Por Carlos Rilova Jericó
Hace ya algunas semanas tenía pendiente este nuevo correo de la Historia, que tratará sobre la gran polémica cinematográfica de este fin de año 2023. Es decir: la película “Napoleón” firmada por sir Ridley Scott que ha levantado una curiosa oleada de críticas que, en opinión de este historiador, bien merece ser analizada porque -en todo su estruendo- no puedo evitar pensar (aunque sea de manera irónica) que, en sí misma, esa oleada ya se ha convertido en un hecho histórico.
Tras ver el corte de Scott hecho para los cines, de unas dos horas y media, la sincera opinión que saqué de ahí es la que ya intuía: que sir Ridley ha hecho otra película sobre Napoleón ni mejor ni peor que las que se han ido haciendo desde hace años.
También saqué en conclusión que las críticas contra esa película se han basado en poner el foco sobre detalles, en realidad, no demasiado relevantes para el buen funcionamiento de “Napoleón” como película histórica (en un 90% el menos), que no sería ni mejor ni peor que, por ejemplo, la serie “Guerra y paz” de la BBC de 1972, el “Napoleón” de Sacha Guitry (director al que Scott rinde algún que otro homenaje con el “Ça ira” cantado por Édith Piaf), el “Austerlitz” de Abel Gance, la miniserie “Napoleón” del año 2002 o, por supuesto, “Los duelistas” del propio Ridley Scott.
Aun así, al calor del estreno de este nuevo “Napoleón”, ha eclosionado una multitudinaria banda de críticos que bien merecen una anatomía. O una taxonomía. Como las que le gustaban a los naturalistas de época napoleónica. O, incluso, a Jorge Luis Borges. Hablemos de ellos pues para entender qué hay de malo, y qué de bueno, en esa película de Ridley Scott sobre el emperador francés.
. Críticos historiadores británicos no llamados a asesorar a sir Ridley Scott
Esta facción de críticos, muy activa en redes sociales como Twitter, ha sido de las más feroces contra la película. Ya hablé en otro correo de la Historia de Dan Snow, historiador de Oxford y bien conocido divulgador en medios anglosajones. Snow, como otros historiadores británicos al margen de la película de Scott, señalaba a minucias tales como que no constaba que Napoleón hubiese disparado a las pirámides.
Efectivamente, es más que probable que en medio de esa Batalla de las Pirámides contra los luego, en Madrid, famosos mamelucos, no se alcanzase a las pirámides, pero parece que Dan Snow no ha concedido ni siquiera el beneficio de la duda artística a sir Ridley. Pues tal vez esa escena sólo refleja uno de eso guiños simbólicos a la Historia que tanto gustan a este director.
Ya lo hizo, por ejemplo, en “El reino de los cielos” donde el asalto nocturno contra Jerusalén es un remedo de las imágenes de los bombardeos aliados sobre Irak en las dos guerras del Golfo que la Televisión hizo famosas en todo el Mundo. En el caso del cañoneo contra las pirámides parece otro de esos guiños irónicos, simbólicos. Concretamente a los atentados contra las Torres Gemelas. Fíjense bien porque el paralelismo parece otra vez, como en “El reino de los cielos”, de todo menos casual.
Otra de las grandes críticas de estos colegas británicos ajenos al proyecto (y acaso fastidiados por ello) se refiere a las cargas de Caballería del emperador. Por ejemplo la inexistente en Borodino en la campaña rusa de 1812. Yo, ahí, vi con bastante nitidez otra metáfora visual de Scott en una película, por lo demás, histórica al 90% (dejando al margen cosas como los encuentros surrealistas entre Napoleón y Wellington). En esa carga de Caballería de 1812 Napoleón no es el Napoleón de 1812, vestido con su redingote gris y la casaca de coronel de la Guardia, sino, como se ve en su uniforme, el joven general revolucionario de 1793. ¿Con ello Scott pretendía eso, reflejar metafóricamente el pensamiento de un Napoleón que añora lo que hubiera hecho siendo un joven revolucionario pero no hará en 1812?
