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Carlos Rilova

El correo de la historia

La guerra civil interminable. Otra caída en el Valle de los Caídos

Por Carlos Rilova Jericó

franco-y-hitler-en-hendaya-1940Quienes leen este correo de la Historia sabrán que, por más que lo intento, me resulta muy difícil no reflejar en muchos de estos artículos semanales temas de Historia española que, sinceramente, son desagradables y hasta peligrosos. Así pues, esta semana, después de una relativa calma, vuelvo a uno de esos temas incapaz de encontrar, otra vez, alguna razón lo suficientemente buena como para pasarlo por alto.

Se trata de uno de los más candentes. Es decir, del hoy tristemente famoso, una vez más, “Valle de los Caídos”. El mausoleo que el dictador Francisco Franco Bahamonde se hizo edificar muy cerca de la capital de uno de los estados de la actual Unión Europea.

La polémica ha saltado esta vez porque el no menos polémico abad de ese monasterio (que también es un monumento al último dictador fascista que sobrevivió en Europa a la derrota de Hitler) ha hecho unas declaraciones que han levantado considerables protestas.

Algo bastante lógico teniendo en cuenta que lo que ha transcendido a la Prensa -y no parece que haya sido desmentido- es que el prior asegura que el Valle no era un campo de exterminio de prisioneros como los de los nazis, que había gente que incluso iba a trabajar voluntariamente en él…

Al parecer el abad ha basado sus declaraciones en un minucioso estudio de cerca de setenta cajas de documentación del Archivo General de Palacio que un profesor de la Universidad San Pablo CEU, Alberto Bárcena, convirtió en un ensayo publicado ya hace algunos años con el título de “Los presos del Valle de los Caídos”.

Según ese trabajo, realmente hubo trabajadores voluntarios en el Valle y, de hecho, los que no estuvieron allí voluntariamente al margen de, además, representar un porcentaje muy pequeño -poco más del 18%- habrían deseado ser destinados a esas obras. Pues, siempre según el libro del profesor Bárcena, las condiciones en el Valle eran mejores que en las demás cárceles franquistas.

De hecho, la obra de Bárcena señala, en base a esa documentación, que hubo trabajadores que, tras cumplir la pena en el Valle, se reengancharon como asalariados libres para disfrutar de esas condiciones ventajosas…

No voy a entrar aquí a discutir la solvencia del profesor Bárcena como historiador. Lo dejo al criterio de cada cual. La abundancia de artículos, videos y otros instrumentos disponibles gracias a Internet, les permitirá hacerse una idea bastante exacta, en las propias palabras del interesado, de lo que políticamente piensa el profesor Bárcena sobre determinados temas -Fascismo, Masonería, leyes de igualdad de género, etc…- y cómo esto puede influir sobre su labor como historiador. Sólo añadiré que, en algunos casos, he detectado en sus tesis contradicciones simplemente aberrantes. Por ejemplo cuando afirma que el dictador Franco fue el salvador de la España católica -y por ende cristiana- y por eso es hoy perseguido por la Izquierda española. Esta afirmación del profesor Bárcena es algo, en efecto, bastante difícil de entender si consideramos el detalle de la reacción de Adolf Hitler ante el genocidio de cristianos armenios por los turcos, a finales del siglo XIX. Hitler lo minimizó, lo consideró un asunto irrelevante…

Sin embargo ese desprecio por la sangre de cristianos derramada por los enemigos seculares de la fe católica, no impidió a Franco aceptar de esas mismas manos -las de Hitler- todo el material bélico que le otorgó su victoria total sobre una República a la que, al parecer, la todopoderosa Masonería internacional (otro de los caballos de batalla del profesor Bárcena) no pudo salvar de semejante pinza entre el alabador de una masacre de cristianos (Adof Hitler) y el, según el profesor Bárcena, presunto defensor de esa religión en España (Francisco Franco)…

También puede resultar especialmente recomendable a ese respecto el artículo de Juan Miguel Baquero publicado por el “Diario.es” el 14 de agosto de 2018, cuando el libro del profesor Bárcena sobre los presos del Valle fue esgrimido en el Parlamento español para impedir la exhumación del cadáver del dictador. Pero, por lo demás, como digo, juzguen ustedes mismos comparando estas informaciones con otras firmadas y selladas por el propio autor de ese y otros polémicos libros, en principio, de Historia.

