>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

Coronavirus III: del Madrid de 2020 a las elecciones británicas de 1945

Por Carlos Rilova Jericó

Ya advertía hace unas semanas, poco antes de que comenzase el confinamiento, que tarde o temprano seguramente habría un tercer, cuarto… correo de la Historia dedicado a esta epidemia. Y así es. Aquí estamos hoy con un tercer artículo -desde que comenzó esta crisis- sobre esa cuestión.

Esta vez no hablaré tanto de cómo se trató en el siglo XVII con enemigos mortales e invisibles como el coronavirus numerado como “19”, sino de la apelación a la Historia que se está haciendo por parte de medios políticos y mediáticos españoles para manejar esta crisis y, sí, divulgarla, transmitirla a un público que está soportando elevadas dosis de ansiedad. Una enfermedad esa no vírica, sino psicológica, pero de consecuencias -aún invisibles- que podrían ser tanto o más graves que esta virulenta forma de gripe.

Esa apelación a la Historia ha venido, por ejemplo, claramente desde el actual Gobierno de España a partir del decreto de aislamiento. Esa maniobra con la Historia se ha retrotraído, también claramente, a la Gran Bretaña de la Segunda Guerra Mundial, aunque con alusiones -bastante sotto voce, eso sí- a la Guerra Civil española.

Una apuesta sin duda arriesgada, pero considero que bastante lógica, pues ¿de qué otro modo, en apenas 24 horas, se puede convencer a unos 46 millones de personas de que se recluyan en sus casas y acepten lo que en la práctica es casi un estado de sitio?

De momento parece que el mecanismo ha funcionado. Sin embargo, creo que el presidente español se ha equivocado -más que probablemente- al tomar ese camino mediático… Naturalmente dicho eso, es lógico que muchos se pregunten en qué me baso para decir eso. Procedo, pues, a explicarlo. Creo, como historiador, que esa estrategia informativa tratando de comparar lo que estamos padeciendo en España en el año 2020 con lo que ocurrió en Gran Bretaña en el año 1940, no puede tener a medio plazo -como mínimo- buenos resultados para quien trata de maniobrar así.

Y es que no hay posible parangón entre lo que ocurrió en Gran Bretaña en 1940 con lo que está ocurriendo en España en estos malos comienzos del año 2020. Y es que esa aguda escenificación, de corte historicista, puesta en marcha por el gobierno español, choca frontalmente con una realidad que es casi opuesta. Como va quedando, cada vez más, en evidencia.

Hay claros indicios a ese respecto. El primero es que el Parlamento español del 25 de marzo de 2020, en el que se prorrogó por otros 15 días este estado de alarma extremo, no se parecía en nada al Parlamento inglés que vemos en películas como “El instante más oscuro” en el que Churchill apelaba a la unión nacional contra el Fascismo en 1940.

El aspecto, lamentablemente vacío, del Parlamento español ese día, estaba más próximo a un momento mucho más oscuro para la Libertad en Inglaterra. Concretamente al llamado “Rump Parliament” o “Parlamento Rabadilla”, vaciado manu militari por el coronel Thomas Pride, por orden de Oliver Cromwell. Supremo dictador de ese país durante muchos años a partir de ese 6 de diciembre de 1648, tras el que no se tomaron allí precisamente medidas por el bien de un país atacado por una epidemia -como podría ser hoy el caso de España- sino otras bien distintas destinadas, por ejemplo, a aniquilar la Libertad de opinión en Inglaterra…

Otro de los elementos en los que choca nuestra cruda realidad con los buenos deseos por hacernos creer que somos no españoles del siglo XXI luchando contra una epidemia, sino británicos movilizados para defender su país de los bombardeos de la Luftwaffe, es la triste situación en la que está quedando la institución de la monarquía española que, hasta ahora, ha sido el eje político sobre el que se ha sustentado nuestro sistema.

No voy a entrar aquí al debate sobre si España debe ser una monarquía parlamentaria -como lo es todavía- o una república tal y como se reclamó en 1945 -tras el fin de la guerra mundial- por su último presidente electo, el doctor Juan Negrín. Me limitaré a constatar que el discurso que el actual monarca español pronunció al comienzo de la crisis sanitaria, ha distado mucho de tener el éxito del dramatizado en la película “El discurso del rey”. Donde veíamos cómo el logopeda australiano Lionel Logue, interpretado por Geoffrey Rush, convertía en todo un éxito las palabras del padre de la actual reina Isabel II para galvanizar a los británicos ante la amenaza nazi.

