Por Carlos Rilova Jericó
Como saben quienes siguen esta página habitualmente, a veces, encontrar un tema con el que llenarla suele ser una cuestión que exige bastante trabajo. Otras veces, sin embargo, cuestiones de actualidad facilitan esa labor. También hay sugerencias de colegas, amigos, parientes, etc… que facilitan esa elección de tema. Finalmente, en otras ocasiones es cosa de aquello que “Gabinete Caligari” llamaba en una de sus canciones más famosas “la más pura casualidad”.
Ese podría ser el caso del tema de esta semana. La idea para este nuevo artículo, en efecto, me vino mientras, cumpliendo con mis funciones de vicepresidente de la Asociación de historiadores guipuzcoanos, presentaba y moderaba este jueves 21 de noviembre la última de las conferencias mensuales que, desde 2011, estamos ofreciendo en la biblioteca de la Diputación Foral guipuzcoana Koldo Mitxelena, en pleno centro de Donosti.
La conferencia la impartía el profesor de la UPV Félix Luengo, que, afortunadamente, pudo venir a reemplazar a nuestro colega Aitor Puche, baja de última hora a causa de una operación de la que desde aquí le deseamos se recupere bien y pronto.
El tema era el Franquismo en Gipuzkoa. A partir de ahí, para hacer bien las cosas, estuve revisando, por si era necesario, algún material gráfico de los abundantes fondos que suelo manejar para que, entre otras cosas, este blog no sea un árido erial de letra impresa digitalmente. Fue así como el tema para este nuevo artículo vino a dar vueltas en torno a mi cabeza, relegando, para mejor ocasión -que, espero, la habrá- al que llevaba dando vueltas por ahí mismo desde el lunes pasado.
Y es que la imagen -la que han visto en la cabecera del artículo- era realmente irresistible. Se trata, como ya habrán notado, de una perspectiva bastante inédita del general Franco en compañía de otro dictador alzado a su pedestal con la ayuda y connivencia del, por aquel entonces, triunfante Nazismo alemán.
La instantánea fue tomada en la ciudad de Montpellier, emplazada en el área que, al menos teóricamente, los nazis dejan, tras la invasión de Francia, bajo el gobierno del llamado “Régimen de Vichy”. Ese que, entre 1940 y 1944, hará las funciones de gobierno francés, subiéndose con todo descaro al carro del vencedor, tratando de creer y hacer creer que esa era la mejor manera de asegurar a esa nación vencida y humillada un puesto de importancia en la futura Europa unida bajo el símbolo de la esvástica.
Algo que se repetía, machaconamente, en las publicaciones que circulan en esas fechas por la Europa ocupada. Desde las versiones en distintos idiomas -español, francés…- de la alemana “Signal” -una mezcla de las actuales “Hola” y “Tiempo” en versión nazi- hasta prensa autóctona debidamente, digamos, redirigida de acuerdo a las directrices de los regímenes fascistoides -es una descripción, no un insulto- que tratan de consolidarse al calor de la maquina de guerra nazi. Caso, por ejemplo, de la veterana “L´Illustration”, que es en la que finalmente apareció ese reportaje sobre la visita de Franco a Montpellier el 22 de febrero de 1941 y donde, en ese estilo tan característico de la época -el que en España haría famoso el NO-DO-, se celebraba aquella visita que afirmaba los lazos entre las dos dictaduras -la del Generalísimo español y la del mariscal francés-, tan filonazis ambas en esos momentos de grandes éxitos para un tal Adolf Hitler, al que tanto debían ambos personajes.
La imagen, aparte de recordarnos aspectos olvidados de la dictadura franquista -obviamente su papel en el entramado europeo al servicio de la Alemania nazi- daría para hablar de muchas otras cosas. Una de ellas es la actitud ante el euskera de ambos dictadores, tan afines en otras cuestiones. Actitud divergente, casi opuesta, frente a ese idioma que, como muchas otras cosas de aquellas dictaduras parafascistas, parece realmente demencial. Digna, en efecto, de locos -como los romanos caricaturizados en su día por Uderzo y Goscinny- más que de personas sensatas.
Así es, si examinamos una pequeña parte de la abundante propaganda del Colaboracionismo petainista podemos descubrir un testimonio verdaderamente curioso que hace aquí el papel de segunda ilustración de este artículo.
Como verán a simple vista se trata de un panegírico que exalta las grandes virtudes del mariscal Petain, jefe del filofascista régimen de Vichy, en un euskera bastante pulido y con grafía post-Sabino Arana, perpetrado por uno de los clérigos de esa región, Yomingo Soubelet, canónigo de Akize. Lugar más conocido por su nombre francés: Dax, afamada ciudad gascona.
El libro, y el idioma en el que está escrito, resultan verdaderamente interesantes como ya lo dio a ver en su día Manex Goyhenetche, en el número 14 de la revista de Filología “Oihenart” publicada por la Sociedad de Estudios Vascos. Así es, esa pequeña joya literaria del Colaboracionismo puede, por ejemplo, llevarnos a que nos preguntemos por la errática actitud de dos dictadores tan afines en otras cosas ante algo, en principio, tan neutral como un idioma. En este caso el euskera.
Para Franco era el diablo encarnado, y así lo condenó a una clandestinidad de la que no saldría hasta los últimos años del régimen, como bien nos recordaba en nuestra última conferencia para el año 2013 el profesor Luengo, aludiendo a las clases impartidas por la “andereño” Elbira Zipitria en la Parte Vieja donostiarra. Las razones eran más o menos evidentes: desde finales del siglo XIX esa lengua había pasado en España de ser un simple vehículo del habla a un instrumento político, de afirmación de una identidad que atentaba contra la unidad de esa nación. Unidad que, como decía la canción de Frank Sinatra versioneada en su día con mucho brío por Sid Vicious, el general Franco defendió a su manera. Es decir, guerra civil y feroz represión posterior mediante.
Al mariscal Petain, sin embargo, tal lengua y las alabanzas que le cantaban en ella, no parecían molestarle lo más mínimo. Pese a que, para él, la unidad de Francia era también incuestionable. Tal y como se podía deducir del lema machaconamente repetido en toda la simbología de su efímero régimen. Uno bastante conformista y que algunos seguramente no dudarían en calificar de “pequeñoburgués” : “Trabajo, Familia, Patria”, que también aparece en la portada del libro que comentamos, aunque escrito en euskera…
Una curiosa divergencia entre dictadores tan afines en otras cuestiones que realmente debería animarnos a seguir sabiendo más sobre un pasado que, nos guste o no, forma parte de nosotros, constituyendo la explicación, la respuesta, a muchas preguntas que nos podemos plantear hoy día perplejos.
Algo que, desde luego, sólo se obtiene -como ya habrán notado- a partir de la investigación sistemática, profesional, de eso que llamamos “Historia”. Esa misma que los historiadores luego tratamos de divulgar por medio de, por ejemplo, ciclos de conferencias como el que la Asociación Miguel de Aranburu mantiene vivo desde el año 2011. Unos que, como ven, dan para mucho. Incluso para tener algo de qué hablar en un nuevo correo de la Historia este gélido lunes 25 de noviembre del año 2013.