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Historia, tormento y éxtasis. Miguel Ángel Buonarroti y el Cine

Por Carlos Rilova Jericó

El viernes que viene, el 6 de mayo, la productora Surtsey estrena en España una nueva película sobre Miguel Ángel Buonarroti. Es decir: sobre un hombre que, acaso, encarnó el punto más alto de ese período histórico -tan apreciado todavía hoy- que conocemos como “Renacimiento”.

Esa palabra es una traducción directa del término que se empezó a emplear en la fragmentada Italia del siglo XV para definir lo que estaba ocurriendo allí y se venía incubando desde, al menos, el siglo anterior.

Es decir, el renacer de los valores, las medidas, la Cosmovisión… del mundo clásico, de la antigua Grecia y la Roma pagana que habían sido, más o menos, arrumbadas durante lo que hoy conocemos como “Edad Media” y que otros, de manera más escatológica, llamaron “los Siglos Oscuros”. Dicen (los expertos en la materia) que la proximidad del legado griego y romano en Italia, así como la cercanía del imperio romano de Oriente -definitivamente destruido por los turcos en 1453- facilitaron esa rápida “Rinascita”, ese Renacimiento, en lugares como la poderosa ciudad-estado de Florencia. O en la no menos poderosa Roma de los Papas que, por aquel entonces, era uno de los estados más fuertes de aquella desunida Italia.

En ese ambiente se alza, brillando con la tópica luz propia, todo un elenco de artistas que dominan las más diversas habilidades -desde la Ingeniería a la Pintura- y hoy son figuras veneradas en los manuales de Historia del Arte.

Son nombres que conoce cualquier persona de cultura media: Rafael, Leonardo da Vinci (éste incluso convertido en bestseller novelesco en distintas ocasiones) y entre otros muchos nombres más o menos célebres: Miguel Ángel.

Hay al menos dos obras escultóricas suyas que contribuyeron a forjar su leyenda y hacerle ese vasto sitio en los libros de Historia.

Una es sin duda el famoso “David”, que se ha convertido incluso en imagen publicitaria haciéndose así aún más popular y dando más fama también a su creador. La otra es el “Moisés” que, supongo, se sigue vendiendo, reproducido hasta el infinito, como souvenir para los miles de turistas que pasan por Italia, por Florencia, por Roma… cada año.

Ambas imágenes, ambas esculturas, encarnan, muy bien, el espíritu del Renacimiento y el propio genio, personal, e intransferible, del artista.

El “David” es una perfecta recreación de las proporciones humanas clásicas. El canon, la armonía, el ejemplo perfecto de todo ello y que Da Vinci también resumía en su celebre “Divina Proporción”. Otra imagen clave de eso que llamamos “Renacimiento”. Un cambio histórico, filosófico… que, a diferencia de lo que ha ocurrido a lo largo de la Edad Media, pone al Hombre -y a la Mujer, no olvidemos a la bella Flora y a la no menos bella Venus, ambas pintadas por Sandro Botticelli- como centro y medida de todas las cosas.

El “Moisés”, la otra célebre escultura que Miguel Ángel hace por encargo para una tumba pontificia -la del papa Julio II- es, por su parte, una obra masiva, apabullante, y encarna una de las características propias, peculiares, del estilo de Miguel Ángel. La que se ha llamado “terribilità”. Es decir: una tensión, una fuerza dramática transmitida a través de la expresión, el gesto, los ropajes… de la figura, que revelan la agonía creadora del artista. En este caso Miguel Ángel Buonarroti, que así encarna, una vez más, a la perfección, la nueva era en la que el artista, también, va a ser el centro de todo a diferencia de lo que ocurría en la Edad Media. En la que incluso les ha sido negado un nombre para la posteridad, quedando eclipsados, desconocidos, tras sus obras.

En el caso de Miguel Ángel y en el de otros artistas contemporáneos suyos -y los que vendrán después en su larga estela- es justo todo lo contrario. Con obras como esas, nace el artista en sí mismo, el ser humano que vive absorbido por esa pasión, que la sigue poniendo al servicio de los poderosos -como el papa Julio II- pero se considera, a sí mismo y a sus obras, por encima de esos seres poderosos pero banales. No tocados por la gracia del genio artístico y que, por tanto, no tienen otra misión en esta vida salvo la de financiar al artista y contemplar extasiados su obra, aplaudiéndola sin reservas.

Esta temática ha sido magistralmente plasmada en el Cine ya hace años. Fue el caso de una cinta altamente recomendable: “El tormento y el éxtasis”, dirigida por Carol Reed, estrenada en el año 1965 y basada en una novela histórica de Irving Stone.

Esta otra película sobre Miguel Ángel estaba destinada a un éxito que, supongo, igualará la de Andrei Konchalowsky que Surtsey estrena en España este próximo viernes.

Principalmente porque estaba protagonizada por dos estrellas de primer orden en el firmamento del Hollywood que llaman “clásico”: Rex Harrison interpretando al papa Julio II y Charlton Heston como Miguel Ángel.

Aparte de eso la película de Reed reflejaba perfectamente lo que era la revuelta Italia del Renacimiento, donde las miserias de la Guerra -alentada incluso por el Papa- convivían con ese Arte excelso que todavía hoy admiramos.

Asistimos también a través de esa película a ese cambio que se opera en la Historia del Arte, en el cual el artista pasa a estar en el centro de todo y su genio admirable es la medida de todas las cosas. Ya sea para crear estatuas a las que, según la leyenda, sólo les queda hablar, como dicen que pasó con el “Moisés”, o en la larga labor de pintar la Capilla Sixtina en el Vaticano según su criterio y en el tiempo que le pareciera oportuno para que la obra fuera verdaderamente maestra.

Algo reflejado en “El tormento y el éxtasis” con rasgos entre trágicos y cómicos en el duelo actoral entre Heston y Harrison, entre el artista Miguel Ángel y el papa Julio II, que pregunta, impaciente, cuándo estarán acabados esos famosos frescos y obtiene, una y otra vez, la respuesta impertinente, altanera, del artista diciendo que estarán acabados cuando lo estén, no antes…

Pero han pasado ya más de cincuenta años desde el estreno de la película de Reed, probablemente tiempo más que suficiente para que sólo los cinéfilos y los historiadores la conozcamos. A ese respecto hay que dar la bienvenida a esta nueva película sobre Miguel Ángel que Surtsey estrenará el próximo viernes 6 de mayo. Seguramente la comparación con la de Carol Reed será tan odiosa como ociosa porque son películas nacidas en un ambiente cinematográfico completamente distinto.

Sin embargo, es seguro que esta nueva película sobre Miguel Ángel, por lo que sé, va a reflejar, otra vez, con fidelidad y de manera nada banal, la figura del artista, sus tormentos como genio creador y su búsqueda del éxtasis ante el resultado. Y con ello, sin duda, va a contribuir a perpetuar tanto la leyenda de Miguel Ángel como artista que encarnó al Renacimiento, como ese gran episodio de la Historia del Arte y de la Historia en general. Algo de lo que tan necesitados andamos en estos tiempos en los que todo parece haber perdido el rumbo. Ese que genios como Miguel Ángel y -a su manera- el papa Julio II, supieron encontrar hace ya más de cinco siglos. Creando la alta civilización de la que hoy aún disfrutamos y que deberíamos defender a ultranza.

Siquiera sea empezando por rendir tributo en las salas de Cine a quienes, como Andrei Konchalowsky, se han tomado la molestia de seguir recordando todo aquello.  Y este 6 de mayo parece, desde luego, una inmejorable ocasión para ello…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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