Por Carlos Rilova Jericó
Esta semana llamó mi atención, y mucho, la cobertura que dieron los medios a las inundaciones que tuvieron lugar en la parte del territorio guipuzcoano más occidental.
Es decir, el que hace frontera con Vizcaya y Álava y aloja las cuencas de los ríos Deva y Urola.
Desde siempre cosas así han sido noticia. Desde luego. Pero aún más en las últimas décadas, en las que las palabras “Cambio climático” se han convertido en una especie de conjuro mágico que ha atraído la atención sobre todo lo que tiene que ver con la cuestión del Clima. Dando así un relieve notable a investigaciones que, hasta entonces, rara vez salían del mundo académico y científico.
Lo habitual en estos casos suele ser señalar que lo ocurrido no ocurría desde hace 25, 50, 75 años…, que las inundaciones, o las trombas de agua, son las peores en varias décadas o en los últimos cien años.
Eso muestra que los estudios sobre Historia del Clima, popularizados gracias a esas casi mágicas palabras, sin embargo aún no han conseguido toda la popularidad que hubiéramos deseado los que hemos realizado algunos trabajos históricos sobre el tema.
En efecto, estudios como el dedicado a la llamada pequeña Edad del Hielo por Brian Fagan se han divulgado más de lo que hubiera sido de esperar para un libro erudito. Pero aun así, parece ser que se han sacado pocas conclusiones validas al respeto que calen en los telediarios y en las páginas de los periódicos
Por esa razón me ha parecido una buena idea dedicar el correo de la Historia de este lunes a esa cuestión.
Incluso aunque, como suele ser habitual, los historiadores llegamos tarde y mal a esta cuestión. Como he podido comprobar en primera persona, hace años.
Aun así, pese a ese panorama tan poco prometedor, creo que no estará de más mencionar algunos datos sobre el tema. Directamente extraídos de los archivos, que son los únicos que nos pueden decir, al menos de momento, si algo es verdaderamente extraordinario o, en contra de lo que parece, se ha repetido con cierta regularidad a lo largo de varios siglos y no sólo desde hace unas décadas.
Sin más preámbulo, empecemos pues a hablar de lo verdaderamente importante. Es decir, de cómo se puede hacer una Historia del Clima eficaz a partir de los registros de archivo. Lo más llamativo del caso de las trombas que han anegado esta semana pasada la zona en torno al Deva-Urola, es que, por desgracia, no tienen nada de raro.
Así es. Los registros documentales conservados por la Diputación guipuzcoana no parecen (como es habitual en estos casos) enteramente completos. Sin embargo, el apartado de su archivo histórico dedicado a lo que se califica de “Catástrofes naturales”, guarda varios expedientes del siglo XVI en los que se habla de cómo el Deva y/o el Urola se desbordó causando inundaciones catastróficas.
En efecto. El primero de esos documentos, conservado bajo la signatura JD IM 1/22/2 en Tolosa, está fechado entre 1593 y finales del mes de abril de 1594 y recoge diversa documentación hablando de una avenida de aguas “subidas”.
Los responsables políticos de la época y el lugar aseguraban a la Diputación guipuzcoana que, sin embargo, esa furia de las aguas no se había visto desde hacía siglos… Así pues, deberíamos dar por bueno que el ciclo de inundaciones catastróficas periódicas en la zona de Deva-Urola, dataría, cuando menos, de finales del siglo XVI y lo de esta semana pasada no sería sino otro episodio más de ese hecho climático repetido periódicamente. Aunque no con demasiada asiduidad.
En efecto, ese negociado de catástrofes naturales que nos habla de esa riada que barrió con todo entre Legazpia y Deva en 1593, no vuelve a dar datos hasta pasados varios siglos.
De hecho, son otros documentos del archivo general guipuzcoano los que dan algún indicio. En este caso es un informe judicial del año 1639, guardado bajo la signatura CO LCI 1011, que habla de una nueva avenida catastrófica algo más al Este de la provincia. En este caso en Usurbil, no lejos de San Sebastián.
Así el salto temporal en el negociado de la Diputación dedicado a este tema, es notable hasta llegar a una nueva riada en la zona occidental de la provincia. Eso no parece haber ocurrido hasta 1819, concretamente hasta el 23 de mayo de ese año. Es lo que atestigua una detallada memoria elaborada por el ingeniero militar y arquitecto (puede que también espía durante las guerras napoleónicas) Pedro Manuel de Ugartemendia, que informaba a la Diputación de esos daños en 1820. Dejándonos esa información en un documento guardado por esa institución bajo la signatura JD IM 2/8/63.
A partir de ese momento, el intervalo entre catástrofe climática y catástrofe climática en esa zona occidental de Guipúzcoa tiende a espaciarse menos. Así, en el año 1831 un huracán arrasa Cegama, tal y como se cuenta en el documento conservado por la Diputación de esa provincia bajo la signatura JD IM 1/22/13.
Sólo tres años después, la zona de Vergara y poblaciones adyacentes hasta Elgoibar vuelven a sufrir una riada extraordinaria, explicada con todo detalle en el documento JD IM 1/22/14…
Esa sería, pues, la pauta temporal de hechos climáticos similares a los que se han vivido esta semana, una vez más, en casi las mismas poblaciones que, periódicamente, se ven afectadas por espasmos climáticos de ese tipo desde al menos finales del siglo XVI. Según nos lo indica esta documentación.
Una coincidencia desde luego curiosa. Y llamativa, teniendo en cuenta que, al menos en teoría, nuestra tecnología debería estar suficientemente desarrollada, tras casi cinco siglos, como para haber roto esa pauta que, sin embargo, volvió a confirmarse, para el caso guipuzcoano, la semana pasada.
Quizás esa concatenación de detalles debería servir para que la crisis climática que se supone padece la Humanidad en su conjunto, fuera abordada con más seriedad y eco mediático y divulgativo a partir de aquí. No reduciendo estos datos de aproximación (“proxy data” en jerga técnica anglosajona) a meras curiosidades o a materia de discusión para cerrados cenáculos académicos que, muchas veces, por desgracia, no van a ninguna parte. En el peor de los casos sólo a engrosar los currículums de algunos investigadores atraídos, a última hora, por este tema para dotar de algún brillo a expedientes personales (a veces muy necesitados de lo que sea con tal de no quedar atrás en la famosa “carrera de ratas” académica) gracias a esas palabras -“Cambio climático”- hoy, desgraciadamente, tan populares y casi dotadas de fuerza mágica.
Algo que, considerando la riqueza y el interés general de la documentación disponible para ciertos casos como el que nos ocupa, resulta verdaderamente lastimoso…