Por Carlos Rilova Jericó
Este verano del año 2019 se oye hablar, en las calles de San Sebastián, más ingles que español o euskera. Hace 300 años bien podría haber ocurrido otro tanto, pues estaba a las puertas de la ciudad una notable delegación de la Navy británica, enviada por el solícito milord Stanhope. Un verdadero hombre-gobierno para la Inglaterra de la época, que acaparó en sus manos todos los poderes efectivos de aquella potencia. Desde el Almirantazgo hasta el propio gobierno en sí, pasando, por supuesto, por el mando militar.
¿Cuáles eran las razones de tan dedicada atención para con la Bella Easo? Habrá quien piense que esa flota sólo estaba allí para piratear, como se suele considerar en el imaginario popular español -a medio camino entre el orgullo herido y el complejo de inferioridad- casi toda acción naval inglesa o, más adelante, británica.
Hechos como los intentos de desembarco de los casacas rojas en Orio, a lo largo de ese verano de 1719, corroborarían esas intenciones…
Una reacción, digamos que popular, bastante lógica dado que los estantes de las librerías españolas están llenos ahora mismo, por poner un ejemplo, de diversos volúmenes sobre los nuevamente famosos Tercios y en ellos, cómo no (es una seña de identidad de la España actual) se hurga, con morbosa delectación, en la herida histórica de la famosa derrota de Rocroi. Algo que, por si no lo saben, estará haciendo que el cardenal Mazarino (dondequiera que esté) se retuerza de risa todavía cerca de 400 años después de que él montase esa campaña de propaganda política. Tan bien organizada que incluso las propias víctimas -los españoles- siguen dándola por buena. Lanzando jeremiadas, sin descanso, sobre que ese día, el de Rocroi, con la derrota de los hasta entonces invencibles Tercios, había llegado el fin y la decadencia total de su país. Por lo menos hasta la Expo 92, que se sepa…
Con este pobre imaginario histórico -reacio a leer, asimilar y difundir cualquier investigación histórica posterior a, digamos, 1950- no sería raro, pues, creer que la Royal Navy, actuando como piratas, estaba en 1719 ante las puertas de San Sebastián -o de Orio- para hacer miserablemente leña de aquel árbol caído en Rocroi…
La realidad de esos hechos históricos, por supuesto, no puede ser más diferente. Al menos en la investigación histórica seria posterior a 1950… Esa que resbala como el agua sobre un impermeable en las cabezas de quienes han convertido a los Tercios españoles del siglo XVII en objeto de devoción casi religiosa o algo por el estilo.
En efecto, los barcos británicos que estaban ante la ciudad ahora hace 300 años y las tropas -igualmente británicas- que intentan una especie de Operación León Marino a la dieciochesca en las playas de Orio, en la misma fecha, son Marina y tropas regulares.
Su intención, por supuesto, era poner el pie en este extremo de la Península y crear allí uno, dos o más Gibraltares. Algo similar a la cadena de plazas fuertes que España tenía en el Norte de África en esos mismos momentos. Y las razones no tenían nada que ver con la Piratería de película “de aventuras” en Eastmancolor. Muy al contrario, milord Stanhope había lanzado sobre la costa guipuzcoana a sus marinos y a sus infantes de línea para debilitar a un formidable enemigo que -con o sin Rocroi- nada tenía de decadente, ni de hundido, ni de derrotado.
Todo lo contrario. La España de aquel momento había aguantado en solitario una guerra contra varias potencias coaligadas a Gran Bretaña que, para ese verano de 1719, iba por su tercer año y aún había de durar otro más.
Las tropas de línea españolas -refundidas en regimientos como el África o el Galicia a partir de esos hoy tan famosos Tercios- habían demostrado ser capaces de soportar ese envite. Otro tanto había ocurrido con una Marina extraordinariamente reforzada que, aun derrotada en Cabo Passaro (por un ataque a traición británico, todo hay que decirlo) ya se había convertido en una amenaza formidable para disputar el dominio de los mares a otras potencias. Como comprobará la misma Gran Bretaña varias a veces a lo largo de lo que queda del siglo XVIII.
Así es, esa Historia es absolutamente cierta. Aunque es posible que, dadas las circunstancias, como pasa con los Tercios y Rocroi, duden de ella (sobre todo de la parte marítima) creyendo que en España y en su vivero de marinos, navegantes, cosmógrafos, etc… (es decir, las provincias marítimas vascas) no nació nadie más después de que naciese Juan Sebastián Elcano (hoy tan famoso como los Tercios y acaso por causas similares). Con lo cual acabarán por deducir -erróneamente, eso sí- que después del año 1522 lo único que se hizo por estas latitudes fue languidecer y soportar despiadados ataques de los “piratas” ingleses.
Si están en San Sebastián este 11 de julio, podrán convencerse de que esa burda imagen histórica es absolutamente incierta y falsa acudiendo a una conferencia que será leída por el miembro de las Academias del Mar española y portuguesa Manuel Rodríguez de Maribona y Dávila.
Este próximo jueves, a las 19:00, él les hablará en un escenario privilegiado para esto: el Salón de actos de la Sociedad Fotográfica guipuzcoana, frente a ese Mar ocupado por la Navy hace 300 años. Lo hará recreando la Historia de personajes tan verdaderos e históricos como Francis Drake y Lord Nelson. Es decir, de gentes nacidas en el País Vasco a lo largo de los siglos XVII y XVIII, con nombres como Mazarredo (de quién ya se habló aquí mismo hace un par de semanas), Blas de Lezo (otra víctima más, por cierto, de la que podríamos llamar “Terciomanía”), Churruca y Gaztañeta. Este último personaje capital para comprender las verdaderas razones por las que milord Stanhope no dudó un momento en lanzar a sus marinos y tropas de línea sobre San Sebastián en aquel verano de 1719, hace ahora 300 años.
Sin duda la historia personal de cada uno de esos marinos vascos del siglo XVIII y principios del XIX les asombrará, porque nuestra Historia es bastante más densa y bastante menos simplista (por no decir simplona), de lo que habitualmente se nos hace creer por razones de marketing editorial y/o político o por simple y pura ignorancia.
No pierdan, pues, esta gran oportunidad de saber gracias a un bien estructurado y bien respaldado ciclo de conferencias (no todos pueden decir otro tanto) sobre los acontecimientos (de importancia mundial) del año 1719.
Esos que tuvieron como escenario esa costa hoy tan admirada, visitada y fotografiada por muchos descendientes de los que no pudieron entrar allí hace ahora 300 años. Abatidos por la bien avenida diplomacia hispanofrancesa de aquellas fechas o por las balas de la milicia de Orio, cuando sus lanchas de desembarco se acercaban a esa playa hoy utilizada para fines tan distintos a aquellos de 1719…