>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

Historia y vida: el “Diccionario de historiadores, juristas y pensadores políticos de Vasconia”

Por Carlos Rilova Jericó

Este miércoles que viene, aparte de ser un aniversario más de la fallida “Operación Valquiria” que pretendía librar a Alemania -y al Mundo- de Adolf Hitler y su megalomanía, será una ocasión histórica por otra razón.

Al menos para la Historia de un buen pedazo de aquella Europa que el citado Hitler aplastó bajo la bota de la Gestapo y las SS o redujo a escombros.

Ese pedazo de la hoy nuevamente atribulada Europa, abarca la Navarra a ambos lados de los Pirineos, tres provincias vascas peninsulares, al lado español de la raya pirenaica, y las otras dos al Norte de esa raya en el hexágono francés.

Es una ocasión histórica porque se glosará en el Palacio de Miramar de San Sebastián una magna labor: la del, por su nombre completo, “Diccionario de historiadores, juristas y pensadores políticos de Vasconia”. Una gigantesca obra que, en cuatro volúmenes, reúne, entre otras, las biografías de centenares de eruditos vascos y navarros de esas siete provincias a los que, de un modo u otro, por una u otra razón, se les puede encuadrar bajo el nombre de “historiador”.

Ha sido un notable empeño que ha dado lugar a esa gran obra que ha movilizado a buena parte del personal universitario y titulado de esos siete territorios (y algunos aledaños, como Cantabria) y ha sido editada por la prestigiosa editorial madrileña Marcial Pons.

El resultado son esos cuatro volúmenes de ese “Diccionario de historiadores, juristas y pensadores políticos de Vasconia” de los que se hablará este miércoles en el marco de los cursos de verano de la UPV-EHU en el Palacio de Miramar de San Sebastián (VÉASE NOTA 1 AL FINAL DEL TEXTO).

Evidentemente creo que son más que buenos motivos para que parezca una buena idea dedicar a ese interesante asunto este nuevo correo de la Historia. Por la magnitud de esa recopilación de las vidas de aquellos, y aquellas, que nos precedieron en estas labores de escribir eso que se llama “Historia” y que es algo más importante de lo que se suele creer. Pero, además de eso, porque creo es una buena ocasión para reflexionar sobre la Historia y las vidas de aquellos que la escribieron o aún la escribimos.

Y es que las entradas del “Diccionario” que me han encargado realizar -casi gotas de agua en ese vasto océano de cuatro volúmenes- me han hecho pensar -quizás más de la cuenta- sobre cosas que preocupan desde el tiempo de los romanos. Es decir: sobre la que llamaban “damnatio memoriae”, que no era otra cosa que castigar a alguien a desaparecer, para siempre, de la memoria colectiva. En definitiva, de la Historia que se supone que existe para evitar eso.

Esos cuatro volúmenes de ese “Diccionario” están ahí para evitar eso, en efecto, pero escribir algunas de sus páginas ha llevado, inevitablemente, a este historiador a pensar qué clase de memoria, de Historia, quedará de aquellos, y aquellas, que escribimos esas páginas en estos comienzos del siglo XXI y, por ende, de la de esos predecesores sobre los que escribimos.

Algunos, me temo, seremos olvidados para siempre. Actualmente los procesos de esa “damnatio memoriae” funcionan a toda máquina. Vivimos, por desgracia, en tiempos orwellianos, en los que cualquier excusa barata sirve a auténticas mediocridades para sacar de en medio a cualquiera que crean que hace sombra a proyectos a veces sencillamente demenciales o aquejados de mucha miseria intelectual y moral… En ese horizonte tan preocupante, el que estas líneas escribe, no ve mucho horizonte -valga la redundancia- para algunos por más que escribamos, y escribamos y publiquemos. Hay gente roída moralmente que más que preocuparse de sus propios trabajos, se preocupan, sobre todo, de barrer a metralla todo lo que ellos, y ellas, creen se interpone en su meta de ser subidos a un pedestal en el que sus taras se noten menos. Y eso, naturalmente, implica un infinitamente mezquino “caiga quien caiga” en el que muchos, me temo, estamos incluidos.

Pero dejando aparte futuribles, otra de las reflexiones a las que me ha llevado la redacción de esas páginas de ese “Diccionario”, es al abismo que se abre entre nuestras anodinas vidas actuales y las de algunos de los historiadores que yo he biografiado.

