Por Carlos Rilova Jericó
Les están dando bastante la murga con la Primera Guerra Mundial, ¿a qué sí?. Ya me di cuenta cuando esta misma Nochebuena “La 2” de TVE echó la película “Feliz Navidad”, del cineasta francés Christian Carion, para recordar que 99 años atrás -ni siquiera se esperó a que se cumpliese el siglo exactamente- ocurrieron ciertos episodios de confraternización entre soldados alemanes, británicos y franceses en el famoso “frente occidental”, plasmados en esa película que, afortunadamente, contaba con la presencia de Diane Kruger en uno de los papeles protagonistas.
Otro canal que tampoco pudo, según parece, contener su impaciencia para conmemorar el primer centenario de la Primera Guerra Mundial, fue Antena 3, que en uno de sus telediarios de mediodía de estas Navidades también habló del asunto, sacando a colación además “Pipes of peace”. El videoclip del antiguo “Beatle” Paul MacCartney que, en 1983, recordó por primera vez en mucho tiempo aquel episodio curioso. Lo cual, sin centenario a la vista, tenía mérito.
En fin, el caso es que, como vemos, tanto la televisión como las librerías se están llenando de “bibelots” relacionados con aquella “Gran Guerra” que tuvo la culpa de muchas cosas y, entre otras, de que el Mundo sea tal y como hoy lo conocemos. Con sus cosas malas, por ejemplo el colapso final del Imperio Otomano que dio lugar a problemas geoestratégicos -y humanos- de la envergadura del que hoy vemos desarrollarse en Siria, y también con sus cosas buenas. Por ejemplo que las mujeres no lleven corsé ni faldas hasta los tobillos, tengan derecho a votar, etc…
Así las cosas es de temer que por imperativo de esas supremas leyes que nos gobiernan -es decir, las de mercado- el recuerdo de esos hechos que aún no han cumplido cien años acabe por banalizarse incluso antes de llegar al 28 de junio de 2014, la fecha lógica para empezar a hablar de ese centenario. Simplemente por la mera necesidad de poner ante los ojos de los consumidores la novela, el libro, la enciclopedia, el video, el cómic… que les va a resolver, se supone, todas sus dudas, sobre qué fue aquella debacle llamada “Primera Guerra Mundial”.
Como siempre no sé si servirá de mucho, pero al menos yo voy a intentar ponerles ante los ojos un par de cosas nada banales sobre aquella “Gran Guerra” recogidas de entre los fondos -imprescindibles fondos- históricos que suelo manejar.
Son dos fotos, las dos que sirven de ilustraciones a este nuevo correo de la Historia. Las he recogido, deliberadamente, de un número de “L´Illustration” -una de las principales revistas francesas de los siglos XIX y XX que ya he utilizado en otras ocasiones- publicado el 5 de septiembre de 1914. Es decir, cuando la guerra apenas ha comenzado pero ya ha revelado que no va a ser esa especie de gira campestre que muchos miles de franceses, alemanes, austriacos… esperaban que fuera, cuando el frente ya se está empezando a solidificar en esa fea cicatriz de trincheras que recorre el mapa de Europa, partiéndolo por la mitad desde Flandes hasta Suiza.
“L´Illustration”, que no era una publicación precisamente revolucionaria, trata en ese número -y en muchos otros posteriores, hasta 1918- de mantener alta la moral de Francia, hablando de la Justicia de su causa, ponderando los altos logros de la Ciencia y la civilización francesa. Por ejemplo, haciendo mención del hoy otra vez famoso Canal de Panamá, que es inaugurado ese mismo verano de 1914 a pesar de los sucesos de Europa -como los llama la revista- y, por supuesto, gracias a que el ingenio francés contribuyó a hacer real ese paso de un océano a otro. También trata de dar ánimos ese número de “L´Illustration” con fotos de heridos de aspecto más o menos aceptable -nada de horrores insondables a lo “Johnny cogió su fusil ”- sonriendo con sus brazos en cabestrillo o sus piernas entablilladas ante los trenes en los que los van a retirar de primera línea de fuego. Algo que, sin embargo, no impide a “L´Illustration” de ese 5 de septiembre dejar entrever, ingenuamente, creyendo, probablemente, que hace un favor, el rostro más descarnado e infame de esa guerra.
Fíjense en la primera imagen. No deja lugar a dudas. Varios soldados franceses con sus anticuados uniformes -esos que eran una verdadera alegría para los tiradores alemanes- con quepis en lugar de casco, con unos chillones pantalones rojos…, están custodiando a varios prisioneros juzgados sumarísimamente -como suele ocurrir en tiempo de guerra- como espías de los alemanes. El redactor no deja, en efecto, lugar a dudas: se los va a fusilar. Lo más llamativo es que ninguno de ellos, especialmente el que está más a la izquierda -¿tal vez un campesino alsaciano de apellidos y habla alemana no muy convencido, por tanto, de ser francés?-, tiene ni la más mínima gota del “glamour” que asociamos con las palabras “espía” y “Primera Guerra Mundial”. Nada, en efecto, que ver con Mata Hari fumando en boquilla de marfil, bebiendo champán y paseándose por el vestíbulo de un hotel de lujo.
Parecen, en definitiva, unos pobres diablos. Acaso simples soldados alemanes infiltrados con ropa de civil por orden de sus oficiales -vamos, porque les ha tocado- para ver qué podían averiguar del despliegue aliado y que ahora, pillados “in fraganti” como era de esperar en espías “amateurs”, esperan, tensamente, que un pelotón los ejecute al borde de una sucia cuneta perdida en el disputado Norte de Francia, en Alsacia.
La segunda ilustración es una foto mucho más elaborada, destinada a convencer al público, sin la más mínima vacilación, de la bondad de los aliados -especialmente de los de habla francesa- ante los prisioneros que van cayendo en sus manos. Todo un contraste, se da a entender, frente a la viciosa crueldad que se achacó a los alemanes desde el comienzo de la contienda y que, esperemos, quede esclarecida gracias a investigaciones más detalladas que surjan al calor de este centenario.
Para cantar las bondades del humanitarismo aliado “L´Illustration” eligió retratar a un soldado alemán herido que es trasladado con todo cuidado por sus equivalentes aliados a bordo de un coche hasta el puerto belga de Ostende.
Fíjense bien en el soldado alemán en el centro de la imagen, con su ya maltrecho uniforme “feldgrau”. La cámara, el encuadre, el enfoque propagandístico… no han logrado ocultar el sufrimiento, la decepción de este ínfimo peón de la “Gran Guerra” que va a devorar, a diario, a miles de ellos. Ya sabe qué no va a llegar “Nach Paris” (“A París”) en cuestión de horas, como rezaban las pintadas hechas en los trenes que salían de toda Alemania para el frente occidental. Es el retrato de otro pobre diablo como los más o menos presuntos espías que esperan turno ante el pelotón de fusilamiento. Simple carne de cañón, de la que, a miles, con su sangre y sus vísceras, escribirá la Historia de cómo Europa se suicida hace ahora cien años en una guerra que, sí, es tan espantosa como se revela en fotos como estas si las miramos con suficiente atención, esperando aprender algo de ellas.
Recuérdenlas cuando compren alguno de los numerosos artefactos que les van a vender para conmemorar la “Gran Guerra” que cumplirá este 28 de junio cien años. Son un retazo auténtico de aquellos días. Horriblemente auténtico, sin pasar por el tamiz del Arte o de la Ciencia, sólo por el de una, para nosotros, burda propaganda que resulta, por su propia naturaleza, más reveladora que engañosa sobre lo que realmente estaba pasando en el verano de 1914…