Por Carlos Rilova Jericó
No es la primera vez que hablo en el correo de la Historia de la reina Victoria y de la fascinación que, todavía, ejerce su época sobre la nuestra. Supongo que ésta tampoco será la última.
Por una cuestión de fechas, me he decantado por hablar aquí hoy de los sucesos de marzo de 1889 que afectaron a la famosa (y al parecer siempre fascinante) soberana británica. ¿Dónde se encontraba en ese mes de marzo de ese año la reina Victoria? Pues aquí comienza lo interesante de la cuestión. Estaba en el País Vasco…
Justo el 27 de ese mes de marzo la reina visitaría, precisamente, San Sebastián. Un asunto del que hablaré más, tal vez, otro día en otro canal, más centrado sobre la Historia vasca. Fue algo que ya se comentó mucho en su día y después, pero que aún puede dar sorpresas a partir de documentos inéditos. Como la correspondencia de los duques de Mandas que he manejado en los últimos meses, para acabar una biografía de ella, de Cristina Brunetti, como ya sabrán quienes leen el correo de la Historia.
En efecto, tirando de ese hilo documental salen algunas facetas interesantes de la influyente soberana británica que ha inundado (y sigue inundando) cines y librerías sirviendo de telón de fondo a intrigas de toda clase que han hecho felizmente millonarias a algunas productoras y a escritoras como Anne Perry, que ha llenado miles de páginas con aventuras detectivescas sobre las que se proyecta, como no podía ser menos, la alargada y característica sombra de Victoria.
Lo primero que se deduce de la carta que el duque de Mandas Fermín Lasala y Collado cruzó en 9 de marzo con su mujer -en esos momentos dedicada a sus labores en la corte de Madrid- es que Victoria de Inglaterra fascinaba ya en su propia época.
Así es. En efecto, ahí Fermín Lasala hijo comentaba a su mujer Cristina Brunetti que corría por Biarritz (y también especialmente por San Sebastián) toda clase de rumores sobre la presencia de la reina Victoria en esas latitudes balnearias en fecha tan poco apropiada como la del mes de marzo.
¿Qué decían esos rumores? La carta del duque a la duquesa dejaba claro eso, la fascinación que la ya madura Victoria despertaba en el resto de Europa, más allá del Canal Inglés (como lo llamaban, y llaman, los británicos), con suposiciones como, por ejemplo, que había venido a Biarritz porque tenía pensado abdicar…
Curiosamente, según lo que se deduce de las palabras del duque a su mujer Cristina, no se iba más allá en esas suposiciones. Por ejemplo nadie se planteaba cuál podría ser la razón última -y grave- que impulsaría a la soberana a esa presunta abdicación cuando se encontraba en la cumbre de su poder y el Imperio que gobernaba era contemplado con admiración y algo de temor reverente.
Y eso es lo verdaderamente interesante de esa cuestión. Se podría esperar de manera razonable que -puestos a poner en circulación rumores atrabiliarios sobre Victoria en ese año 1889- saliera a relucir ahí el asunto de los crímenes del llamado Jack el Destripador y su presunta relación con la corte de Victoria. Sin embargo el siempre observador duque de Mandas nada parece recoger al respecto en esa carta de 9 de marzo y las siguientes…
Recapitulemos sobre ese episodio histórico tan recordado. Está ya establecido como tesis al uso que el famoso asesino -identificado con ese nombre tan periodístico- habría actuado entre 1887 y 1891. Sin embargo se ha matizado que los cinco asesinatos que realmente se pueden imputar a ese marchamo de Jack el Destripador, serían tan sólo cinco que son llamados los “cinco canónicos”. El primero de ellos se había dado en 31 de agosto de 1888 y el último (el de la infortunada Mary Kelly) en 9 de noviembre de ese mismo año. Es decir: esos hechos habían ocurrido de siete a cuatro meses antes de que la reina Victoria saliera inopinadamente de Inglaterra para ir a pasar una temporada en Biarritz que, como vemos, sus contemporáneos (al menos los de este lado del Canal) consideraban cosa bastante rara y extemporánea.
