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Carlos Rilova

El correo de la historia

Una oscura historia marítima: el naufragio del Batavia (29 de octubre de 1628)

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana, para no variar, centraré este nuevo correo de la Historia en un asunto marítimo que, como la Batalla de Trafalgar (de la que hablaba el lunes pasado), también tuvo lugar en octubre. En este caso del año 1628.

Fue el 29 de ese mes y de ese año en el que un barco de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (conocida como la “VOC” en neerlandés) zarpaba del puerto de Ámsterdam para conocer un siniestro destino, hechos que parecerán salidos más de la imaginación de un novelista o de una poetisa que del ordenador de un historiador.

De hecho la noticia de lo ocurrido con el Batavia me llegó a través de un cómic o, por sus características y volumen, una novela gráfica, como se prefiere llamar a esas obras ahora.

Se trata de un libro publicado por primera vez en el año 2011 y en español en el 2017, con guion de Christophe Dabitch y dibujos de Jean-Denis Pendanx. Por tanto de dos franceses fascinados por la Historia de un antiguo y enconado enemigo. En este caso la República Holandesa que Luis XIV -como bien sabemos- trató de destruir. Empezando por su poderío naval, como ya comentaba en otros correos de la Historia.

Una fascinación comprensible a este lado de los Pirineos, donde algo sabemos también de querer destruir a los insurgentes holandeses y, sobre todo, a aquella Compañía de las Indias Orientales que era la que ayudará a mantener a esas rebeldes provincias en pie de guerra durante 80 años y cuyo modelo se crea en competencia con organismos previos como la Casa de Contratación de Indias, y otros posteriores como el Consulado donostiarra, para, más adelante, ser imitado en la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas o en la de Filipinas, que se bandeó hombro con hombro con esa empresa holandesa en el Mar de China y lo que ahora llamamos Asia-Pacífico.

Así las cosas ha sido difícil no sucumbir a la tentación de leer el largo volumen de páginas de “Jeronimus”, que es el título que Dabitch y Pendanx han dado a su libro sobre el terrible destino del navío Batavia. Pero, ¿cuál es el porqué de ese título? Es ahí donde la historia que nos cuentan estos dos autores, empieza a adquirir tintes tan oscuros que hasta parecen no ser reales.

Jeronimus es el nombre de uno de los pasajeros del Batavia. Y no uno cualquiera. Se trata de un encargado de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, destinado a una de sus factorías en la actual Indonesia, la de la isla de Java. En esos momentos una colonia de la naciente república rebelde que aplica allí los mismos métodos que los españoles en Filipinas. O, quizás, aún peores. Más explotadores, más voraces, más depredadores, como reconoce Francisco Pelsaert, funcionario de la Compañía, al propio Jeronimus Cornelisz durante la accidentada travesía.

A partir de ahí Dabitch y Pendanx desarrollan una historia de horror totalmente real, por más que parezca el guion de una película de esas con las que la mayoría de televisiones generalistas llenan sus parrillas en estas fechas de “Halloween”.

Pero nada de eso es ficción, sino un episodio de la más negra Historia de la Humanidad. De hecho un genocidio a pequeña escala similar al que perpetrará el III Reich en Europa desde 1933 o el sueño dorado de cualquier demente eugenista.

Ya en 24 de julio de 2020 lo constataba Manuel Lucena en un artículo para “ABC”, en el que recomendaba (especialmente a los que ese periodista llamaba “perjudicados por la leyenda negra”) la lectura de un libro del periodista australiano Peter FitzSimons sobre este asunto que, en efecto, se desarrollará ante la costa de la actual Australia, en los Houtman Abrolhos. Conocidos también como Islas Abrolhos.

Allí se desarrollará ese drama que Dabitch y Pendanx describen, en toda su crudeza y detalle en “Jeronimus”.

¿De qué se tratará? Pues de algo realmente sorprendente, de una lección de Historia que debería enseñarse en todas las escuelas de una Humanidad civilizada para que los herederos del futuro supieran qué es lo que no es admisible hacer.

