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Carlos Rilova

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La botella de nitroglicerina de juguete: ¿Ana Bolena era negra y punto? (1501-2021)

Por Carlos Rilova Jericó

Para no variar, esta semana también hablaré de redes sociales e Historia. Principalmente porque ha sido gracias a Twitter (ese medio descrito por algunos como “auténtico lodazal” ) como he descubierto la enésima polémica histórica. Volveré también sobre el “Diario de Mr. Pyle”, esa magnífica novela histórica que, como saben quienes leen el correo de la Historia, estoy desgranando página a pagina hace meses.

Todo esto ha venido de agrios encontronazos en esa red social por una serie de la cadena de Televisión HBO que ha convertido a la reina Ana Bolena, inglesa, aristócrata nacida en Inglaterra en 1501, en una inverosímil mujer de raza negra…

Ha habido (algo habitual en Twitter) quien ha confundido las críticas a esto con un aquelarre fascista. Craso error, pues esas críticas están viniendo tanto de gente de izquierdas (que parece empieza a darse cuenta de cómo la están manipulando) como de gente más a la derecha del espectro político. Lamentablemente he constatado que también algunos historiadores, a los que se nos supone más allá de esas cuestiones ideológicas (al menos cuando hablamos de Historia), han caído en el ardid de esa falsa reivindicación de igualdad racial vía el falseamiento palmario de la Historia.

Así he visto que se ha estado confundiendo la idea de innovar en temas estéticos, con ciertos dogmas políticos inquietantes sobre los que cualquier historiador o historiadora mínimamente sensatos y formados deberían estar en guardia. Al menos por lo que respecta a su ejercicio como tales. Pues no es lo mismo hacer lo que ha hecho HBO que un deliberado ensayo cinematográfico de adaptación o actualización de, por ejemplo, obras de Shakespeare. Como el “Mucho ruido y pocas nueces” de Kenneth Branagh de 1993, o la película “Romeo + Julieta” estrenada tres años después.

La primera situaba la acción en un paisaje real pero teatralizado, ahistórico, y así don Pedro, el protagonista, era interpretado, con su solvencia habitual, por un actor negro como Denzel Washington, sin que eso resultase en absoluto estridente.

En el caso de la segunda ocurría lo mismo, su director, Baz Luhrmann, trasladaba la acción de Romeo y Julieta de la Verona bajomedieval de la guerra de bandos a una ciudad actual vagamente californiana y semi-imaginaria -Verona Beach- donde los bandos se convertían en bandas y el Príncipe Escala en el Jefe de Policía Prince Escalus, que era también magníficamente interpretado por otro actor de raza negra: Vondie Curtis-Hall que protagonizaba escenas memorables como aquella en la que con un megáfono conminaba a Capuletos y Montescos a soltar sus “armas mal templadas” y rendirse a la Justicia de la ciudad. Tal y como ocurre en el drama original de Shakespeare.

Como vemos por esos dos ejemplos ya estaba hecho, hace casi treinta años, esto de alterar dramas clásicos, de fundamento histórico, e integrando en los papeles principales a actores negros que no coincidían con los planteamientos originales.

HBO, pues, debería haber tomado ejemplo de Branagh o de Luhrmann. Si era eso lo que pretendía con su “Ana Bolena”. Pero si lo que quería era hacer una serie con fidelidad histórica -y por vestuario y escenarios parece que esta “Ana Bolena” pretende serlo- debería haber tomado ejemplo, una vez más, de un historiador con un manejo magistral -también de la ficción histórica- como Alessandro Barbero.

Así es, si lo que HBO quería era reivindicar históricamente a la raza negra, nada más acertado que haber hecho una serie basada en el libro de Barbero, donde se cuenta con total precisión ese tema relacionándolo con la Centroeuropa de las guerras napoleónicas. Pues esa obra, centrada en las andanzas de Robert Pyle, un apócrifo embajador de Estados Unidos ante Prusia en 1806, muestra con total veracidad cuál era la verdadera existencia de una persona de raza negra en Europa en esas fechas.

