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Carlos Rilova

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Historia de algunas mujeres de “vida airada”. La cantinera napoleónica (1800-1815)

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana el correo de la Historia debe cumplir con una deuda pendiente. Concretamente la que contrajo con los colegas de “Khronos Historia”, una publicación dedicada a la divulgación de la Historia.

Durante las últimas tres semanas dicha publicación ha estado buscando mecenas para poder financiar la impresión de una “Historia de la Prostitución”. Un objetivo que ha conseguido plenamente y le ha animado a buscar más mecenas para otro proyecto similar que amplia al anterior ya en marcha y que pronto verá la luz en forma de libro según me dicen. En este enlace queda explicado todo eso. Por si les interesa https://www.verkami.com/users/584805.

Bien, dicho esto seguro que ahora vendrán las inevitables preguntas: ¿hemos leído bien? ¿Se va a publicar una Historia de esas mujeres “de vida airada”, “públicas”, de esas que, según el Evangelio, nos van a preceder en la entrada al Reino de los Cielos, o el eufemismo que prefieran para no pronunciar la palabra maldita: “puta”?

Sin duda puede parecer asombroso que sí, que una respetable revista de Historia, como “Khronos Historia”, vaya a publicar una Historia sobre ellas. Sin embargo no lo es tanto, si observamos esa iniciativa desde el punto de vista de lo que la Historia, como ciencia, ha hecho en las últimas décadas, desde que los inevitables Lucien Febvre y Marc Bloch pusieran las bases de lo que luego se ha conocido como “Nueva Historia”.

Desde ese momento, allá por los años 20 del siglo pasado, los historiadores discípulos, en mayor o menor medida, de ambos profesores, han ido buscando nuevos campos en los que investigar y de los que sacar artículos, conferencias, cursos o libros en los que, quienes leen libros de Historia o quieren saber más sobre ella, podían saciar una curiosidad cada vez más profunda.

A ese respecto, han aparecido en los últimos cien años la Historia del Miedo, de la Muerte, del descubrimiento de las vacaciones y la playa, de personas insignificantes como esclavos, molineros, campesinos, artesanos, comerciantes, simples soldados… y un sinfín de temas que, en 1900, parecía imposible que entrasen en las altas salas del templo de Clío, la musa de la Historia.

Las prostitutas, por supuesto, estaban más que incluidas en esos temas que no debían tratarse. Algo lógico si tenemos en cuenta que en ese año 1900, ver los tobillos de una mujer “decente” era una visión perturbadora -sexualmente perturbadora- para cualquier varón… Esos eran los límites de la decencia, de lo admisible en el espacio público más allá de las llamadas, en aquel entonces, “casas de tolerancia”, donde se toleraba eso, que, bajo pago, se pudiera dar rienda suelta a tanta represión sexual.

Así las cosas, difícil era hace cien, noventa… años, que ningún historiador respetable se plantease hablar de esa clase de mujeres. Más allá de tangenciales alusiones al oficio más viejo del Mundo, situadas en tiempos nebulosos y respetables en sí mismos. Por ejemplo los de la Antigüedad clásica y sus prostitutas de alto nivel o sagradas -como las hetairas que servían en el templo de Afrodita en Corinto- dedicadas a algo que identificaríamos hoy día con la Prostitución pero que en aquella cultura, evidentemente, tenía otra carga y otro significado. Todo eso, como decía, empezó a cambiar, entre otras cosas, a partir de los años 20 del siglo XX en el que tantas cosas cambiaron.

Así no deberíamos considerar una Historia de la Prostitución, como algo embarazoso y menos ofensivo, tabú… Esas barreras hace tiempo que están rotas. O deberían estarlo y por tanto habría que admitir esa Historia de “Khronos Historia” con total normalidad. Sin adjetivo superfluo alguno… Tanto como una Historia de la Muerte o del Miedo. Como la que escribió Jean Delumeau en los setenta del siglo pasado.

