Por Carlos Rilova Jericó
Prometía, pero no juraba, la semana pasada, que ésta hablaría de algún tema con eco marino, apropiado para estas vacaciones de verano. Puede que la que viene sí me ocupe de algo de esto, pero este lunes prefiero hablar de una cuestión histórica que hace tiempo me rondaba la cabeza.
Se trata de un asunto de moda que pasa cada vez más desapercibido porque cada vez tiene menos uso. Me refiero a la raya en el pantalón que se suele llamar “de vestir”, el que se lleva con el traje formal completo que, también cada vez más, va cayendo en desuso.
Pese a todo esa raya, considerada imprescindible todavía en ciertos eventos y atuendos -no hace ni un año encargaba yo que me la planchasen en uno de mis pantalones- tiene Historia, con “H” mayúscula.
Así es. Esa Historia de la raya que usted, o yo, aún llevamos en algunos pantalones, existe.
Y aquí los documentos gráficos (fotografías, dibujos, grabados…) tienen un gran papel como vamos a ver. En efecto, si nos fijamos, por ejemplo, en fotos de caballeros supuestamente bien vestidos de hacia mediados del siglo XIX (mucho antes de que las mujeres occidentales también empezasen a usar pantalones) podemos observar que tal raya en el pantalón está ausente.
Tomemos, también por ejemplo, imágenes de figurines de Moda desde 1860 en adelante. Es un sencillo ejercicio que se puede realizar con cualquier ordenador conectado a Internet… Descubriremos, acaso no sin sorpresa, en esa búsqueda que, en efecto, esos pantalones carecen de raya alguna planchada sobre las perneras.
Y si seguimos avanzando entre documentos gráficos como esos, veremos que la famosa raya del pantalón, tan presente y a la vez tan ignorada en su propia Historia, no aparece en la década de 1870, ni en la de 1880…. Sólo la vemos con claridad a partir de la década de 1890. ¿Cómo se había producido ese giro copernicano en la Historia de la Moda?
La versión más aceptada es que el inefable hijo de la reina Victoria conocido por el diminutivo de “Bertie”, el príncipe de Gales, el futuro Eduardo VII, la puso en boga casi por un azar. Como suele ser habitual en estas cosas de la Moda. Pero aquí “versión aceptada” no quiere decir “versión canónica” o “indiscutida”.
En efecto, cuando procedemos a recopilar información, lo primero que ocurre en esta sociedad -en la que dicha información está a un solo clic de ordenador conectado a Internet- es descubrir que hay quienes dicen que la raya es un invento de Eduardo VII y otros que, en realidad, es producto del gusto por el dandismo de su nieto: el polémico Eduardo VIII que acabará abdicando a la corona británica por amor a la divorciada señora Simpson, poco antes de que estalle la II Guerra Mundial.
Hay incluso blogs de Moda, como El Aristócrata, donde esta cuestión dará lugar, en el año 2016, a una agria disputa entre partidarios de la teoría de Eduardo VII, aka “Bertie”, como inventor de la moda de la raya en el pantalón y otros que la achacaban, sin duda, a su nieto Eduardo VIII. Lo curioso es que ambas facciones se adherían a la versión previa a Internet sobre cómo surgió esa moda.
Es la siguiente: el príncipe de Gales, yendo de paseo o de camino a un acto oficial se romperá o manchará los pantalones que lleva. Ante ese incidente, el futuro rey se dirigirá a una tienda y allí solicitará un par de pantalones nuevos que, habiendo estado guardados apilados unos sobre otros, quedaron, por esa presión, marcados con la famosa raya en las perneras. El príncipe, pese a ser instado a ello por el vendedor, por falta de tiempo o por otra razón menos concreta, se negará a que los pantalones sean planchados para quitarles dicha raya.
El acto final de ese momento estelar de la Moda concluirá con el asombro de los londinenses elegantes al ver a su príncipe con los pantalones con raya. Estupefacción que será conjurada por tan regio personaje respondiendo que aquella era la “última moda”. Aserto que bastará, según dicen las crónicas, para que al día siguiente esos mismos londinenses elegantes aparecieran con sus propios pantalones pulcramente marcados con raya en cada pernera.
La cuestión, sin embargo, en esta sociedad de la información nuestra -a veces menos informada de lo que se dice o ella misma se cree- es saber cuál fue el día siguiente a ese en el que un príncipe de Gales mostró, por primera vez, la raya en el pantalón como moda a seguir.
¿Fue hacia 1900, cuando era príncipe el futuro Eduardo VII? ¿O como sostienen otros sería unos quince años después, cuando el futuro Eduardo VIII estaba en condiciones de ser príncipe de Gales y de imponer alguna moda?
Es aquí cuando debe intervenir el historiador para dar la respuesta bien documentada, más allá de especulaciones digitales a veces un tanto precipitadas. Como, por ejemplo, las que se veían en el blog de El Aristócrata en 2016, señalando que sería imposible saberlo a ciencia cierta porque de la época de Eduardo VII no había tantas imágenes como en la época de Eduardo VIII y, por tanto, no se podría determinar si ya en 1900 -cuando tan breve soberano era un crio de cinco años- se usaba de la raya en el pantalón.
La respuesta es patente con sólo consultar un libro de Historia de la Moda. Aunque, en realidad, es más bien una recopilación de láminas de distintas marcas y fábricas de ropa masculina de la década de 1890, compilado por Roseann Ettinger. En él, desde su portada, ya vemos que la raya había sido incorporada a partir de la década de 1890. Es decir, justo en aquella en cuya mitad iba a nacer el futuro Eduardo VIII que, evidentemente, a lo largo de esos diez años, no iba a estar en condiciones de imponer o crear moda alguna.
Así pues, esto, gracias a los documentos gráficos, es lo que sabemos con certeza sobre la Historia de esa raya que usted, o yo, algunas veces llevamos todavía en alguno de nuestros pantalones. Recapitulando: que se empezó a usar en la década de 1890 y que pudo ser cosa de Eduardo VII, pero nunca de Eduardo VIII. No nacido todavía o aún niño en pantalones cortos cuando ese detalle de moda masculina empieza a aparecer en los figurines y revistas especializadas.
Lo demás, como espero habrá quedado claro, son sólo muestras de que una cosa es disponer de mucha información gracias a Internet y otra tener los conocimientos para poder manejarla bien hasta llegar a decantar datos históricos fiables y no meras leyendas urbanas. Esas que, por supuesto, son -como toda leyenda- lo contrario a lo que podemos llamar, con certeza, “Historia”…