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Carlos Rilova

El correo de la historia

Michael Caine hace Historia. “El último valle” y la Guerra de los Treinta Años

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana pasada saltaba la noticia de que el gran Michael Caine se retiraba de los escenarios con 90 años cumplidos y con cinco décadas a sus espaldas de grandes interpretaciones. Sobre todo en el Cine y alguna que otra -también memorable- para televisión.

Entre esas interpretaciones hubo unas cuantas de personajes históricos y de otros que ya podrían ser Historia (al menos del Tiempo Presente). Como ocurre con su inefable personaje de Charlie Croker en la película “The Italian Job”, ese dandy cockney (caminando al borde de la Ley y más bien al otro lado de ella) en el “Swinging London” de los sesenta del siglo pasado.

Hace ya tiempo hablaba en otro correo de la Historia de la que fue la primera película como protagonista de Michael Caine, en la que, en efecto, interpretaba a un personaje más o menos histórico. Un estirado teniente británico destinado al puesto de Rorke´s Drift durante la Guerra anglo-zulú de 1879, que se tituló precisamente así: “Zulú”.

Como ya comentaba en aquel correo de la Historia de 11 de abril de 2022, en esa película de 1964 Gran Bretaña exaltaba la resistencia heroica de un destacamento suyo ante una marea imparable de guerreros zulúes que, finalmente, rinde homenaje a esos casacas rojas por su valor perdonándoles la vida. Una lección cinematográfica sobre cómo manejar los hechos de la propia Historia que, desafortunadamente, algún lector -que firmaba como “Aldaba”- no entendió bien, confundiendo mis precisiones históricas sobre el asunto con propaganda política -de signo contrario- de la que él parecía ser consumidor habitual.

Ese es, sin embargo, un excelente punto de partida para explicar, una vez más, cómo el Cine de factura anglosajona (sobre todo el de los años de esplendor de la carrera de Michael Caine) ha sabido transmitir muy bien su propia Historia. Y en ocasiones hasta la de otros países europeos (aunque no la española y la hispanoamericana desde luego). Una labor, la de ese manejo en imágenes de la Historia, en la que Michael Caine jugó, en efecto, un papel que hay que destacar en estos días en los que nos anuncia que no volverá a las pantallas.

A ese respecto vuelvo a recomendar como ya lo hice en otro correo de la Historia -el de 11 de noviembre de 2013- ver su interpretación en la película “El último valle”, del año 1971.

En aquella ocasión mencionaba tan sólo de pasada esta película. Hoy, por el contrario, me extenderé en ella, en lo que contiene y en la fracción de la Historia a la que dio vida esa contribución estelar de Michael Caine, en un papel bastante opuesto al del deferente (aunque valeroso) teniente que interpretó en “Zulú”.

En “El último valle” Caine es un capitán de mercenarios durante la Guerra de los Treinta Años que, de 1618 a 1648, asola Europa y, en especial, la mayor parte de lo que hoy llamamos “Alemania” y entonces apenas ha tomado forma más allá de los libros de algunos poetas y escritores en esa lengua. Como bien lo supo reflejar Günter Grass en “Encuentro en Telgte”, novela ambientada en los momentos finales de esa guerra que agota y devasta al continente europeo por cuestiones religiosas.

El personaje de Caine es un producto de esos treinta años de guerra. Un ser que ni siquiera tiene ya nombre (todos le llaman, simplemente, el Capitán), frío, cruel, despiadado, pero que, sin embargo, recuerda que, alguna vez, antes de todo aquello, fue una persona con sentimientos, no acostumbrada a matar con la misma facilidad con la que se parpadea. Tal y como lo insinúa en una escena de la película con un memorable diálogo entre él y otro de los protagonistas, Vogel. Un erudito, fugitivo de aquel horror, interpretado por Omar Shariff. Otro grande del Cine de aquella época.

Es así como el personaje de Michael Caine pone sus ojos en ese último valle que da título a la película. El último porque no ha llegado hasta él la devastación de aquella guerra interminable y sigue siendo una zona prospera con comida, cosechas, ganado y una vida que puede llamarse “normal” gracias a estar al margen de las grandes rutas por las que pasan ejércitos y más ejércitos, con las consecuencias bien conocidas que están en todos los libros de Historia hoy mismo.

Allí el capitán interpretado por Caine, hace sus cálculos. Para empezar toma el poder fáctico de la aldea con el fin de que se convierta en una base segura y de que le dé cobijo ante ese mundo enloquecido por la Guerra.

Así, las decisiones que desde ese momento toma el personaje de Michael Caine en esta película, muestran muy bien el punto de degradación al que llegó la civilización en Europa en ciertas zonas de lo que hoy es la actual Alemania.

Vemos ahí que el capitán aspira a la paz y a todo lo que ésta ofrece, pero igualmente desea seguir tomando parte en la Guerra porque ya no sabe vivir de otro modo. De hecho le da absolutamente igual la cuestión religiosa que fue el detonante de ese conflicto que dura treinta años. Y así lo dice. Es más: en su horda de mercenarios hay tanto protestantes como católicos y les tiene prohibido discutir entre ellos por cuestiones religiosas que les distraen de su último objetivo, que no es otro que vivir de la Guerra y la subsiguiente rapiña sin más futuro a corto plazo.

En suma en “El último valle” Michael Caine hace una gran interpretación que nos ayuda a entender mejor lo que pasó en Europa entre 1618 y 1648 y las consecuencias que finalmente trajo: tras tanta devastación, muerte… hartazgo, deseo de paz, deseo de que hubiera muchos “últimos valles” para que no fuera un privilegio el vivir algo parecido, al menos, a una vida normal.

Esa será la Europa que aparece, en efecto, tras la Paz de Westfalia del año 1648, a medida que personajes brutales -y trágicos al mismo tiempo- como el capitán de mercenarios que tan bien interpreta Michael Caine en “El último valle”, van siendo exterminados por la misma barbarie que los creó y luego los alimentó hasta destruir a muchos de ellos.

Es por cosas así, por papeles así, por películas así… la razón por la que echaremos de menos a Michael Caine retirado a su, eso sí, bien merecido descanso después de haber hecho Historia del Cine e Historia, a secas, gracias a esas grandes pantallas que ahora deja en lo más alto de su carrera.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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