Por Carlos Rilova Jericó
Hoy me ha parecido un buen día para hablar, otra vez, de un español que, como muchos otros españoles importantes, es prácticamente desconocido.
Algo conté de él hace ya muchos años, el 17 de septiembre de 2012, cuando este correo de la Historia apenas había empezado. Desde entonces me parece que la situación no ha cambiado mucho.
Es decir, Domingo Badía y Leblich, conocido como Alí Bey, sigue siendo un gran desconocido para el gran público español. Ese que consume películas, series de Televisión y otro material audiovisual y pasa (olímpicamente) de la letra escrita. Ya sea impresa o ya sea digital, donde, cómo no, se pueden encontrar numerosos artículos, en blogs, en periódicos, en la inevitable Wikipedia… sobre este espía, científico y explorador español nacido en Barcelona. No digamos ya lo desconocido que es Domingo Badía para el público de fuera de España, que lee más, pero sólo para introyectarnos a sus propias celebridades históricas. Pese a la Wikipedia, pese a RTVE, pese a quien pese…
Me ha parecido un buen día para hablar de él, de Domingo Badía, de Alí Bey, no tanto por la Diada, como hice en la primera ocasión en la que lo traje a colación aquí, el 17 de septiembre de 2012, sino porque ahora, en estas fechas, los musulmanes de todo el Mundo empiezan El Hadj o Hajj. Es decir, la peregrinación que todos ellos tienen como precepto hacer al menos una vez en la vida, visitando el santuario de la Piedra Negra o Kaaba, en La Meca y otros cercanos.
¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra, se preguntarán, con razón dado el paupérrimo conocimiento que, en general, se tiene de la vida de Domingo Badía?.
Pues bien, resulta que Domingo Badía fue el primer español que entró en el santuario de La Meca.
Por supuesto lo hizo bajo identidad oculta, pues de otro modo le hubiera sido imposible, corriendo peligro de muerte caso de haber sido descubierto.
Esa identidad era la de Alí Bey, un supuesto príncipe árabe, descendiente de la rancia familia de los Abasidas, supuestamente educado en Europa.
Con ella recorrió todo el Imperio Otomano desde el año 1803. O lo que quedaba de él que, en teoría, se extendía desde el actual Marruecos hasta la actual Turquía.
Domingo Badía no hizo esa peligrosa hazaña porque sí. Procedía de una familia de funcionarios al servicio de la corte de España y él mismo terminó siendo uno de esos funcionarios.
Metido en esa carrera, entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, su interés por la cultura árabe, que conoció de cerca al ser su padre destinado a Almería, donde los restos del reino nazarí eran acaso aún más visibles que hoy día, le llevó a convertirse en un experto en ella, aprendiendo su idioma, perfeccionándolo en Londres, llevando las cosas hasta el extremo de retajarse. Es decir, circuncidarse al estilo árabe para no descubrirse en su peligrosa aventura, cuando se bañase ante la vista de otros o tuviera que hacer sus necesidades también en público. Cosas ambas bastante habituales en las regiones que se proponía visitar.
De acuerdo con el injustamente denostado ministro Manuel Godoy, se embarcó en esa aventura por tierras árabes, hasta llegar a La Meca. Su objetivo era atraer a los territorios árabes donde el poder otomano se debilitaba por momentos, a una alianza con España. Mientras desarrollaba esa misión diplomática, actuaría también como espía, obteniendo toda clase de información -gráfica y escrita- sobre ese mundo árabe en el que Godoy -que, como demuestran trabajos como los del profesor La Parra, no era ese cretino ambicioso imaginado aun hoy por muchos españoles- quería influir tanto como la expedición de su rival Napoleón lo había intentado algunos años atrás.
De ahí salió un libro que influyó poderosamente en Europa. Tanto que sir Richard Francis Burton, unas décadas después, lo siguió paso a paso para emular las aventuras de Alí Bey/ Domingo Badía.
Nuestro agente en La Meca tuvo un final digno de él. Es decir, envuelto en el misterio. Hay varias versiones sobre sus últimos años. Una dice que, en medio del marasmo de las guerras napoleónicas, decidió optar, por consejo del propio Carlos IV, por el bando afrancesado… al parecer para seguir ejerciendo como agente encubierto con un doble juego, figurando ser leal a José I cuando en realidad trabajaba para el bando patriota.
