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Carlos Rilova

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Matar a Hitler un día de verano: “Operación Valquiria”, 20 de julio de 1944

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana, mañana mismo, es 20 de julio. Se trata de una fecha clave en la Historia de esa Alemania hoy sumergida por unas inopinadas inundaciones, las peores, según se dice, que ha sufrido ese país -reunificado en 1989- desde hace décadas.

Es importante esa fecha porque es el día en el que sus Fuerzas Armadas, cada año desde la unificación, toman juramento a los nuevos reclutas. Y ese ritual no se hace ese día por cualquier razón. Se hace porque se quiere recordar a los soldados que integran o van a integrar ese ejército que ese día, el 20 de julio pero del año 1944, un grupo de oficiales, entre los que destacará especialmente el conde Claus von Stauffenberg- trataron de matar a Hitler y detener la que ahora conocemos como Segunda Guerra Mundial.

No es un mal motivo para convertir cada 20 de julio en el día en el que, los que ingresan en las Fuerzas Armadas, juren lealtad en cualquier país que piense que es una democracia. Al menos hasta hace poco tiempo. Sin embargo, el proceso de apropiación para ese fin loable de esa fecha, 20 de julio, no ha sido históricamente fácil.

Es posible que en la película más reciente sobre los hechos del 20 de julio de 1944, “Valquiria”, estrenada en 2008 y protagonizada por Tom Cruise, parezca que, desde el 21 de julio de 1944, los alemanes alabaron ese rasgo de coraje y valentía contra una tiranía odiosa y genocida.

Nada más lejos de la realidad, pese a que esa película, altamente recomendable, hace una minuciosa labor de reconstrucción histórica en todos los aspectos, si bien -es de imaginar que por exigencias de guion- la trama política que está detrás del asunto no queda reflejada en toda la complejidad que hizo que ese 20 de julio de 1944 no fuera considerado hasta los años 50-60 del siglo pasado en los términos de elogio que bien merecía. Y eso sólo en la Alemania verdaderamente democrática, que no en la del otro lado del telón de acero, que sólo lo era de nombre…

La descripción de lo que realmente supuso el complicado golpe conocido hoy como “Operación Valquiria” varía mucho, en efecto, si desde el Cine pasamos a los libros de Historia. Aunque eso no haga menos interesante el asunto.

Empecemos por un compendio interesante firmado por Klaus Hildebrand en el año 1978. La obra se titula “El Tercer Reich” y describe minuciosamente eso mismo: el Tercer Reich.

En la parte del mismo dedicada a los movimientos de resistencia en la Alemania nazi, Klaus Hildebrand deja claras unas cuantas cosas que es importante tener en cuenta. La primera que, pese a ciertas interpretaciones precipitadas, aquello no fue un golpe de mano urdido por unos cuantos oficiales que, con los soviéticos a las puertas de Prusia y los aliados occidentales ya firmemente asentados en la Francia ocupada, veían -a buenas horas- la guerra perdida por culpa de los demenciales planes de Hitler.

En efecto, Hildebrand nos dice que el atentado de 20 de julio de 1944 fue la culminación de un sentimiento de descontento y lógico recelo que se había apoderado de las élites alemanas ya desde 1938, viendo el derrotero que tomaba el régimen de Hitler. A esto se podrá objetar que, una vez más, a buenas horas parecían haberse dado cuenta tales elites militares y civiles de lo que era en realidad Hitler. Habiendo tenido que pasar cinco años de gobierno nazi para caer en la cuenta de que la dictadura instaurada, casi al día siguiente de que ese partido ganase las elecciones, iba, como todo régimen totalitario, a por todo el mundo. Incluso a por aquellos que les habían apoyado y ayudado a subir al poder como una especie de barrera defensiva contra la posibilidad de una revolución comunista en Alemania. Cual era el caso de muchos de esos militares y civiles que convergerían luego, el 20 de julio de 1944, en la “Operación Valquiria”.