Jeronimus Cornelisz, nos dicen Dabitch y Pendanx, es un boticario holandés que lo deja todo atrás, mujer incluida, tras perder un hijo que, según la documentación de archivo, morirá por haber desarrollado una sífilis que, al parecer, le habría contagiado la leche de la nodriza contratada por los Cornelisz para criar a su vástago.

Jeronimus, como también subrayan Dabitch y Pendanx, era un hombre con compañías dudosas. Hasta para la Holanda de esas fechas, bastante tolerante, en general, con las creencias religiosas. Según parece en el club de esgrima que frecuentaba se coqueteaba con las ideas ateas de un pintor, de nombre artístico Torrentius, que decreta la muerte de toda moral pues, para él, Dios no existe. Ni nada de lo que compone las grandes religiones monoteístas que han dominado el mundo.

Con esos antecedentes, como nos sigue narrando la obra de Dabitch y Pendanx, el boticario Jeronimus comienza a conspirar para hacerse con el control del Batavia y perpetrar, a pequeña escala, lo mismo que hacía la Compañía de las Indias Orientales holandesa. Ese plan, con la connivencia del resentido capitán del navío, Ariaen Jacobsz, no llegará a tener lugar sólo porque el Batavia naufragará en las Abrolhos a comienzos del verano de 1629. A partir de ahí, los supervivientes comenzarán a desarrollar una serie de microsociedades en los islotes en los que se refugian mientras el hombre al mando supremo del Batavia, Pelsaert, trata de encontrar rescate embarcándose en uno de los lanchones del barco hundido.

Es así como Jeronimus Cornelisz acabará siendo elegido mandatario de la principal comunidad de náufragos -casi por aclamación popular- y es así también como ante una pretendida falta de recursos o la escasez de los mismos, éste comenzará a aplicar un régimen policíaco sobre los supervivientes, llegando a asesinar a más de cien personas en los meses del verano de 1629. Empezando por los llamados “bocas inútiles” y sin respetar edad. Aunque sí sexo, pues Jeronimus Cornelisz, erigido ya en dictador, decretará que las mujeres supervivientes deben ser compartidas.

Como la mayoría de las dictaduras, cuando su endeble relato comienza a declinar, decretará también la guerra contra otros supervivientes, los de la llamada Isla Alta que, al mando del soldado Hayes, habían encontrado agua potable en abundancia, así como carne de los extraños marsupiales (canguros) que pueblan esa isla.

Una relativa abundancia que, es obvio, corroía el relato de Jeronimus Cornelisz y, por tanto, debía ser ocultada declarando la guerra a los de la Isla Alta, para que el poder omnímodo sobre la otra isla no se venga abajo. Y con ello un sistema perverso donde Jeronimus disfruta de todo lo saqueado al barco de la VOC, bendecido, nos insisten Dabitch y Pendanx, por el miedo y la ignorancia de los otros supervivientes en ese mundo paranoico creado a la medida de aquel sociópata que cree, en esas circunstancias extraordinarias, que nada de malo hay en hacer, a pequeña escala, lo que la Compañía hace a gran escala. Aunque fuera llevando las cosas a un extremo en el que, como dicen algunos de sus cómplices supervivientes, los sacó “del estado normal de la humanidad” para llevar a cabo aquel plan demencial.

No cabe duda de que así fue. Y ésta sería la mejor enseñanza de “Jeronimus”, toda una lección histórica a no olvidar (y a enseñar) sobre lo que un ser humano con las facultades mentales alteradas, carcomido por perturbaciones psíquicas graves -megalomanía, psicopatía, narcisismo…- es capaz de hacer en cuanto ese “estado normal de la humanidad” es abolido, suspendido. A punta de mosquete y aprovechando unas circunstancias extraordinarias deformadas después a su gusto y usando generosamente la mentira más descarada como aniquiladora arma política…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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