Planes demenciales y realidad histórica. De James Bond al 2 de mayo de 1808 | El correo de la historia >

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

Planes demenciales y realidad histórica. De James Bond al 2 de mayo de 1808

Por Carlos Rilova Jericó

La reciente muerte de sir Sean Connery, el actor escocés que durante años interpretó a James Bond en la gran pantalla, dejó abierta la posibilidad de un correo de la Historia sobre ese curioso personaje -James Bond- que dio eterna fama al caballero Connery, pese a que fue un papel, que, una vez amortizado profesionalmente, acabó por hastiarle y del que se alejó para no quedar encasillado

El personaje de Bond, James Bond -como gustaba de presentarse esta famosa criatura de Ian Fleming- es realmente curioso desde el punto de vista de la Historia cultural. Llamó la atención a científicos sociales de la talla de Umberto Eco, que le dedicó varias páginas en un ensayo reunido -junto con otros similares- en “El superhombre de masas”.

El famoso espía 007, al servicio de Su Majestad Británica, es, como nos decía Eco, un caso de esos que él mismo describía en otro de sus célebres ensayos: “Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas”. Es decir, el de un superhombre -como Superman- dotado de poderes especiales -en el caso de Bond otorgados por el servicio secreto de Su Majestad- que permiten al hombre común de la sociedad de consumo de masas soñar con una vida mejor. Y sobre todo con un héroe, un mito, que resuelva -aunque sea de forma simbólica- los problemas que a él le abruman….

Una de las más graciosas e inteligentes parodias de las películas -y las novelas- de James Bond, “Cómo destruir al más famoso agente secreto del Mundo”, dirigida en 1973 por Philippe de Broca, ya dejaba claro este asunto antes que un Umberto Eco al que, por cierto, esa producción también parodiaba de pasada.

En la película, un escritor de novelas baratas, forzado de la pluma, François Merlin (interpretado por un brillante Jean-Paul Belmondo), se enamora, irremediablemente, de su bella vecina, Christine, estudiante de Sociología en ese París de los setenta en el que se desarrolla gran parte de la acción de la película. Ella queda fascinada por la serie de novelas de Merlin en torno al personaje de Bob Saint-Clair (trasunto tanto del, para los franceses, famoso comisario Antoine San-Antonio, como del propio James Bond). La lectura atenta de Christine de todas las novelas de la serie -algo que alegra mucho la triste vida del divorciado Merlin- obedece sobre todo, como explica esa futura doctora en Sociología, a que las novelas de Merlin son un fenómeno sociológico, pues permiten al hombre común soñar con ser omnipotente. Como Bob Saint- Clair, rodeado de bellas mujeres como la agente Tatiana -al igual que Christine interpretada en la película por una seductora Jacqueline Bisset- que, por supuesto, caen rendidas a sus encantos y malvados muy malvados pero que finalmente quedan como unos estúpidos. Como el coronel albanés Karpov, al que Merlin, en su desbocada imaginación, mientras escribe, pone la cara de su no menos siniestro editor: Charon…

Efectivamente, como vemos en esta parodia de las películas de James Bond, o en los ensayos de Umberto Eco, esa clase de relato triunfa porque, como dice Christine, permite al hombre medio –incluso al creador del personaje como le ocurre a François Merlin- evadirse de su mediocre vida y disponer de un mito que le devolverá la tranquilizadora sensación de que los problemas personales -o colectivos- que le agobian, se pueden resolver con menos esfuerzo del que parece. Tras vencer unas dificultades que, en manos del audaz Bob Saint-Clair, o del original James Bond, no parecen tan complicadas después de todo.

En el caso de Bond hay, sin embargo, una circunstancia llamativa para el historiador: por lo general el agente 007 se enfrenta a malvados integrados en la Internacional del crimen conocida como Spectra. Una organización que, curiosamente, suele querer dominar el Mundo por medio de un exterminio masivo de seres humanos a través de una epidemia inducida artificialmente. Un plan propio de locos -o de idiotas- por supuesto. Tal y como deja claro James Bond numerosas veces.

Ese es el caso de la primera película de la serie, “Agente 007 contra el Doctor No”. El susodicho doctor No, medio chino medio occidental, bajo los auspicios de Spectra, pretende soltar un virus mortal para destruir la civilización actual y, claro está, apoderarse del Mundo.

Algo similar ocurre en el primer -y único- episodio de la serie protagonizado por George Lazenby, “007 al servicio de Su Majestad”. En ella un villano prototípico de la serie Bond, Ernst Stavro Blofeld (interpretado por Telly Savalas) planea tomar por asalto el Mundo desde su base más o menos secreta en las idílicas montañas suizas, repletas de una despreocupada humanidad dedicada a los deportes de invierno. El medio para llevar a cabo ese enésimo plan de conquista mundial pasa por, una vez más, diseminar un virus. Esta vez uno que destruiría toda forma vegetal vital para el sustento de los seres humanos. Todo ello pensado mientras Blofeld estudia recuperar un título de nobleza al que asegura tener derecho y que permite a Bond, disfrazado de genealogista del Colegio de Armas de Londres, introducirse en dicha base de Blofeld para desmantelar la operación…

Nuevamente, y sin ánimo de agotar la lista, la estúpida idea de redimir a la Humanidad exterminándola con una epidemia, reaparece en “Moonraker”, con un James Bond interpretado esta vez por Roger Moore. En esta ocasión un magnate de los negocios tecnológicos, Hugo Drax, vuelve a las andadas con el demencial plan de salvar a la Humanidad descargándola de sus elementos sobrantes (según él) por medio de un virus creado por su propia empresa…

En todas esas ocasiones, por supuesto, James Bond, por sí solo o con ayuda de alguna de sus bellas compañeras y algo de carne de cañón prescindible, logra desbaratar los planes de exterminio epidémico de la Humanidad. Evidentemente así cumple con el papel de superhombre de masas que le atribuía Umberto Eco, capaz de hacer aquello que el hombre común cree que no podría hacer.

En realidad, en la realidad histórica, Bond, no es más que un arquetipo, es decir, un símbolo -como bien notaba el mismo Umberto Eco- que representa a la masa, al conjunto de seres humanos vulgares y corrientes -usted, yo, cualquier otro- que se sienten identificados -y por tanto inspirados- por ese símbolo heroico capaz de destruir al supervillano y sus demenciales y, en el fondo, suicidas planes.

Los procesos históricos reales demuestran, en efecto, una y otra vez, que ante “villanos” reales (Napoleón, Hitler…) como los que pudieron inspirar a Ian Fleming su doctor No o su Ernst Stavros Blofeld, acaba por surgir una reacción en la que, como las bandadas de estorninos, los afectados por el plan del visionario de turno, los hombres y mujeres comunes, se coaligan para formar una especie de James Bond colectivo.

En Madrid, el 2 de mayo de 1808, por ejemplo, Napoleón Bonaparte tuvo la primera constancia de cómo actúa una masa convertida en superhombre cuando ésta acaba por estallar por el abuso continuado de su paciencia y buena fe perpetrado por los dementes que tienen como objetivo vital dominar el Mundo. Los días subsiguientes, el 3, el 4, el 5 de mayo de 1808… aportaron nuevas pruebas de cómo suelen acabar esas visiones de dominio mundial que tanto inspiraron -y enriquecieron- a Ian Fleming a través de su personaje James Bond. Ese símbolo, esa simplificación de cuantas revoluciones y guerras ha vivido este mundo en el que la masa se convierte, cuando es preciso, en un superhombre que, afortunadamente, acaba por poner a los supervillanos de turno en su sitio…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


diciembre 2020
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031