Es más, una Historia de la Prostitución puede ser completamente útil y necesaria. No sólo para saber más del tema, sino para esclarecer cuestiones que de la Historia han pasado a convertirse en leyenda, en lugar común, casi en mito. Es el caso, por ejemplo, de las cantineras de los ejércitos de la época napoleónica. Desde que estoy centrado en ese tema (y ya son doce años, desde 2008) he tenido ocasión de tropezarme, más de una vez, con afirmaciones bastante extemporáneas sobre ellas, liquidándolas historiográficamente como simples prostitutas, más o menos uniformadas, unidas a unos ejércitos donde de oficial para abajo -y a veces ni siquiera para arriba- la galantería, el amor cortés y otros refinamientos eran desconocidos y dadas las urgencias del momento -se podía estar muerto en cuestión de días- todo se reducía a un rápido comercio carnal de pago. Uno del que esas cantineras, por supuesto, debían ser las principales beneficiarias y/o víctimas.

La ausencia, o penuria, de estudios serios sobre el tema de la Prostitución, que evidentemente existía en aquella época, como en muchas otras, es la que lleva a esa clase de errores. Es necesario que alguien ordene y ponga en claro los datos de los que disponemos para esclarecer quiénes realmente eran prostitutas en una determinada época y quiénes no. Y eso hace el libro de “Khronos Historia” y eso haré yo, a título de ejemplo, hoy y aquí. Así pues, siento ir a desilusionar a los amateurs de la Historia que han creído hacer un gran hallazgo dando por supuesto que esas mujeres -las cantineras de época napoleónica- eran prostitutas por sistema.

En efecto, si recurrimos a las memorias de la época, o a los recuerdos de los protagonistas que algunos escritores supieron manejar con mucha habilidad para componer magníficas novelas, descubrimos que las mujeres que seguían a los ejércitos de época napoleónica distaban, en general, de ser mujeres de “vida airada”.

Tomemos un ejemplo cercano a nosotros. La documentación del archivo general guipuzcoano nos dice, en los memoriales de los batallones levados en esa provincia para hace frente a la invasión napoleónica, que las mujeres que seguían a esas tropas eran familiares de los soldados y oficiales y, por lo tanto, respetadas por todos los que formaban en esas unidades de la división vasca del Séptimo Ejército patriota, que combate en toda la cornisa cantábrica entre 1810 y 1813 con notables resultados. Evidentemente su presencia entre esos soldados era tanto para evitar represalias del invasor, como para que la convivencia común no fuera destruida, también, por la guerra.

El caso de las llamadas “camp followers” en las tropas británicas de la misma época, era muy similar. Mujeres e hijas de soldados -y también de oficiales en ocasiones- que, en tanto pudieran, seguían a sus hombres tan de cerca como era posible para ayudarles en lo necesario fuera del campo de batalla.

Las cantineras de línea francesa, no eran un caso muy diferente. Si acaso por lo que sabemos a través de memorias de soldados napoleónicos -como el sargento Bourgogne, ahora recién traducido al español- o lo que plasmaban de los recuerdos de esos viejos veteranos autores como Erckmann y Chatrian o R. F. Delderfield en “Siete hombres de Gascuña” (obra a la que ya he aludido en otras ocasiones) nos encontramos ante avispadas mujeres de negocios -con un notable éxito- que seguían a los ejércitos del emperador para obtener crecidas ganancias revendiendo a los soldados alimentos y bebidas en parajes donde encontrar tiendas y tabernas solía ser difícil. El comercio que dichas mujeres sostenían con esos soldados no tocaba lo carnal, por regla general. De hecho, Delderfield describe -con el detallismo que caracteriza a esa novela tan documentada- el ritual por el cual la cantinera se casaba con un suboficial de la unidad que seguía para que éste, galones de por medio, pusiera distancia con quienes no hubieran captado el mensaje de que aquella mujer no estaba en venta. Ese ritual, curiosamente, era el mismo que usaban en las plantaciones de esclavos: saltar la escoba ante testigos que atestiguaban, en efecto, que el rito se había cumplido y la cantinera era sexualmente intocable. Salvo para el marido que con ella había saltado la escoba…

Detalles así, complicados meandros del río de la Historia, como espero hayamos visto, hacen, evidentemente, de una Historia de temas como la Prostitución no sólo algo que no debe ser incómodo o vergonzante, sino necesario. Tal y como muy oportunamente han sabido ver los colegas de “Khronos Historia”…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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