En cualquier caso, en 1813, se tuvo que exiliar, y en ese exilio acabaría sus días. Dicen que envenenado por los británicos, ahora hace casi doscientos años, en 1818, que no veían precisamente con muy buenos ojos la presencia en el Imperio Otomano de agentes tan peligrosos, hábiles y bien preparados como Alí Bey.
Otras versiones dicen que murió de disentería en el año 1822, cuando aún seguía al servicio de Luis XVIII en Francia. Hecho que reforzaría la idea de que, en realidad, durante la Guerra de Independencia fingió ser afrancesado para desarrollar labores encubiertas para el bando patriota. O, cuando menos, para la casa Borbón que, al menos por parte de la rama francesa, lo recibió a su servicio con los brazos abiertos después de la Restauración de 1814.
Desde entonces, desde su muerte, ya fuera ésta en 1818 o 1822, y con las habituales escasas honrosas excepciones de rigor, Domingo Badía/Alí Bey ha caído en el mismo olvido en el que han caído muchos otros que, en conjunto, deberían haber formado la Historia bien conocida y divulgada dentro y fuera de las fronteras de un país normal.
Como España es desde hace unos ciento cincuenta años un país zombí -circunstancia especialmente agravada durante los últimos 80 años, desde la brutal y embrutecedora guerra de 1936- no ha sido así.
Ha habido, como decía, bastantes artículos en prensa, en la esfera digital, algún libro para jóvenes publicado en la breve primavera de la Transición, en 1978. Ha habido también en los años 80 del siglo pasado, una edición de sus viajes que tuvo cierta difusión. Poco más. Referencias aquí y allá, estudios eruditos que apenas llegaron al gran público. En suma: sombras y desconocimiento.
Las películas, las referencias en novelas de gran popularidad en el mundo anglosajón y fuera de él como la saga de “El Mundo del Río” de Philip José Farmer, han quedado no para él, para Domingo Badía/Alí Bey, sino para su discípulo británico sir Richard Francis Burton.
¿Hay posibilidades todavía de revertir esta situación tan injusta como abrasiva para todos los que tenemos pasaporte español?. ¿Llegaremos, por ejemplo, a ver una biopic de calidad sobre él que se estrene en todos los cines del Mundo?. ¿O una serie de Televisión realizada con la vieja calidad que antes se usaba y no con medios y guiones de cartón piedra?.
A ciertas edades es difícil hacerse ilusiones sobre un país zombí que parece haber encontrado su identidad precisamente en eso, en ser un perpetuo esperpento de sí mismo, de lo que en realidad fue y podría ser. Véase el caso de la expedición Balmis.
RTVE la va a convertir en película… pero es de temer que dando del doctor Balmis, contemporáneo de Domingo Badía, la misma nefasta -además de falsa- imagen que se daba de él en la novela original, “Ángeles custodios”, en la que se basa el guión de esta película. Hecha a costa, una vez más, del dinero público (esto es: suyo y mío) al parecer para aborregar aún más a un público en general bastante aborregado ya, convenciéndole de que gente como Balmis podía llevar a cabo el logro de extender la vacuna por el Mundo, pero eran unos “rojos” peligrosos y desaprensivos, afectos a nocivas ideas tales como la Constitución de 1812 (no exagero lo más mínimo, ese es el corolario de “Ángeles custodios”, una novela que en Francia probablemente jamás se habría publicado y menos convertido en película por una televisión pública)…
Pero, en fin, todo podría ser. Quizás aún estemos a tiempo de corregir esa deriva nefasta. Cuando necesiten especialistas para esa labor ya saben dónde pueden encontrarlos. Sí, precisamente en esta estafeta de la Historia, que no del cuento.
Campaña de mecenazgo: desde hoy y especialmente a partir del 15 de septiembre, la Asociación de historiadores guipuzcoanos “Miguel de Aranburu” está involucrada en una campaña para buscar mecenas que quieran entrar en la Historia gracias a una aportación económica para la redacción de una renovada “Historia de Gipuzkoa” que, en estos momentos, redactan varios especialistas de la asociación.
Quienes tengan interés en formar parte de ese proyecto como mecenas o financiadores del mismo, pueden consultar una información más amplia en este link https://migueldearanburu.wordpress.com/proyecto-de-mecenazgo-para-la-historia-de-gipuzkoa/