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Carlos Rilova

El correo de la historia

Algo de Historia sobre Elías Ahúja y sobre algunas tradiciones

Por Carlos Rilova Jericó

Dudas, dudas y más dudas me han acometido a la hora de elegir el tema de este lunes. Pero al final no me he podido resistir al vértigo de dedicar este correo de la Historia a la cuestión de la turbia polémica en torno a la especie de “juegos florales”, algo primarios y abruptos, que ha habido entre el colegio mayor masculino “Elías Ahúja” y sus vecinas del femenino “Santa Mónica”.

Y es que como han señalado muchos perfiles de malpensados en redes sociales, se ha querido generar con ello una polémica artificial, una cortina de humo, para ocultar cuestiones más graves de la política patria como algunas sentencias judiciales muy graves. No digo que no. Que conste en acta (histórica). Pero al margen de esa posibilidad, el asunto del “Elías Ahúja” es de lo más llamativo para los historiadores.

Empecemos por el nombre que da nombre al colegio y que ha sido objeto de recuerdo, por todo esto, en oportunos artículos como el publicado en formato digital por “El Independiente”, el 6 de este mes de octubre. Resulta que es un personaje realmente interesante que se debe añadir a la Historia de los españoles influyentes en los Estados Unidos. Como algunos otros de los que ya se ha hablado en otros correos de la Historia. Caso del astrónomo José Joaquín de Ferrer y Cafranga.

Elías Ahúja era de una generación posterior a la de éste, pero coincidió con él en que ambos vivieron largo tiempo como comerciantes en la ciudad de Nueva York y que hicieron fortuna en ella. Ahúja había nacido en 1863 y, como el astrónomo Ferrer, desde Cádiz salió para Estados Unidos y se bandeó en tan interesante plaza en la fascinante época de la “Gilded Age” y la primera posguerra mundial hasta los “locos años 20”. Su habilidad le dio lo bastante como para volver rico a su Cádiz natal y allí meterse en Política como candidato al Congreso (antes de que Primo de Rivera fulminase el renqueante sistema de la Restauración con su dictadura regeneracionista) y aplicar parte de sus ganancias a la Filantropía.

De eso derivó, precisamente, el colegio mayor que se ha convertido en el ojo del huracán de esta polémica para algunos algo artificiosa. Y llena de recovecos de una novela de intriga digna de un Dan Brown o un Javier Sierra. Porque, leo, Elías Ahúja, murió a una avanzada edad -exiliado en su querida Nueva York- al haber sido tildado de masón por el bando franquista en la Guerra Civil. Sentencia de muerte casi segura en 1937, que fue cuando Ahúja dejó por segunda vez Cádiz para irse a Nueva York.

No sé a ciencia cierta qué grado de masonería -cierta o imaginaría- albergaba Ahúja en su historia personal. Lo cierto es que el colegio de la polémica fue puesto por su fundación en manos de una orden religiosa católica que, en principio, no tenía nada que ver con mandiles, escuadras y compases… Más bien al contrario.

Bien, como vemos, la Historia, una vez más está llena, sí, de extraños recovecos, ¿verdad? Un presunto masón que ha hecho fortuna en los Estados Unidos de Teddy Roosevelt y del presidente Wilson huye de España a causa de una guerra civil sanguinaria, crea una fundación y ésta crea un colegio mayor que en 2022 -a cien años de que el fundador celebrase su éxito en la vida como comerciante- se convierte en el centro de una polémica lamentable que hace girar en torno a ella a la opinión pública de un país europeo ya muy vapuleado desde hace años. Y en especial desde los dos últimos, en los que la deriva política está adquiriendo unos tintes preocupantes. Tanto en esta maltrecha península ibérica como en la europea de la que formamos parte…

Sobre la polémica en concreto sólo puedo decir que suscribo totalmente lo escrito por Juan Soto Ivars en “El Confidencial” el 7 de octubre. Allí -con una erudición en Antropología cultural encomiable en un periodista treintañero de esta época algo funesta- Ivars explicaba todos los matices de la cuestión que -oh sorpresa- han quedado totalmente ausentes en el debate político y mediático que ha seguido al descubrimiento de que los colegiales del “Elías Ahúja” lanzaban a sus vecinas consignas bastante abruptas.