Personalmente por lo que a mí respecta y sé de este asunto, creo que el profesor Bárcena ha dicho, básicamente, cosas ciertas en “Los presos del Valle de los Caídos” y otras que no deben ser tan ciertas, pues han sido desmentidas fehacientemente por historiadores como Paul Preston o Ángel Viñas y otros que incluso experimentaron en carne propia las presuntas delicias de trabajar en el Valle. Como Nicolás Sánchez-Albornoz. Sea como sea, para mí, el problema con esa obra sobre el polémico Valle radica, sobre todo, en el enfoque que el profesor Bárcena ha dado a esa cuestión.

En efecto, Alberto Bárcena ha partido de un error historiográfico fundamental que es el de conceder al régimen franquista una legitimidad de origen de la que carece, según consenso admitido por la mayoría de la profesión.

Así es, no sería tan importante saber si hubo más o menos presos voluntarios, si fueron tratados de manera infame o más compasiva o si habían cometido crímenes atroces que merecían aquel castigo de picar piedra en Cuelgamuros o, en nombre de la venganza más descarnada, algo peor.

La principal cuestión de fondo a la hora de considerar históricamente el Valle, es que el régimen franquista se instauró con un golpe militar y una salvaje represión a retaguardia -completamente ilegal- en la que, como denunciaron incluso funcionarios de Justicia de carrera como el secretario del juzgado de Burgos, Antonio Ruíz Vilaplana (que no pudo ser desmentido) se emplearon métodos que dinamitaban totalmente el estado de Derecho. Hasta un punto en el que las matanzas perpetradas por elementos republicanos -como podría ser el caso de Paracuellos de Jarama- quedaron ampliamente rebasados. Pues el estado franquista anuló toda garantía legal y, en lugar de utilizar a las fuerzas policiales para detener las sacas ilegales de las cárceles y las ejecuciones en descampados y otros lugares recónditos, lejos de la vista pública -como suele ser habitual en una acción criminal- ordenó a esas fuerzas policiales no actuar, dejar hacer… O incluso les dio vía libre para participar y dirigir dichas acciones evidentemente criminales como se delata, insisto, por sus características (ausencia de garantías legales, falsificación de documentos oficiales, ejecución en lugares carentes de otros testigos salvo los propios ejecutores…).

Todo justo al contrario de la bien documentada acción del gobierno legítimo -es decir, el de Madrid- que trató de detener, aunque con muy escasos medios, las sacas ilegales y ejecuciones del mismo tenor criminal que las franquistas.

Así las cosas, la argumentación del profesor Bárcena en torno al Valle de los Caídos entra en un terreno perverso historiográficamente, partiendo de la base de que el régimen franquista tenía derecho a encarcelar y someter a trabajos forzados a quien se le antojase enemigo o desafecto a esa dictadura impuesta manu militari y con la clara ayuda de regímenes (además de anticristianos, ya que tanto le importa a él esta cuestión) ampliamente rechazados hoy en toda nación democrática. Así pues, puede que el Valle no fuera exactamente un campo de exterminio nazi (como muchos otros campos que el ilegítimo estado franquista mantuvo en funcionamiento hasta 1945), pero, en cualquier caso, es una prueba clara y patente del carácter de un régimen completamente ilegal desde el punto de vista de una nación democrática.

Como hoy pretende serlo España, pero, donde, sin embargo, rebajar o negar el carácter criminal de un régimen antidemocrático, como el fascista, el nacionalsocialista o el franquista, sigue, curiosamente, sin estar penado como delito. Algo que, además, pone bastante en duda las afirmaciones de aquellos que, como el profesor Bárcena, hablan de persecución dictatorial y sistemática de quienes sostienen tesis como las suyas. Unas que, como es obvio y patente por polémicas como éstas, tan bien aventadas, gozan de un amplio apoyo económico para ser aventadas y no parecen encontrar demasiado obstáculo en difundirse; dejando, una vez más, en un lugar bastante cuestionable las tremendistas afirmaciones del profesor Bárcena.

Quien, por cierto, según todos los indicios, vive hoy mismo, en España, lejos -muy lejos- de la miserable situación que pudiera experimentar un prisionero de un gulag soviético. O, por poner otro ejemplo, la de una madre soltera (acaso embarazada por el señorito de la casa en la que había ido a servir huyendo de la miseria rural) en la obligatoriamente cristiana España franquista de hacia 1954. Esa misma que el profesor Bárcena tanto defiende con argumentos históricos y legales, como vemos, bastante dudosos…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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