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Carlos Rilova

El correo de la historia

Sara Montiel conquista Hollywood: “Veracruz”. Algo más que una película “del Oeste” (1862-1954)

Por Carlos Rilova Jericó

No es la primera vez que hablo, aquí y en otros medios, de “Veracruz”. Esa película dirigida por Robert Aldrich con la que la española, manchega para más señas, Sara Montiel, comenzó a conquistar Hollywood. Una no pequeña hazaña para un país tan aislado en esos momentos como la descolocada España franquista.

Y hay una buena razón para aludir tanto a “Veracruz” y dedicarle, incluso, todo un correo de la Historia. Tal y como ocurre este lunes.

Lo explicaba el 12 de enero en una conferencia impartida para la sociedad Eragin en San Sebastián. “Veracruz” es una película “del Oeste” bastante atípica. Porque si nos fijamos bien en su trama, nos daremos cuenta de que, bajo esa superficie de película de género “Western”, hay toda una interesante lección de Historia. Historia de América, Historia de Europa, y, en definitiva, de España. Y no sólo porque “Veracruz” fuera la película con la que Sara Montiel desembarcaba en el glamuroso Hollywood de los años 50, hombro con hombro con grandes estrellas como Gary Cooper y Burt Lancaster.

Así es. En “Veracruz” se ponen sobre el tapete cuestiones históricas más profundas de lo que pudiera parecer a primera vista en un producto de entretenimiento de aquel Hollywood clásico.

La ambientación, bastante más cuidada de lo que solía ser habitual en producciones de ese estilo, ayuda mucho a que “Veracruz” sea algo más que una mera película “del Oeste” de las que Hollywood produjo, a cientos, en esa década.

En “Veracruz”, sólo para empezar, se habla de la guerra civil mexicana iniciada en su forma más sangrienta en el año 1862, con la llegada de los contingentes europeos que, siguiendo un guion diseñado por las ambiciones imperialistas de Napoleón III, venían a inmiscuirse en los asuntos internos de México, poniéndose a favor de los terratenientes y en contra de la República liderada por Benito Juárez, que trataba de democratizar aquel país dando poder a los más desposeídos, a peones e indios, a desclasados como el propio Benito Juárez. Un hombre de carrera, un burgués en definitiva, pero mestizo, a medio camino entre el mundo de los terratenientes y el de los pobres y desposeídos.

“Veracruz” mete otro curioso y revelador elemento en su trama que es un grupo de aventureros norteamericanos llegados a México justo al finalizar la Guerra de Secesión (la acción de la película transcurre en 1866) para buscarse la vida como muchos soldados veteranos. Es decir, alquilando el brazo como mercenarios porque ya, tras los años pasados como soldados, de 1861 a 1865, no saben vivir de otra cosa. Y, de hecho, ni siquiera quieren vivir de otro modo que no sea a punta de carabina y de revólver.

En ese grupo hay desde antiguos caballeros sureños, bien educados, bilingües en francés y en inglés, como el personaje que interpreta Gary Cooper, hasta auténticos bárbaros como el Joe Erin al que da vida Burt Lancaster, que comparte el protagonismo masculino de “Veracruz”.

Todos esos elementos, los desposeídos seguidores de Juárez, representados por la aventurera Nina interpretada por Sara Montiel, los buscavidas norteamericanos refugiados en aquel México en plena guerra civil y los estirados aristócratas europeos trasplantados allí por las ambiciones de Napoleón III, nos dan, en efecto, una curiosa lección de Historia a través de “Veracruz”. Esa película del Oeste que es mucho más que una película del Oeste.

Así es, pues en ella vemos cómo lo que ya es poco más que un anacronismo -el mundo imperial europeo que ha venido a imponerse a México- choca con una sociedad plebeya pero mucho más dinámica que lo va a barrer y va a dar lugar, en apenas cincuenta años, a un mundo nuevo en el que los plebeyos -no los aristócratas centroeuropeos cargados de entorchados y uniformes napoleónicos- van a hacerse con el control del Mundo. Ese mismo en el que el Cine desplaza a la Ópera y el Teatro y que, a su vez, creará la Meca de Hollywood de la que saldrán películas como “Veracruz”.

La película tiene, en efecto, escenas inolvidables al respecto. Las principales son la llegada de los aventureros norteamericanos al Palacio Imperial en México capital para ser presentados al mismísimo emperador Maximiliano, que los quiere contratar para proteger un supuesto cargamento de oro que debe se conducido al puerto de Veracruz. El mismo en el que cuatro años antes, en 1862, habían desembarcado las tropas españolas y británicas -pronto disuadidas por el general Prim de seguir con aquella aventura- y las francesas.

En la recepción en palacio el choque entre ambos mundos es brutal, pese a que la película lo muestra de un modo realmente cómico y muy divertido. El personaje de Burt Lancaster, Joe Erin, un pistolero sin escrúpulos, un hombre sin cultura ni educación, colisiona de inmediato con el estirado capitán Danette, interpretado por un actor, Henry Brandon (nacido en Berlín en 1912 como Heinrich von Kleinbach), que lo mira con asco y desdén desde su pedestal social y no duda en provocarle señalando sus bastos modales comiendo y bebiendo (“Cuidado, caballero, parte del vino le está cayendo en la boca”, dirá al personaje de Lancaster mientras éste bebe a tragos el champán que le han ofrecido).

La metáfora de “Veracruz” es así tan evidente como sutil, el mundo de opereta de Maximiliano I, un anacronismo, un “bicho raro” en medio de un México lleno de peones y soldados juaristas y de aventureros que viven y mueren por la Ley del revólver, tiene los días contados. Y eso pese a que esos grandes personajes saben perfectamente qué clase juego están jugando. Un juego de canallas, estafadores y mentirosos, de aves rapaces que caen sobre sus presas despiadadamente y en el que poca diferencia hay entre el emperador Maximiliano I, que dispara con total sangre fría una carabina Winchester sobre sus criados para probar el arma y el basto pistolero Joe Erin. Tanto uno como otro sólo miran por su propio interés y no dudan, entre bambalinas, en conspirar para engañarse mutuamente.

El emperador considerando que hay que deshacerse, por la vía rápida, de esa chusma en cuanto deje de ser útil y la susodicha chusma norteamericana, buscando la manera de hacerse con el cargamento de oro -que supuestamente deben escoltar- para utilizarlo en usos y fines propios que nada tienen que ver con las ambiciones imperiales de Napoleón III y sus satélites mexicanos.

De ese modo tan abrupto como descarnado, la película de Robert Aldrich con la que Sara Montiel empezó a conquistar Hollywood, nos cuenta esa gran lección de Historia, mostrándonos la cara oscura de cuentos de hadas modernos. Como la vida de la emperatriz Sissi, que en las mismas fechas en las que se estrenaba “Veracruz”, también conocía el éxito hollywoodiense y que, no lo olvidemos, era prima carnal de Maximiliano de Habsburgo.

Ese rutilante y altivo emperador dispuesto a volar la cabeza a uno de sus criados sólo para demostrar su habilidad con el Winchester y a masacrar a la misma canalla aventurera, polvorienta y sin modales de la que se quiere servir para llevarse de México todo un tesoro mexicano a Europa. Dejando así bastante claras las realidades más pedestres que esa anacrónica corte trataba de ocultar bajo metros y metros de pesados ropajes cubiertos de entorchados, púrpura y armiño tan fuera de lugar en un mundo que, en definitiva, no era más que otro gran escenario clásico del “Salvaje Oeste” de Hollywood…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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