Ivars no niega el carácter machista, de pijos más bien de derechas, alojados en el colegio fundado por un presunto masón y administrado por una orden católica, pero -y es un “pero” importante- devuelve al quicio de los hechos a esta cuestión desquiciada.

Sí, como dice Ivars, lo ocurrido entre esos dos colegios mayores es un rito, y el rito juega con sus propias reglas que, en absoluto, encajan con las de una sociedad bastante enferma como la actual occidental. Dominada por una normatividad asfixiante, patológica, que -nuevamente oh sorpresa- nos estaría obligando a creer que conquistas sociales y políticas, como la de la liberación e igualdad de la mujer, parecen no haber avanzado nada desde la época de las sufragistas y -al parecer también- todo estaría por hacer, como demostraría lo ocurrido en el colegio mayor “Elías Ahúja”. Nada más sorprendente (tal falacia) para un historiador que algo sabe de la evolución de la condición femenina desde hace unos cuantos siglos.

Ivars así tiene toda la razón en reducir la cuestión a una serie de rituales propios de la cultura estudiantil y popular también desde hace siglos. Y en esto este periodista que trabaja para diversos medios de mucho eco en España, está muy bien acompañado. Por historiadores como Mijaíl Bajtín o Edward Palmer Thompson o, sin ir tan lejos, Julio Caro Baroja. Todos ellos descubrieron ya hace años que en la Historia europea abundaban rituales de ese tipo. Como el charivari o el skimmington, con el que las sociedades rurales criticaban -con buen criterio- conductas que les parecían nocivas. Como el que un hombre mayor -y probablemente ya estéril- se casase con una chica joven por conveniencias de ambos y con eso redujesen las posibilidades de supervivencia de la especie en conjunto y de la propia comunidad.

Sí, nuestra Historia está llena de tradiciones que hoy nos parecerían rechazables o directamente asquerosas. Caso de la de arrojar excrementos como señal de renovación y fecundidad. Como contaba Bajtín en su obra de referencia sobre la cultura popular.

Lo ocurrido en el “Elías Ahúja”, como es lógico, podría parecer, y parece a mucha gente, igualmente asqueroso por muy tradición que sea. Pero no será este historiador el que tire la primera piedra a ese ya bastante destrozado escaparate social. Vuelvo una vez más a Ivars: en esto de los rituales de apareamiento nuestras modernas y avanzadas sociedades tienden -y ahí vamos todos incluidos- a espectáculos bastante torpes.

Así las cosas, el incidente del “Elías Ahúja” debería, en cambio, haber sido, (creo que aún lo podría ser), una grandísima oportunidad por parte de nuestra clase política e intelectual para plantearse cómo llevar estas cosas de una forma sana y natural y en la que las hormonas revolucionadas tuviesen cauces de expresión menos abruptos (por más que estén respaldados por venerables tradiciones como las recogidas por Bajtín, Burke, Thompson, Caro Baroja…).

Por ejemplo ésta sería buena ocasión para debatir si, en pleno siglo XXI, todavía tiene que haber colegios femeninos y masculinos segregados. Primera piedra en la que tropezar, pues, como bien se sabe, las comunidades de un solo sexo, por aquellas cuestiones de la Biología humana, acaban llevando a comportamientos anómicos y, a veces, letales y criminales. Y como ya advirtió el -por algunos- tan admirado Foucault, suelen ser parte de un plan de castigo institucional y de dominio social.

No pierdo así pues la esperanza de que este algo artificioso incidente sirva para reflexionar -como personas maduras- a quienes leemos, escuchamos o elegimos para eso precisamente, pero que, me parece, por lo leído sobre el caso, aún están, hoy por hoy, bastante lejos de actuar como los dirigentes responsables, cultos, bien preparados… que suponemos leer, escuchar o elegir cada cierto tiempo.

Hablando en cambio muchos de ellos como agitadores callejeros de los años treinta subidos en un cajón y atizando desde ahí bajos instintos e ideas primarias. Cuando no pueriles, dignas de un termitero y que, por comparación, van a acabar convirtiendo en poemas de Garcilaso lo que los chicos del “Elías Ahúja” dijeron y lo que las chicas del “Santa Mónica” respondieron…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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