¿Eran esos asesinatos la buena razón por la que la venerable reina puso esa notable distancia entre ella y su corte de Londres en marzo de 1889?
Quizás muchos responderían “sí” a esa pregunta siguiendo cierta teoría publicada en los años setenta del siglo XX y popularizada a través de películas o novelas como “Desde el Infierno” y su adaptación al Cine, donde la corte de Victoria aparecía directamente implicada en el caso. Pero si volvemos, otra vez, a la correspondencia de los duques de Mandas un “no” parece una respuesta más cabal. Ni remotamente se rumorea tal cosa en aquel momento. Y no pensemos que el duque de Mandas, buen diplomático y buen victoriano, estuviese ocultando nada al respecto…
En efecto, las cartas de Lasala y Collado y su mujer Cristina eran de ámbito generalmente privado y, por tanto, hablaban en ellas con una total franqueza sobre pequeños escándalos domésticos y otras cosas que la buena sociedad decimonónica jamás ventilaba en público. Por ejemplo alusiones de tipo sexual casi tan explícitas como en nuestra época. Y hasta asesinatos truculentos. Y, así las cosas, comentarios sobre lo ocurrido en Londres desde el verano de 1888, no habrían estado excluidos, en absoluto, en esa correspondencia donde el duque meditaba con la duquesa sobre los avatares de Victoria o recogía la rumorología en torno a ella.
Sin embargo de esto no hay ni el menor indicio, en esa correspondencia, de que la reina británica huyera de ese supuesto escándalo. Un dato relevante éste que nos demostraría que, en efecto, para los victorianos genuinos -como el duque y la duquesa y la murmurante sociedad que les rodeaba- las espantosas hazañas del Destripador ni remotamente se podían relacionar con la egregia soberana británica. Es más: parece que a este lado del Canal apenas se hablaba nada de aquel tal “Destripador”.
¿Acabaría ahí, pues, esta cuestión? Es ésta una pregunta de difícil respuesta. Por un lado parece que esa teoría novelesca que relacionaba los asesinatos del Destripador con la corte de Victoria está ampliamente desacreditada. Por otra parte, sin embargo, especialistas en el reinado de Victoria muy reconocidas, como Helen Rappaport, constatan que uno de los principales señalados en esa teoría, el nieto de la reina, el duque de Clarence, Alberto Víctor, había causado escándalos ampliamente comprobados en esas fechas. Incluso con Scotland Yard clausurando burdeles frecuentados por el joven príncipe… ¿No habría hecho esto muy recomendable para Victoria alejarse del foco de tan real escándalo y presentarse en majestad en viajes de relaciones públicas?
Justo como el que el 27 de marzo la lleva a San Sebastián, donde es recibida con todos los honores en la Estación del Norte -por la reina regente y su primer ministro Práxedes Mateo-Sagasta- y aclamada apoteósicamente en una capital guipuzcoana llena de una admirada multitud que vitorea a Victoria…
Una cosa sí es absolutamente cierta: las sinceras -casi crudas- cartas cruzadas entre el duque y la duquesa de Mandas ni remotamente parecen saber nada de una posible huida de Victoria a Biarritz y San Sebastián a causa ni del Destripador ni de las abisales aventuras sexuales de su nieto que, precisamente, lo acabaron involucrando en esa trama novelesca. Así pues, para algunos eminentes victorianos como Fermín Lasala y Collado y Cristina Brunetti, esa cuestión parece haber sido tan desconocida y remota como lo pueda ser para nosotros hoy, que nos quedamos, por ahora, con la duda metódica de saber si Victoria llegó huyendo, en aquel marzo de 1889, del tentacular affaire de Jack el Destripador o hizo aquel viaje por alguna causa menos truculenta…