Rilova Jericó

caratula-de-la-espia-de-castillaEl correo de la Historia de esta semana ha surgido de una pregunta que me hicieron a raíz de la reconstrucción histórica de la Batalla de Vitoria, que tuvo lugar en el fin de semana del 17 al 19 de junio de este año.

La pregunta en cuestión, vino de una de las reconstructoras que participó en el evento en funciones de espía infiltrada en la claudicante y fugitiva corte del rey José I Bonaparte. Era una pregunta relativamente sencilla: “pero ¿no se ha hecho ninguna película sobre la Batalla de Vitoria?”.

La respuesta a esa pregunta, como vamos a ver, no es tan sencilla. Pero no por eso, creo, será más difícil de comprender.

Ciertamente se han hecho muchas películas -y similares- sobre la Guerra de Independencia española. Unos acontecimientos tan épicos no podían dar para menos. Desde hace años tengo en mi biblioteca un voluntarioso libro, firmado por Jesús Maroto, que demuestra que el catálogo de películas sobre el tema es, en efecto, largo.

Ahora bien, sin embargo la lista de películas sobre la Batalla de Vitoria, una de las más relevantes no sólo de la Guerra de Independencia española, sino de todas las llamadas “guerras napoleónicas”, es mucho más corta.

De hecho, sólo hay una cinta que la toma como eje central de los acontecimientos.

Se trata de “La espía de Castilla”. Una mezcla de película musical y melodrama que data del año 1937, cuando España vivía precisamente una de sus mayores tragedias históricas.

“La espía de Castilla” es un prototipo de comedia musical norteamericana de la época de los llamados “Dark thirties”. Los “oscuros 30” que habían seguido a los “locos años 20”. Entonces el atribulado público estadounidense necesitaba de producciones así. Unas que hoy -salvo que se padezcan extrañas aficiones estéticas- nos resultan un tanto cargantes, anticuadas y de escaso valor como entretenimiento, pero que en aquellos años desesperados, de Gran Depresión, de amenazas de una nueva guerra mundial… eran imprescindibles para ese gran público, que apenas tenía otra vía de escape de una realidad cotidiana bastante poco esperanzadora.

En el caso de “La espía de Castilla” resulta difícil saber qué pretendían exactamente sus autores (directores, productores, guionistas…) al manufacturar una película como ésta, en la que se cantaba, mal que bien, la gesta de un típico tópico “pueblo español” por librarse de las cadenas que trataba de imponerle el imperio napoleónico. Como se deja ver en una alegoría apoteósica que ocupa las escenas finales de esta película.

A partir de ahí tal vez se podría apostar a que la película, aparte de entretenimiento al uso para ese atribulado gran público de los “oscuros 30”, trataba, en realidad, de hacer propaganda entre los norteamericanos en favor del Gobierno español. En ese momento debatiéndose en el ecuador de una cruenta guerra civil provocada por una sublevación de parte de su Ejército.

Esa valoración de la película encaja con gran parte de la propaganda de guerra de ese gobierno español, en la que incluso firmas tan autorizadas como la de Antonio Machado, presentaban ese conflicto como la lucha del pueblo español contra una invasión de fascistas italianos y alemanes ayudados por aliados locales.

Al margen de esta posible valoración política, lo cierto es que “La espía de Castilla” daba una visión de lo que había sido la Batalla de Vitoria ciertamente “sui géneris”.

La película, fuera cual fuera su voluntad política oculta (si es que la tenía), abundaba en una serie de tópicos sobre un supuesto “carácter nacional” (en este caso el español) que uno de nuestros historiadores de mayor prestigio internacional -Julio Caro Baroja- desmentiría algunos años después en uno de sus ensayos.

Es decir, la protagonista de la película recorría España de arriba abajo y lo único que se veía era, siempre o casi siempre, una tierra árida y pedregosa y, en los núcleos urbanos, flamenco, mucho “tablao” flamenco por doquier. No importaba si se trataba de Madrid o… de la mismísima Vitoria, donde esas cosas, ya se sabe, nunca gozaron de mucho predicamento ni tradición.

Por lo demás la película era relativamente generosa con los hechos históricos. Incluso podríamos decir que bastante veraz, para ser una producción musical de los años 30. Así, en la película se veía a los españoles reaccionar contra los abusos napoleónicos a partir de las llamadas abdicaciones de Bayona -en las que se atribuía  a Fernando VII un papel más airoso del que en realidad tuvo-, enfrentarse sin apenas recursos contra el Ejército napoleónico y, posteriormente, ir venciéndolo -tras una serie de batallas que la película recuerda- gracias a la llegada de los que sólo se identifica -es de suponer que para irritación de escoceses y galeses- como “los ingleses”. Con un hierático Lord Wellington a la cabeza que, por cierto, recibe en la película ese título tiempo antes de que se le otorgue en realidad.

Es así como se llega a la Batalla de Vitoria que culmina, según el guion de “La espía de Castilla”, con la derrota napoleónica en España mediante un ardid en el que la protagonista juega un papel estelar, consiguiendo -gracias a la astucia de Lord Wellington- invertir la proporción de fuerzas a favor de los aliados. Grupo en el que -cosa rara en una producción anglosajona al uso- los españoles gozan de una digna representación cívico-militar. Empezando por la bella protagonista que, afortunadamente, se salta todos los cánones tópicos sobre las bellezas españolas morenas, salvajes y con navaja en la liga…

Ese escaso catálogo sería, pues, la respuesta a la pregunta que se me hizo sobre si había alguna película sobre la Batalla de Vitoria.

Falta en él, evidentemente, una gran producción como las que en su día tuvieron Austerlitz y Waterloo, que dieron lugar a un par de impresionantes películas -cada una en el estilo de su propia época, los cincuenta y los setenta del siglo XX- sobre esas dos grandes batallas a las que perfectamente se puede (y se debe) equiparar la de Vitoria.

La ausencia de esa película -o de series de Televisión sobre ese hecho o sobre Bailén y muchas otras batallas como la de La Coruña o San Marcial- sólo demuestra, una vez más, que España acumula un notorio déficit en sus cuentas. No sólo en las económicas, sino en las de su imagen de respetabilidad internacional que -como sabe cualquier economista sensato- es lo primero que se necesita para tener verdadero éxito en lo económico.

En suma, la respuesta a la pregunta de si existen, o no, películas sobre la Batalla de Vitoria, nos lleva -otra vez- a un lugar común muy habitual en España, por desgracia para los que llevamos ese pasaporte por el Mundo. A saber: ese país lleva un retraso de, por lo menos, veinte años con respecto al núcleo duro del llamado Primer Mundo. Las consecuencias de ese hecho bastante funesto son, en gran medida, la incómoda realidad cotidiana con la que tropezamos -muy a menudo- cada día…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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