En ese aspecto hay vidas como la de Édouard Ducéré en las que, incluso dentro de una existencia de lo más prosaica, funcionarial, ordenada como los relojes que fueron su segunda profesión, hubo momentos épicos que, supongo, permitieron a este historiador bayonés mirar frente a frente a aquellos corsarios vascos sobre los que tanto escribió. Ducéré, en efecto, vivió y (sobre)vivió a la breve Guerra franco-prusiana de 1870 (tan parecida en muchos aspectos a la actual de Ucrania) antes de dedicarse a la plácida existencia de bibliotecario, archivero e historiador en el amable País Vasco de la “Belle Époque”.

Algo parecido ocurrirá con quien fue el tema de mi tesis doctoral: el donostiarra Fermín Lasala y Collado, duque de Mandas y Villanueva y coetáneo de Ducéré. La mayor parte de su vida fue la de alguien que nace millonario y entre numerosas comodidades, pero ya en la mediana edad formará parte de la milicia liberal que defendió San Sebastián y el resto del territorio guipuzcoano de la última intentona carlista en 1873. Posteriormente, como embajador español, se sentaría a la mesa con la reina Victoria, haría amistad con el inefable Eduardo VII y decidiría los destinos de parte del mundo desde el Londres de 1900 en el que resonaban aún los nombres de autores que él había leído y tenía en su biblioteca. Como Wilkie Collins.

Otros, de la misma Bayona, como el general Jean Ansoborlo, que moriría a principios de este siglo XXI, tuvieron mucho más que contar en su haber: en 1940, con su país invadido por el III Reich, Ansoborlo, apenas un cadete sin terminar los estudios en la Academia militar de Saint-Cyr, cruzará las líneas nazis para unirse a las fuerzas de la Francia Libre de De Gaulle y con ellas participará en operaciones que algunos sólo conocemos por el Cine, los documentales y los libros de Historia. A saber: la invasión de la Italia fascista o la derrota de la última ofensiva nazi en la hoy famosa Batalla de las Ardenas…

Incluso los más cercanos a nosotros y que llegamos a conocer personalmente, como el donostiarra Fermín Muñoz Echabeguren, parecen haber tenido una biografía más interesante y digna de ser escrita que la de algunos de los que hoy nos dedicamos a esta labor y no nos hemos perdido una sola comida de las tres diarias (y alguna más) en toda nuestra vida. Recuerdo que mientras entrevistaba a Gari Muñoz, hijo de Fermín, para escribir su biografía, le decía, entre bromas y veras, que si yo entraba en un futuro quinto volumen de un “Diccionario de historiadores de Vasconia”, poco se podría decir de mi más allá de ser un hombre anodino, con preocupaciones y problemas muy vulgares, envuelto (muy a su pesar) en luchas bastante mezquinas, nada heroicas, y que dedicó su vida -casi por puro azar- a escribir las vidas de personas que habían vivido realmente, mucho más que él y, desde luego, habían hecho cosas mucho más importantes.

Desde ser parte del Estado Mayor aliado que derrotó a los nazis en las Ardenas a levantar un país devastado por una guerra civil. Como había sido el caso de Fermín Muñoz Echabeguren que, con apenas 14 años, ve desmoronarse el San Sebastián “Belle Époque” y después de 1939 -dedicándose a sacar adelante a su familia con su propio trabajo- creará ese cómodo mundo en el que algunos nacimos para no hacer en nuestras vidas nada más importante que escribir vidas mucho más interesantes que las nuestras, que podrían resumirse en apenas dos líneas…

Habrá quien quizás vea esto como un éxito social, como dice el siniestro protagonista de “Las benévolas”. Aquel antiguo SS nazi, malgré lui, colaborador en el genocidio de judíos ucranianos, que recuerda a sus lectores que no lo juzguen con dureza y se alegren de vivir en un tiempo en el que nadie les manda a matar al padre o a la mujer o al hijo de nadie. Sin embargo, a veces, siento algo de una vaga vergüenza cuando, inevitablemente, tengo que comparar una vida propia irrelevante y prosaica -banal hasta rozar, a veces, con lo ridículo- con la de aquellos que hicieron mucho más para ganarse el derecho a figurar hoy en los libros de Historia, en los diccionarios de historiadores, y, paradójicamente, gracias a manos tan blancas y tan poco esforzadas, tan mimadas -demasiado mimadas quizás- como las nuestras. Las de sus acaso indignos herederos de tantos esfuerzos…

Aun así espero que, al menos, esos cuatro volúmenes del “Diccionario de historiadores, juristas y pensadores políticos de Vasconia” que se glosarán este miércoles en el Palacio de Miramar, nos rediman a algunos -en alguna medida- de todo eso.

Nota 1: el curso ha sido cancelado.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


julio 2022
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031