Otras críticas puntuales de este sector han sido, por ejemplo, que en la Batalla de Austerlitz hay una atmósfera fría, azulada… Los historiadores que han puesto el dedo en ese punto han quedado en una fea evidencia. Es histórico que en Austerlitz, en esos primeros días de diciembre de 1805, hubo nevascas de aguanieve, tiempo nublado y fosco. Puestos a criticar algo de Austerlitz en pantalla estos colegas podrían haber criticado el modo en el que la prestigiosa BBC rodará esas mismas escenas de esa batalla en la serie “Guerra y paz” del año 1972 en un ambiente totalmente veraniego y, por tanto, ese sí, históricamente falso a más no poder …
. Críticos por inercia
Este sector es quizás el menos militante pero tal vez el más dañino por número. En él hay de todo. Desde estudiantes de Historia hasta simples amateurs o público que pasa por las redes sociales sin más. Su consigna parece ser la de “si todo el mundo critica el “Napoleón” de Ridley Scott, yo también debo hacerlo para no quedarme al margen”. Así en ese grupo se han hecho críticas tan sobrevenidas como que las escenas de sexo son irreales. Grave error. Scott ha reflejado con ellas algo que se sabe desde hace tiempo: Napoleón era un pésimo amante. Eso es totalmente histórico. Como lo es que Napoleón viendo dañada su carrera política por las infidelidades de su mujer (algo igualmente histórico y que aparece en películas como las de Guitry, la miniserie del año 2002…) regresa a París desde Egipto por, entre otros, ese motivo. Cosa que igualmente ha sido señalada como grave error histórico por alguno de esos críticos que se han sumado a la mêlée criticando sin fundamento alguno, pero criticando para que… ¿acaso nadie piense que no están a la última moda…?
. Críticos “patriotas” españoles
He dejado esta categoría para el final porque me resulta especialmente hiriente. Y es que ha habido entre este sector quien ha recomendado no ir en absoluto a ver la película… porque no sale nada de lo ocurrido en España… Esa crítica, sólo para empezar, está de más en un país -España- que en 1957 toleró una burla colosal a su verdadero papel en las guerras napoleónicas con “Orgullo y pasión” y que, desde entonces, ha hecho prácticamente nada por enmendar ese daño rodando películas que reconstruyesen la muy distinta verdad sobre la España de época napoleónica.
Quienes desde este país critican a Scott por esas ausencias, aparte de fijarse en ese nada desdeñable detalle, deberían explicar, también, cómo es que no se dieron cuenta de que en las escenas de Tolón sólo salen fuerzas británicas cuando resulta que también había allí unidades navales españolas. O que en una de las escenas de “Napoleón” la orquesta toca el españolísimo “Fandango” de Boccherini. Ese músico al servicio del infante don Luis de Borbón, tío de Carlos IV, ya saqueado para otras películas de época napoleónica anglosajonas como “Master and commander”. Tampoco he visto quejas en este sector acerca de que en el exiguo Estado Mayor de Wellington en Waterloo, no se ve a los dos asistentes españoles: el general Álava y Miniussir.
Personajes históricos de los que estos críticos españoles tampoco parecen saber nada, quedando así como para criticar nada a Scott sobre poner o no poner cosas españolas -¿como el “Fandango” de Boccherini por ejemplo?- en su película. Y si tanto les molesta la cuestión, ya saben: espero, con ansia, una llamada en firme y ante notario para que alguno de estos “patriotas” deposite en mis manos 200 millones de euros. Con esto, se lo prometo, me pondría a la tarea de remediar estos problemas que los españoles deberían haber resuelto hace tiempo. Desde 1957, como poco…
Podría seguir páginas y más páginas sobre la escasa y/o sospechosa calidad de las críticas al “Napoleón” de Ridley Scott, pero acabo aquí. Sólo añadiré una curiosa coincidencia. La película de Scott me ha parecido, aparte de ni más ni menos histórica (en un 90%) que otras sobre el tema, un intento de hacer la película sobre Napoleón que Stanley Kubrick no llegó a hacer. Paisajes, música, iluminación, algún que otro guiño a “Barry Lyndon” (como la partida de cartas del embajador austriaco o los soldados cayendo en el campo de batalla) lo evocan desde luego. Bien, pues aunque el detalle parece haber caído en el olvido, resulta que Steven Spielberg, se supone, pretendía hacer eso mismo antes de que Scott se metiese en el tema y el rey Midas de Hollywood y su proyecto kubrickiano sobre Napoleón quedasen eclipsados.
¿Tanta crítica contra este “Napoleón” de Ridley Scott, tan puntillosa, tan de fijarse en detalles nimios, tan aparentemente bien orquestada… sería, en realidad, un pequeño ajuste de cuentas entre ambos directores, entre ambas productoras, por ese pisarse entre ambas el proyecto que Kubrick no pudo hacer? Todo es posible. El tiempo lo dirá cuando el hoy capitidisminuido Spielberg y su proyecto napoleónico reaparezcan, que seguro lo harán. Como aquel famoso tiburón…