Por Carlos Rilova Jericó
Este nuevo correo de la Historia empieza, como en otras ocasiones, con una película. Se titula “Enigma”, data de hace ya 22 años (es decir: se estrenó en el 2001) y es -entre otras cosas que hoy iremos descubriendo- toda una curiosidad porque nos muestra la menos conocida faceta de cineasta (como actor y productor) del incombustible rockero Mick Jagger que resulta ser, en efecto, uno de los productores de esta película.
Esa producción vino, aparte de desde Gran Bretaña (es de imaginar que representada por Jagger), También desde Estados Unidos, Países Bajos y Alemania. Esa multinacionalidad de la película debería haber asegurado una buena armonía y un contento general con el resultado de la misma que trataba de un pasaje histórico de la que llamamos “Segunda Guerra Mundial”.
No fue así. Una vez más, hubo quejas con respecto a “Enigma”. Como el año anterior ya se habían quejado los británicos de “El patriota” donde Mel Gibson -que, según dicen, odia cordialmente a los ingleses- los había dejado en muy mal lugar con la connivencia de productores, guionistas y el director de esa otra película, Roland Emmerich.
En el caso de “Enigma” el disgusto vino por parte de los polacos. No porque en ella se exagerasen ciertas barbaridades británicas en los campos de batalla de la Guerra de Independencia americana, o porque, como en “U-571” (también del año 2000), pareciera que el mérito de descifrar el código alemán -que permitió ganar la guerra en buena medida- era un logro de los norteamericanos cuando en realidad -como clamaban los airados británicos- lo fue de su país…
Históricamente no cabe duda de que fue Gran Bretaña y su matemático Alan Turing quienes hicieron tal hazaña de la Criptografía que, en efecto, permitió descifrar los códigos secretos de los nazis y facilitar así enormemente la victoria aliada. (Otra cosa ya es cómo la propia Gran Bretaña trató a Turing, que, por cierto, no acabó muy bien).
De hecho en Gran Bretaña se ha reivindicado incluso el papel de las mujeres en sus oficinas de desciframiento a través de una serie titulada “El Círculo de Bletchley” (del año 2012). Pasable aunque con bastantes ribetes de “wokismo” que, como siempre, son muy de lamentar y de difícil digestión. Puestos ahí, acaso, como una especie de venganza tardía por lo que, desde la banda contraria, se había hecho con la vida privada de Alan Turing en “Enigma”, obviamente falseada, creando un personaje casi diametralmente opuesto a él, que, curiosamente, recibe en esa película el mismo apellido que el del historiador que estas líneas escribe: “Jericho”.
El caso es que, quien menos se ha quejado de cómo se trató en “Enigma” la verdad histórica del desciframiento, ha sido España. Para variar, claro está…
La pregunta que viene a continuación -también claro está- es qué tuvo que ver España en esa victoria táctica de los aliados en la Segunda Guerra Mundial cuando, si se habla de España en ese conflicto, es, por lo general, para traer a colación (para mal o para bien) a la ya muy gastada División Azul. Esa que Franco aportó a Hitler como pago por su ayuda durante la Guerra Civil de 1936 a 1939.
Una vez más nos espera aquí la sorpresa histórica desvelada por el esfuerzo, ímprobo, como siempre, de uno o varios investigadores. En este caso el mérito corresponde a quien en la red social de Twitter (hoy “X”) firma como @gunde_bravo. Avatar que corresponde a Gutmaro Gómez Bravo, titular en Historia Contemporánea en la Universidad Complutense y colaborador en @gigefra -es decir: el Grupo de Investigación de la Guerra Civil y el Franquismo- y la Revista de Estudios Históricos.
Bravo publicaba la semana pasada, el 29 de octubre, un interesante hilo en la red de Twitter en el que, respaldado por su extenso currículum de investigador, señalaba toda una serie de desconocidas publicaciones donde se resaltaba el papel de un grupo de criptógrafos españoles (evidentemente exiliados en Inglaterra tras el fin de la Guerra Civil) que, bajo la dirección de Alan Turing, contribuyeron decisivamente a descifrar el código de la máquina Enigma en Bletchley Park.
El descubrimiento de ese dato, nos decía el profesor Bravo, se hizo casi por casualidad. Fue mérito de Luis Ballarín, sobrino de Faustino Antonio Camazón Valentín, un republicano de Valladolid, nacido en 1901 y fallecido en España en 1982 tras regresar discretamente de su exilio en el año 1968 (para cuando el Franquismo, por cosas de la Geoestrategia mundial, estaba ya muy ablandado).
Como nos dice Bravo, Ballarín descubrió en un reportaje periodístico el estudio de un militar -e historiador- polaco, Wladyslaw Kozazcuk, que en 1984 daba a conocer el papel de sus compatriotas en el desciframiento de la máquina Enigma. Cuestión que, por cierto, también levantó airadas protestas en dicho país, Polonia, por el modo en el que se trató el asunto en la película de 2001.
Gracias a los esfuerzos de Ballarín, tras su descubrimiento de esa pista polaca, la figura de Faustino Antonio Camazón, jefe del equipo de siete criptógrafos españoles que trabajaron en Bletchley Park, empezó a ser estudiada e investigada.
Por ejemplo por Arturo Quirantes, físico de la Universidad de Granada, especialista en codificación. O por Pedro Miana, de la Universidad de Zaragoza, que ha indicado que Camazón comenzó -pero no terminó- su licenciatura en Matemáticas por culpa de la Guerra Civil, pero aun así esos conocimientos iniciales le abrieron las puertas de los servicios de espionaje y contraespionaje del Gobierno español durante esa guerra. Posteriormente -tras batirse en retirada después de la Batalla del Ebro- entró en el contraespionaje francés, que no dudó en sacarlo de un campo de refugiados para que se pusiera a su servicio y continuase allí la guerra. Esa otra que posteriormente acabaría en triunfo, para él y sus siete compañeros, en Gran Bretaña, gracias al desciframiento de Enigma…
Poco más se ha hecho para dar a conocer todo esto, aparte de algún artículo en Prensa y un documental de RTVE titulado “Equipo D: los códigos olvidados”, que también se mencionaba en el hilo de Bravo
En opinión de este investigador -que, por supuesto, comparto- se ha hecho, en definitiva, demasiado poco por revivir la figura de Camazón y su equipo de siete criptógrafos que descifraron, junto a otros exiliados de la Europa bajo ocupación nazifascista, el código encriptado de una máquina, Enigma, que acabó con una de la peores tiranías conocidas (al menos hasta la fecha) por la Humanidad.
Así ese grupo de españoles con tal mérito a sus espaldas, hoy por hoy, sin embargo, son menos conocidos que la cara opuesta de esa Historia -caso de la División Azul- o que Alan Turing (aunque sea en versión retocada) o, incluso, que las mujeres criptógrafas de Bletchley Park que, como decía, han tenido hasta serie de Televisión propia.
Una situación lamentable que sólo puede achacarse a la desidia y al partidismo visceral (o al olvido perverso de ciertos hechos, propio de auténticos horteras) con el que, de nuevo, se trata una parte de la Historia española que bien merecería estar -y bien destacada- en unas cuantas páginas de la Historia mundial…