En descargo de esa miopía política hay que decir que los que empezaron a movilizarse en 1938 para organizar una resistencia seria a Hitler, lo hicieron en un momento en el que las masas idiotizadas de Alemania aún idolatraban a Hitler porque el país volvía a ponerse en pie tras el desastre de la Primera Guerra Mundial y la crisis económica que había hundido a Alemania -literalmente- en la miseria. Hay que reconocer por tanto que esos civiles y militares de la futura “Operación Valquiria” fueron los primeros de muchos millones de alemanes en darse cuenta -en 1938, antes de que estallase la guerra- de la catástrofe que ellos mismos habían desencadenado según la patentada teoría de elegir uno de esos males menores que acaban convirtiéndose en los también históricamente patentados males mayores. Esos que desembocan en vastos campos de ruinas cuando psicópatas como Hitler quedan al cabo de la calle de sus designios demenciales.

Lo que no puede negarse en cambio es, como nos dice Hildebrand, que muchos de esos conspiradores que acaban en el complot de 20 de julio de 1944, eran gente de ideas poco democráticas. Por el contrario, eran gente de talante más bien autoritario. En el mejor de los casos corporativistas socialcristianos y que, en el fondo, creían que Alemania debía ser la potencia hegemónica que controlase Europa.

En la Alemania oriental ese carácter de los conspiradores de 1944 de junkers tronados -como decían los socialistas alemanes que trataron de llevar la revolución bolchevique al país en 1919- hacía difícil -imposible de hecho- reconocerles mérito alguno. En la Alemania occidental la cosa también era complicada. Y eso pese a que alguno de los conspiradores, como el doctor en Teología Eugen Gerstenmaier, serían figuras destacadas del conservadurismo alemán en la posguerra. Gerstenmaier, en efecto, como miembro del partido CDU -el de la todavía actual canciller Angela Merkel- llegaría a ser presidente del Bundestag entre 1954 y 1969. Todo ello sin perjuicio, como nos cuenta el doctor en Historia Henrik Eberle en su libro “Cartas a Hitler” (del que ya hablé en otro correo de la Historia) de que logró escapar de la “Operación Valquiria” con sólo una condena a prisión -de la que cumpliría apenas unos meses gracias la llegada de los aliados- y merced a la intercesión que ante Hitler hizo Edith Mantius, viuda de un destacado oficial de la Luftwaffe…

La razón por la que se pasó casi de puntillas sobre el asunto también en la Alemania libre hasta los años sesenta, fue porque -aparte de que coincidía bastante el programa hegemónico hitleriano y el de algunos conservadores participantes en la “Operación Valquiria”- los aliados occidentales -al igual que los soviéticos- no parecían muy entusiasmados ante la idea de fomentar el recuerdo de que los alemanes -algunos al menos- se hubiesen opuesto a Hitler eficazmente y que dichos grupos hubieran sido abandonados a su suerte por dichos aliados. Como constaba de las negociaciones sostenidas con ellos…

Algo que describe bien el historiador y periodista Jesús Hernández en su detallado y recomendable libro “Operación Valquiria”, señalando que, en efecto, sólo hacia los cincuenta y sesenta del siglo pasado los alemanes recuperaron bastante fuerza moral para recordar que no toda una inmensa mayoría de alemanes había respirado con alivio al saber que Hitler había sobrevivido al atentado del 20 de julio de 1944 y poder así condenar y abuchear a Stauffenberg y los demás conspiradores.

En resumen eso es lo que ocurrió aquel 20 de julio de 1944, aunque como Jesús Hernández nos dice sea muy difícil reconstruirlo por la eliminación deliberada de fuentes.

Un hecho nada despreciable en definitiva. Como siempre lo es todo acto heroico de resistencia contra una tiranía. Algo que, sin duda, deberíamos recordar mañana mismo con la admiración debida ante tan ejemplar hecho histórico…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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