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Carlos Rilova

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Un rey y una Historia propia por descubrir: Luis VII de Francia (1120-1180)

Por Carlos Rilova Jericó

Estoy realizando estas últimas semanas una tarea que he ido posponiendo demasiado tiempo. Es decir, la de inventariar toda una serie de piezas y obras históricas que tengo a mi disposición y he ido reuniendo -desde hace años- por diversas razones como ilustrar trabajos míos o montar exposiciones.

Así, di esta semana pasada, en el recuento, con un grabado que adquirí hace unos dos años en Francia. Es de hacia 1850 y lo que me resultó más interesante para decidirme a traerlo a mi biblioteca, era lo fielmente que representaba figuras de la época de las Cruzadas. Tanto de musulmanes como de cristianos.

Aunque este grabado pretende obviamente ser serio -como casi el 99% de lo que hacen los franceses con su Historia- la escena tiene algo de cómico. Representa al rey Luis VII de Francia subido a un árbol desde el que, vestido con la armadura completa propia del siglo XII, se defiende a mandobles de un grupo de sarracenos que, evidentemente, intentan capturarlo o matarlo con medios no menos contundentes. Esgrimiendo unas cimitarras de aspecto realmente amenazador, que descargan sobre el árbol en el que el rey se defiende.

La escena, en definitiva, trata de recordar e ilustrar un episodio de la llamada Segunda Cruzada que se desarrolla durante cuatro años de ese siglo XII, de 1144 a 1148.

El punto de vista sobre lo ocurrido en esa cruzada, varia. En general los historiadores que han prestado atención al tema, piensan que fue un auténtico desastre. No por capricho, sino atendiendo a los hechos conservados en la documentación. A ese respecto, aparte de la obra clásica sobre las Cruzadas, la del británico Steven Runciman, merece la pena que, quienes sepan inglés, echen al menos un vistazo a “The Second Crusade. Scope and consequences”. Se trata de un libro publicado en 2001 por la Universidad de Manchester que reúne, bajo la dirección de Jonathan Phillips y Martin Hoch, a distintos especialistas en la materia y todos ellos vienen a coincidir en la palabra “fiasco” para describir lo que fue aquella Segunda Cruzada.

Un avispero en el que vinieron a juntarse los intereses del Papa con los intereses del abad Suger y San Bernardo de Claraval, las eminencias grises, los verdaderos cerebros de un reino de Francia que en esos momentos empezaba a engrandecerse. O eso parecía al menos. Sumado esto a las ambiciones de Conrado III -sacro romano germánico emperador, fundador de la dinastía de los Hohenstaufen- y al peor de todos los escenarios políticos de la Edad Media europea. Es decir, la corte del Imperio de Oriente, más conocido como “bizantino”, con cuyo emperador Manuel Comneno, el otro emperador, el occidental, Conrado III, trata de llegar a acuerdos mientras la Segunda Cruzada empieza a caminar por erráticos derroteros que llevan a nulos resultados. Salvo actos heroicos de Luis VII de Francia subido a la copa de un árbol…

Como ven se trata de un complejo puzzle histórico en el que nos perdemos hasta los historiadores no especializados en la Edad Media. O incluso quienes han convertido en fanática afición leer las novelas del llorado Umberto Eco. Como, por ejemplo, “El nombre de la rosa” con la que Eco se dio a conocer mundialmente y, más aún, “Baudolino”, donde aparecen la mayoría de los personajes de aquellos hechos que acabaron con un inútil viaje a Tierra Santa y con un rey francés teniendo que defenderse a mandobles subido en un árbol.

Sin embargo, por difícil de creer que parezca, todo aquello nos atañe bastante y, como vamos a ver, es mucho más familiar a nuestra Historia de lo que podríamos creer. Así es, después de todo ese puzzle histórico no es tan complicado y, por el contrario, es mucho más familiar para los lectores españoles. Incluso para quienes no han leído ni “El nombre de la rosa” ni menos aún “Baudolino”.