Algo que Barbero describe a través de un personaje secundario pero recurrente en ese “Diario de Mr. Pyle”: Will, el criado personal del inefable Robert Pyle, caballero de ideas avanzadas, masón para más señas, aunque algo vano y maníaco sexual, representante en Prusia de uno de los países más libres que existen en Occidente en esos momentos, pero que, aun así, nos describe a su criado Will como hombre que a duras penas ha aprendido a escribir y contar. Y eso sólo gracias a la filantropía condescendiente de aquellos blancos ricos que fundaron Estados Unidos (de los que Robert Pyle es un retrato casi perfecto) y tan mal como para que él, Robert Pyle, se divierta a su costa endosándole una pérdida de dinero que no se ha producido en realidad, llamándole “negro ignorante” y amenazándole con dejarlo abandonado en medio de la Polonia ocupada por Prusia. Horrible destino que el pobre Will quiere eludir, con lágrimas en los ojos, porque en ese lugar y momento él es una exótica rareza que los analfabetos campesinos polacos (blancos y rubios) no tardarán en despedazar considerándolo un artificio del Diablo por su negro color…

¿Por qué HBO, sin embargo, no parece ni haberse planteado tal opción? Sólo se me ocurren dos razones. La primera sería que HBO quiere proyectar cierta clase de ideas sobre su público. Cueste lo que cueste. Es decir, estaría haciendo propaganda deliberada más que negocio. La otra seria que HBO ha hecho un estudio de mercado y ha considerado que hay un público objetivo mayoritario que podría rentabilizar esa inversión por medio de una audiencia notable para esa Ana Bolena tan históricamente fuera de lugar. Vía escándalo o vía militancia política.

No es fácil discernir, hoy por hoy, hasta qué punto una u otra cosa han influido en esta salida de HBO. Sin embargo leer “Generación ofendida”, de una historiadora, y socióloga, Caroline Fourest -no precisamente sospechosa de ser una derechista reaccionaria- podría dar la clave del verdadero porqué de producciones, después de todo, tan aberrantes como esa “Ana Bolena”. “Generación ofendida”, en efecto, habla de episodios escalofriantes, recientes y muy reales, como el de la Universidad Evergreen en Estados Unidos, donde algunos alumnos prohibieron a sus propios profesores dar clase porque eran blancos y, por lo tanto, privilegiados “históricos” a los que había que castigar con ese silencio impuesto…

Ya ven, la Libertad de Cátedra, conseguida, para todos, a base de revoluciones y barricadas por los antepasados de esos mismos blancos privilegiados, borrada de un plumazo, por decreto de quienes se suponía habían ido a la Universidad a aprender. Por ejemplo lo que era un “ukasse” dictado por los zares de Rusia…

La cosa ha llegado de hecho a tal punto que esta misma semana, aparte de la noticia sobre una Ana Bolena negra, las redes sociales también se hicieron eco de que algunos profesores norteamericanos habían decidido fundar en Tejas la Universidad de Austin, que pretende poner freno a esa peligrosa deriva anti-intelectual y antidemocrática.

Una que, como vemos, ha sometido o abducido a personas con títulos universitarios y a productoras del peso de HBO. Una que tanto gente del mundo de los negocios como, especialmente, quienes han estudiado Historia, deberían ver con auténtico rechazo, pues es de esas que acaba explotando en la cara de quienes se someten o se dejan abducir por tales derivas que, finalmente, acaban por producir el mismo resultado que produciría el creer que una botella llena de nitroglicerina es un juguete inofensivo…

Un historiador, honestamente, en base a su experiencia profesional no podría decir otra cosa. Eso es tan seguro como que una película sobre la Guerra de Secesión que pretendiera ser histórica, jamás debería plantear que Frederick Douglass fuera interpretado por un actor blanco. Siquiera sea por honrar a la verdad y rendir homenaje a personaje histórico tan admirable como lo fue aquel antiguo esclavo que se convirtió en uno de los literatos más importantes de aquellos Estados Unidos de 1861. Homenaje y verdad que, por las mismas razones, también merece Ana Bolena. Por ejemplo…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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