La recepción del discurso de Felipe VI en estas horas desgraciadas de 2020, ha sido más bien fría y no parece haber galvanizado a nadie salvo a los cada vez más mermados defensores a ultranza de la Monarquía. El efecto en redes sociales ha sido notorio. Son más los mensajes de oposición o indiferencia -incluso de burla al mismo- que el entusiasmo. Otro tanto parece haber ocurrido con la visita del monarca al hospital de campaña de IFEMA en Madrid. Evidentemente el desgaste que la institución está sufriendo desde el año 2014, no parece haber mejorado mucho con esta crisis. Sólo los ya convencidos han lanzado unos “vivas” que cada vez parecen sonar más huecos frente a voces cargadas de ira, que reclaman auditorias a la institución, investigación de fondos desviados o mal conseguidos…

Así, una vez más, el actual gobierno español debería tener muy en cuenta a la hora de comunicar noticias, decretos… en torno a esta plaga, que la situación actual en España dista mucho de la de Gran Bretaña en 1940…

Otro tanto ocurre con la reclusión de la población española en sus casas. La medida más dura de esta nueva estrategia para contener una epidemia que el propio presidente del gobierno describió como “invasión”. Así, quedarse en casa ha pasado a ser un acto heroico. Oficialmente. Tanto como si tuviéramos un cañón antiaéreo Bofors en nuestro balcón o ventana y cada noche, a las 20:00, no estuviésemos aplaudiendo al personal sanitario sino disparando contra bombarderos alemanes…

La realidad, una vez más, no puede ser más diferente. Tanto que habría que estar muy alucinado o muy asustado para no darse cuenta de esa estridente diferencia entre una situación y otra. Es más, en lugar de luchadores por la Libertad como en la Gran Bretaña del “Blitz”, ha aparecido en la España de 2020 algo descrito como la “Gestapo de los balcones”. Personas exacerbadas que se erigen en juez y parte y vigilan si quien está en la calle tiene o no un verdadero motivo -según ellos- para estar allí.

Incluso parece que algunos de estos vigilantes de barrio al estilo castrista o al de las Juventudes Hitlerianas -tan bien descritas en películas como “Espía por mandato”- han colocado pasquines señalando a convecinos suyos a los que consideran desafectos a las manifestaciones de entusiasmo público de las 20:00…

La sola lectura de estudios como el de Angus Calder “The People´s war. Britain 1939-1945” muestra, una vez más, una realidad diametralmente opuesta entre esa espantosa España de 2020 y la Gran Bretaña de 1940, en la que el pueblo británico, lejos de quedar recluido en sus casas como verdaderos prisioneros y sujetos a un control policíaco estricto -oficial y amateur- se convirtieron a partir de 1940 en dueños y señores de la situación. Atentamente oídos por unas élites británicas que se desvivieron por hacer realidad todos sus deseos de mejora social y notables concesiones en racionamiento, alojamiento, organización de la defensa antiaérea…

Cuando el relativo apagón informativo acabe tras esta crisis de histeria colectiva, que sólo está agravando el problema médico, es posible que muchos de esos ciudadanos vapuleados por estas medidas draconianas -inéditas en la frágil y joven democracia española- se pregunten si no hubiera sido mejor -tal y como se ha hecho por ejemplo en Japón, país del que, por cierto, nada dicen los telediarios españoles- aislar y proteger -con notable éxito- a los grupos más vulnerables a la enfermedad en lugar de a toda la población, paralizando de paso la Economía y llevándola casi al colapso.

Un efecto colateral del manejo de esta crisis sanitaria tirando por elevación en los niveles de alarma, que seguramente se exacerbará en la opinión pública española cuando la parálisis del miedo a morir se relativice y se repare en las conclusiones de reputados epidemiólogos como John P.A. Ioannidis de la Universidad de Stanford.

Alguien que en 17 de marzo publicaba un artículo al que se debería prestar atención, pese a su, para los españoles peninsulares, algo extraña traducción en la revista INFOBAE https://www.infobae.com/america/mundo/2020/03/17/la-advertencia-de-un-academico-y-epidemiologo-de-stanford-sobre-el-coronavirus-un-fiasco-en-ciernes/

Ese artículo, sin duda, podrá ayudar a entender, a futuro, por qué en unas cercanas elecciones el actual gobierno español podría encontrarse con el escenario con el que se encontró Winston Churchill en el año 1945, perfectamente descrito por el historiador Kevin Yeferis en “War and reform. British politics during the Second World War”. Es decir, que la propia dinámica de la lucha contra el Nazismo acabó llevándose por delante al señor Churchill en las elecciones de julio de 1945 con el mortal enemigo ya derrotado. En los balcones, en las calles y en los campos de batalla de Alemania…

Si esto ocurrió en aquella Gran Bretaña en realidad tan diferente, como acabamos de ver, a la España de 2020, evidentemente el panorama político tras la crisis del Coronavirus no pinta nada bien para quienes están gestionando la crisis desde ese inoportuno e inadecuado historicismo y con unas medidas para unos draconianas y para otros excesivamente blandas. Un terreno ese de pedir mayores medidas de confinamiento en el que, curiosamente, vienen a converger fuerzas políticas tan opuestas como el Independentismo catalán y los “ultras” españoles.

Extraña -o tal vez no tan extraña- coincidencia debida (muy probablemente) a que ambas fuerzas parecen tener puestas todas sus esperanzas en un catastrófico colapso de la Economía española a cuenta de un confinamiento excesivo e indiscriminado (a diferencia del japonés, por ejemplo) y demasiado prolongado en el tiempo…

Toda una lección esa no sólo para los actuales gestores políticos de la crisis del Coronavirus en España que, tal vez, han calculado mal el alcance de algunas de sus medidas informativas o de otro tipo, sino también para los futuros colegas que se dediquen a reconstruir la Historia política de España en los días por venir, que sin duda llegarán y serán más y mejores. En cuanto la enfermedad pase y se recupere la racionalidad frente al miedo y la visceralidad.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


marzo 2020
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031