Comencemos por el principio. Luis VII de Francia tuvo una vida sentimental cuando menos agitada. Parece ser que por razones de estado. De hecho, estuvo casado tres veces. La primera de ellas fue con Leonor de Aquitania. Una mujer de armas tomar, como demostró a lo largo de su relativamente larga vida que empieza hacia 1122 y acaba en 1204. Todo un récord -hasta para una reina- en época medieval.

Leonor es, desde luego, muy bien conocida fuera del mundo de la Historia medieval. Quien haya visto la magnífica película de 1968 “El león en invierno” -emitida numerosas veces por distintas cadenas de Televisión española- sabe quién era Leonor de Aquitania. Y quien haya visto esa película ya sabe que Leonor está directamente relacionada con personajes históricos totalmente familiares. Hasta para las personas más alejadas del mundo de la Historia.

Así es, tras separarse de Luis VII, que así tendría muchas buenas razones para quejarse amargamente durante años (pues de ese divorcio surgió la Guerra de los Cien Años), Leonor se convirtió en reina consorte de Enrique II Plantagenet. Rey de una Inglaterra unificada apenas cien años atrás, tras la conquista normanda de 1066. De esa unión, que entregó media Francia actual a los ingleses, nacieron varios personajes históricos bien conocidos por todos. A saber: un tal Juan sin Tierra y un tal Ricardo Corazón de León…

En efecto, los dos reyes de Inglaterra que hemos visto reflejados en cientos de páginas sobre el famoso Robin Hood o en películas infantiles. O en otras para un público más maduro, con interpretes que van desde Errol Flynn hasta Kevin Costner y Russell Crowe, pasando por Sean Connery en una versión que, por cierto, se rodó -en gran parte- en Navarra. Eso sin olvidar la inefable serie de cómic español de “El Capitán Trueno”, donde Ricardo Corazón de León y una nueva cruzada -posterior a la que acaba con Luis VII de Francia subido a un árbol luchando por su real vida- son una parte sustancial de esa trama…

Así, películas como esas y cómics como el del Capitán Trueno, como acabamos de ver, nos han contado -y hecho familiar- desde hace años, aquel mundo medieval que tan lejano nos podía parecer, en principio, si lo único que teníamos a mano era un rey, en apariencia, tan remoto y desconocido como Luis VII de Francia.

En efecto, ese rey, Luis VII, tras separarse de Leonor, se casó con una princesa castellana, Constanza de Castilla, y la Segunda Cruzada estuvo llena de caballeros que podemos llamar españoles, así que Víctor Mora no se inventó prácticamente nada cuando hizo los guiones del Capitán Trueno que durante años Ambrós dibujó. De hecho, la Segunda Cruzada tuvo uno de sus principales escenarios en los reinos peninsulares de los que más adelante se formarían Portugal y España. Pues muchos cruzados provenientes de territorios germánicos o de Escocia e Inglaterra, tras peregrinar a Santiago de Compostela y de camino a Tierra Santa, participarán en acciones de reconquista. Por ejemplo, en Lisboa. Pues eso, según la bula papal, también era Cruzada.

Quizás la novia escandinava del Capitán Trueno, Sigrid de Thule, es lo más ficticio de todo lo que sabemos sobre aquella época sin acudir a libros de Historia, pues como demuestran estudios como el de Kurt Villads Jensen -publicado en la ya mencionada obra “The Second Crusade, Scope and consequences”- los vikingos, en la época en la que se desarrolla el Capitán Trueno, empezaban a ser cosa del pasado en reinos como Dinamarca. Donde los reyes, además de cristianos y coparticipes en las Cruzadas contra el infiel, tenían sobrenombres tan poco vikingos ya como Eric el Cordero.

Así que, en definitiva, como ven, al final, hasta el más ignoto rey medieval francés, puede resultar más familiar y cercano a nosotros de lo que nunca hubiéramos creído…

 

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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