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Carlos Rilova

El correo de la historia

¿Cualquier década pasada fue peor? Los setenta del siglo XX vistos por el siglo XXI

Por Carlos Rilova Jericó

Últimamente me he enganchado, vía Paramount Network, a la serie “Sherlock”, una adaptación del clásico de Conan Doyle al Londres del siglo XXI verdaderamente entretenida y que, desde hace años, ha cosechado bastante éxito.

Con la que no consigo conectar es con otra serie policíaca que, al parecer, también está cosechando bastante éxito y se emite más o menos a la misma hora. Se trata de “Brooklyn 99”. El argumento gira en torno a una comisaría de Nueva York -la 99 de Brooklyn- donde trabajan una serie de policías bastante atípicos. Sobre todo su protagonista. Un joven detective, de apellido hispano, o navarro para ser exactos: Jake Peralta, pero que, en absoluto, presenta los rasgos prototípicos de “espalda mojada” de segunda generación. Es más, podría pasar por español, italiano o incluso inglés.

El comportamiento del detective Peralta es totalmente desenfadado, gamberro de hecho. Nunca pierde la sonrisa y tiene el ingenio de un monologuista. Siempre con una broma ácida a mano que desdramatiza las situaciones, naturalmente dramáticas, que se viven en una comisaria de Nueva York.

Demasiado para un lector de Conan Doyle, como es el caso del que estas líneas escribe. Por lo general zapeo rápidamente y no he llegado a ver un episodio entero de “Brooklyn 99”. Sin embargo, en algunos de estos rápidos zapeos mientras se interrumpen los otros programas que estoy viendo, he captado retazos interesantes de esa serie.

Uno de esos retazos interesantes se emitió el martes de la semana pasada. En él el jovial inspector Peralta descubría a un veterano periodista del Nueva York de los setenta, Jimmy Brogan, cuyos libros le incitaron -a Jake Peralta- a hacerse policía.

El conflicto surge cuando Peralta comenta a su capitán, con su jovialidad habitual, que aquella época le encanta, tal y como se la está contando Brogan. Entonces su superior, el capitán Holt, rememora cómo fue su primer día en la Policía en los años setenta. Así recuerda a Peralta que aquella época, en la Policía de Nueva York, fue época de corrupción, de machismo -en la que mujeres como la novia de Jake Peralta y compañeras suyas jamás habrían llegado a ser detectives- y de racismo. Algo que queda muy explícito cuando el capitán recuerda a su yo de los setenta -cardado afro, corbata de nudo ancho, camisa chillona en color naranja- el día en el que se presenta ante sus compañeros de su primera comisaria y estos les responden, al ver que es negro: “ah, ¿vienes a entregarte?”…

Sin duda, lo que revela el capitán Holt tiene una base histórica absolutamente cierta. De hecho, en ese episodio de “Brooklyn 99” se menciona el caso de Serpico, que causó un impacto notable en los setenta del siglo pasado, cuando este detective de la Policía de Nueva York saltó a la fama por negarse a entrar en la trama de corruptelas que trufaban la Policía Metropolitana de esa ciudad. Algo que se plasmó en un libro bestseller, posteriormente llevado al Cine con Al Pacino como protagonista en uno de sus primeros papeles estelares.

Lo que contaba Frank Serpico en ese libro y lo que se dramatizó con su permiso y aquiescencia en la película de Sidney Lumet estrenada en 1973, confirma, en efecto, lo que se decía en ese episodio de “Brooklyn 99”. Y así todo eso es, hoy, un documento para conocer la Historia reciente de una de las principales ciudades del Mundo.

Sin embargo, el juicio del capitán Holt, sobre los años setenta, en pleno siglo XXI, en la serie “Brooklyn 99”, es bastante apresurado. Demasiado sumario.

Para quienes no conozcan la época, ciertamente distó mucho de ser ese lugar idílico que el detective Jake Peralta resumía, con su peculiar sentido del humor, como una época “guay” en la que la gente iba vestida con ropa de colores chillones e inflamable…, pero desde luego distaba también bastante de poder resumirse en ese mundo nefasto que el capitán Holt evoca y que tan bien quedó reflejado en los relatos de Frank Serpico.

En efecto, los años setenta del siglo XX, fueron una época en la que derechos fundamentales como los de las mujeres a las que alude Holt, se reforzaron y se manifestaron estruendosamente, consiguiendo muchos de los avances que hoy se dan por supuestos hasta en los medios más conservadores.

Fue también una época en la que se cuestionaron fuertemente determinadas conductas destructivas y en la que, consecuentemente, el movimiento conservacionista y ecologista -desde distintos puntos de partida ideológicos- consiguieron avanzar y convertirse en algo que se daba por supuesto, por imprescindible.

En suma, los años setenta fueron en general en todo el Mundo -y más, por supuesto, en naciones de tradición democrática arraigada, como Estados Unidos- momentos históricos en los que la gente reclamaba, protestaba, cuestionaba lo que ocurría y trataba de encontrar caminos para que sus derechos y sus demandas sociales, políticas y económicas fueran oídas y atendidas.

Es decir, fue una época reivindicativa y políticamente muy activa. Si echamos la vista atrás a los productos culturales de entonces -películas, libros, Arte…- incluso los más adocenados, tenían referencias intelectuales bastante serias e incitaban a cuestionarse cosas. A pensar que nada debía darse por supuesto, que siempre habría algo por reivindicar, algún encorsetamiento moral o político que destruir para que la vida de los sufridos seres humanos sobre este planeta no fuera -para un 99% de los mismos- una pesadilla en la que parecía que el aire no llegaba a sus pulmones.

Así pues, el juicio histórico que se debe hacer de esa década -aun con todos su defectos y carencias- sería más ese que acabo de describir, que el reduccionista con el que el capitán Holt rechaza los ilusos comentarios de Jake Peralta en “Brooklyn 99”.

Esto puede parecer una trivialidad, pero en realidad no lo es. No lo es desde el punto de vista de la Historia porque ese juicio sumario sobre el verdadero carácter de una época, la desvirtúa y la falsea en un medio de difusión masivo. Algo que esos años setenta han estado sufriendo, más o menos, desde 1978, pues, efectivamente, parece existir, desde esas fechas, una deliberada campaña de propaganda en contra de los setenta y en favor de otras décadas posteriores como los 80 y los 90 del siglo XX.

Quizás eso tiene que ver con lo que el hoy controvertido politólogo Noam Chomsky describía en alguno de sus libros. En efecto, tras una de sus habituales búsquedas en los archivos federales de Estados Unidos, Chomsky descubrió y contó que -en los setenta- hubo planes por parte de la extrema derecha norteamericana para aplicar, en suelo estadounidense, medidas dictatoriales similares a las que se aplicaron en Chile a partir de 1973. Tras el golpe de Pinochet. La consigna de esos planes descubiertos por Chomsky estaba clara: la clase dominante en Estados Unidos no podía permitirse más Jimi Hendrix, más Woodstocks, más operas rock irreverentes como “Jesucristo Superstar” o “Hair”, más psicodelia, ni más hippies. En definitiva, más ataques contra los valores de una sociedad bien ordenada, dividida en clases y regida por los intereses de esa clase dominante. Algo que el espíritu público general de esa década de los setenta estaba cuestionando de arriba abajo.

Si para mantener ese orden de cosas cuestionado en los setenta, era preciso recurrir a métodos similares a los aplicados hasta entonces sólo en la periferia de Estados Unidos, parece ser, según probaba Chomsky, se recurriría a ello.

Por cosas así resulta tan equivocado, tan pernicioso, despachar lo que fue una época, como la de los años setenta, con juicios tan sumarios como los que vemos en series del siglo XXI como “Brooklyn 99”. Porque aquella realidad histórica fue más compleja.

Y merece la pena prestarle atención para aprender cosas valiosas. Por ejemplo, cómo y cuándo la Izquierda reivindicativa de los setenta (que tanto llegó a molestar a la extrema derecha estadounidense) derivó hacia su actual fragmentación. Una que la puede autodestruir, tal y como sentenciaba el historiador Eric J. Hobsbawm.

O cómo es que los que protestaban contra el autoritarismo, el Fascismo y la falta de libertades en los setenta -y sus herederos ideológicos- han acabado hoy renunciando a defender todo eso, sometiéndose -y a veces de manera abyecta- a formas de control social que repelen incluso a aquellos contra los que luchaba, no hace tantos años, esa Izquierda liberadora forjada en aquella década de los setenta hoy tan olvidada. O tan mal recordada…

 

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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